Moneda de cambio
Gonzalo Bravo Álvarez , Profesor Facultad de Teología PUCV, párroco La Matriz
Hace pocos días, el director de este Diario centraba su editorial en una interesante reflexión sobre el comportamiento ético de personas con poder político, económico, espiritual o sindical. Ponía en relieve la actitud de algunas agrupaciones ligadas a la salud, quienes piden mejoras salariales utilizando como medio de presión una desatención mortal en vista a realizar urgentes intervenciones quirúrgicas.
Grupos vinculados a los sindicatos de la salud han respondido que sí han cubierto éticamente los turnos; esto ha sido desmentido fuertemente por médicos del mismo Hospital Van Buren. De hecho, según publicó este Diario, hay más 1.500 operaciones pendientes. Cada una de esas personas afectadas por ese perverso método de presión, legítimamente y dramáticamente, podrían unirse al canto "y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía". Conozco muchas personas que no han sido operadas porque "el personal ejercía su legítimo derecho de protestar". Claramente, los mal llamados "turnos éticos" no sólo no son éticos, sino son un atentado a la vida humana de muchos pacientes del hospital.
Estimo que este método para mejoras salariales es un abuso a los derechos humanos, porque pone en evidente riesgo la vida de pacientes graves que requieren una intervención de carácter urgente. Es inaceptable que una persona sea moneda de cambio para una mejora salarial; es una atentado contra la dignidad humana utilizar la vida como instrumento de presión; es una violación a los derechos humanos que quien debe velar por la salud se transforme en alguien que impida directa o indirectamente su mejoría.
Discursos de justicia y dignidad quedan totalmente desperfilados cuando quienes los enarbolan violan los derechos básicos de quienes deben acoger, cuidar y sanar. Es posible que esta sea una práctica habitual -como tantas otras que nuestra sociedad hoy repudia-, pero es momento de desenmascarar a quienes hoy levantan banderas de libertad esclavizando la dignidad de quienes tienen enfermedades con riesgo de muerte.
Se hace necesario que el Estado vele por el derecho constitucional de respetar la vida; es imperioso que los movimientos sindicales acepten que no se puede poner en riesgo la vida humana para mejorar condiciones salariales; es preciso señalar que la vida humana nunca puede ser lesionada, vulnerada ni puesta en peligro por demandas sociales, aunque éstas tengan toda justificación. La vida humana no puede ser un instrumento de nada; ella es un fin en sí misma. El salario y las condiciones dignas para la vida de unos no puede ser el resultado de arriesgar la vida de otros.