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ENTREVISTA. Claudio Fuentes, cientista político y académico de la UDP analiza en su libro por qué se erosionó el sistema:

"Creo que la sociedad chilena está yéndose por el camino de preferir la antipolítica"

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Paola Passig

"En una discusión constitucional no sólo tenemos que revisar los enclaves o las trampas de la constitución del 80, sino que también las reformas que se hicieron en democracia", sostiene el analista político y académico de la Universidad Diego Portales, Claudio Fuentes, en su último libro "La erosión de la Democracia", publicado por Catalonia. El texto se inició en 2018 cuando le propuso a Mónica González, de Ciper, escribir columnas sobre los problemas que estaba teniendo la democracia representativa. Aunque el texto se mandó a imprenta poco antes del 18 de octubre, asegura que hoy cobra mayor sentido porque abre la discusión sobre qué tipo de democracia queremos. "En general siempre se dice que el problema de la democracia chilena está en la constitución del 80, y que de ahí vienen todos los males y todos los fantasmas pero desde el 90 en adelante comenzó una serie de reformas que en vez de fortalecer la democracia, la fueron debilitando", remarca.

-¿Cuándo comienza este proceso de erosión?

-Se alude a dos dimensiones. Por una parte hasta dónde el proceso político iniciado el 90 era sano, estable y perdurable en el tiempo; las condiciones de la transición y de la economía - que tuvo un crecimiento espectacular hasta el 2008, con la crisis de 1998 entremedio- ayudó a estabilizar relaciones político sociales con los acuerdos de la transición que moderaban a los actores. Sin embargo, la propia transición escondía problemas desde el inicio como el tema de la participación ciudadana que vino a explotar desde el 2006 en adelante. Fue un proceso gradual que combina un quiebre entre la sociedad y la política, y segundo, la ausencia de mecanismos para resolver conflictos que se fueron acumulado hasta el estallido que estamos viviendo.

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-¿Que variables inciden?

-Podría pensar en tres elementos. Primero la fortaleza de los partidos; es decir hasta qué punto tenemos partidos vinculados territorialmente que son fuertes y sanos en el sentido de ser transparentes, abiertos, dinámicos, incluyentes. En el caso chileno tenemos todo lo opuesto: partidos cerrados que se van elitizando y convirtiéndose en una oligarquía dentro del sistema político. En segundo lugar incide el tipo de reformas que se implementan. Está el cambio del mandato de seis a cuatro años, el voto voluntario, el financiamiento de las campañas electorales, el no control de la corrupción, y la ausencia de mecanismos de participación. Es un cúmulo de reformas institucionales que no ayudaron al fortalecimiento democrático. En tercer lugar está la ausencia de actores sociales que logren competir y que desafían a los otros actores; un sistema donde no emergen alternativas potentes como para producir cambios sin una eclosión como la que estamos viviendo.

-¿También está el régimen presidencialista?

-Sí. Ha habido una serie de dificultades en la relación legislativo, ejecutivo y TC, que es un diseño institucional que afecta las acciones del Parlamento. También las interpelaciones que son un problema por la debilidad del mecanismo.

-¿La erosión y fortalecimiento de la democracia son procesos pendulares?

-Sí. La historia de Chile muestra eso. Muestra ciclos de estabilidad con reformas constitucionales desde 1833 hasta el 1891, y una guerra civil ese año; un conflicto social en 1924 y otra crisis en 1973. Tenemos olas de distinto tipo donde hemos experimentado ciclos de estabilidad y ciclos de convulsión y que pueden depender de la inflexibilidad de las instituciones para adaptarse y por otro lado, de las relaciones de poder que en la coyuntura dada se producen.

-¿Cuál es el principal peligro de las democracias erosionadas?

-La posible aparición de movimientos populistas. Esto ocurre cuando hay instituciones que no representan, que son de las elites, muy desconectadas y que generan reacciones antipartidos que es lo que estamos viviendo en Chile. Eso potencia la irrupción de actores populistas, o sea líderes carismáticos que prometen la salvación de la nación. Tener líderes carismáticos, que aparecen como la salvación del sistema político, es un problema cuando hay instituciones democráticas debilitadas.

-¿Hay una salida?

- Es difícil anticipar si hay una salida. Usualmente pueden haber tres caminos: la dictadura militar, el populismo y la reconversión de un sistema político. Creo que América Latina en los últimos tiempos no han habido reversiones dictatoriales militares y en general los sistemas han evolucionado hacia gobiernos populistas o crisis que combinan un cambio institucional y después un ciclo más o menos estable con una modificación del sistema político. En el contexto actual no me atrevería a predecir cuál va a ser el camino de Chile; creo que no tenemos los elementos suficientes para predecir qué va a pasar pero sí hay tendencias, y desde antes de la crisis, de la irrupción de líderes independientes de los partidos, apolíticos y populistas, como los Parisi, Beatriz Sánchez, o el mismo Alejandro Guillier. Si uno mira las últimas elecciones dominan actores que no vienen de la tradición partidista sino que son más independientes. Por eso creo que la sociedad chilena está yéndose por el camino de preferir la antipolítica y buscar líderes carismáticos.

-¿Qué Franco Parisi esté encabezando encuestas y superando a Lavín, aunque sea en sondeos de redes sociales, es un indicador de que el populismo podría estar irrumpiendo?

-Respecto de las encuestas y Parisi creo que es demasiado temprano para predecir la presidencial, porque cerca del 60% de la gente no se identifica o no sabe. Hay un gran campo de incertidumbre. Un 5% o un 8% de estos líderes son outsider y juegan el rol de independientes, pero son muy bajos los porcentajes para decir que ya el fenómeno populista está instalado. Lo que sí está instalado es el fenómeno del antipartidismo que es la apertura de la puerta para este tipo de fenómeno. Lo que hay que esperar es la recomposición del sistema político a partir de lo que puede ser la convención constituyente.

-A su juicio ¿qué debiera abordar?

-Un elemento central que plantea el libro tiene que ver con qué modelo de democracia estamos pensando, porque si uno examina una serie de reformas constitucionales al Tribunal Constitucional, a las políticas anticorrupción, al periodo presidencial, al mecanismo de interpelación y al rol Ejecutivo y Legislativo, o a los mecanismos de participación, la mayoría no ha logrado sus objetivos. Por lo tanto, en la discusión constituyente la gran pregunta será qué modelo de democracia queremos. ¿Se necesita una democracia más participativa, con más controles, qué tipo de controles o qué tipo de balance de poder queremos establecer para garantizar estabilidad? Ésa es la gran incógnita que viene y en el libro se empiezan a dar algunas pistas.

-¿Cuáles?

-Fortalecer a los partidos. Los partidos son claves para la democracia; una democracia sin partidos no es democracia; tener mecanismos de countability o control entre el Legislativo y el Ejecutivo con atenuación de los poderes del Presidente y tercero todo lo que tiene que ver con la participación ciudadana incidente. Avanzar hacia una reforma que permita mecanismos de participación vinculantes en la toma de decisiones.

"Hay que fortalecer a los partidos porque una democracia sin partidos no es democracia; hay que tener mecanismos de control entre el Legislativo y el Ejecutivo, y tener participación ciudadana incidente"

"Es muy prematuro para decir que ya el fenómeno populista está instalado en Chile. Lo que sí está instalado es el fenómeno del antipartidismo que es la apertura de la puerta para este tipo de fenómeno"