Más allá de apellidos y militancias políticas, el caso del concejal de La Calera Karim Chahuán Cerna revela una grave ausencia de ética que afecta a toda nuestra sociedad, carencia crítica cuando se trata de personas que ejercen liderazgos.
Ese es el caso de Chahuán, quien además del tener la condición de servidor público en su función municipal también es empresario dedicado a la compra y venta de vehículos.
En esa última condición instó a algunos de sus trabajadores a participar de los saqueos en medio del caos reinante. La invitación, detectada en un registro telefónico, que dada su condición dominante podría tomarse como una orden, incluso tentadora: "Está tirado el Tottus, c…., vénganse para acá, están quedando las últimas h… Yo no puedo salir en esto, pero los voy ayudar". Aceptando la invitación, uno de los llamados comparte con otro trabajador: "… Karim no va ayudar".
Con razón la Fiscalía habla de una actitud "casi abusiva" de Chahuán, jefe de los implicados que fueron utilizados como instrumentos de la acción delictiva.
Agustín Aquella, en reciente carta a El Mercurio de Santiago, señala como raíz de la indignación expresada en la actual crisis social a "la corrupción en la política, en los negocios, en dos ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden, en el fútbol, en las iglesias, en las universidades". Matiza sus declaraciones afirmando que esta corrupción "no es generalizada, pero sí voluminosa".
Y al ser voluminosa es fácilmente contagiosa a todo el cuerpo social donde la ética, materia que trata "de la moral y de las obligaciones del hombre", dice la Real Academia, está ausente.
Se habla de ética en la universidad y hasta se ha condenado a empresarios coludidos a asistir a clases de ética. Por su lado, trabajadores "movilizados" afirman mantener "turnos éticos" en servicios esenciales donde la vida es el valor superior en juego.
En terreno, en la conducta de las personas con poder político, económico, espiritual o sindical, ¿está verdaderamente presente la ética? Y si en los líderes está ausente la moral y la conciencia de las obligaciones, ¿cómo se puede pedir confianza en instituciones o servidores públicos al ciudadano de pie?
¿Cuál es el criterio de selección en las instituciones cuando se levantan liderazgos y cuando en ellas dominan intereses del más variado nivel, indiferencia o la confianza llevada a extremos de ingenuidad?
Ante esta realidad, es explicable la resignación, que no es eterna, y también la indignación organizada o espontánea de la que se aprovechan algunos, pues "a río revuelto, ganancia de pescadores".
Ganancia de pescadores, como el concejal de La Calera, pero un ladrillo más en el muro que divide la sociedad de esas instituciones minadas por la corrupción, donde la ética es sólo un empolvado diploma.