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Plaza Victoria: "la zona cero" del estallido social en la Ciudad Puerto

VALPARAÍSO. Gas lacrimógeno, barricadas, disparos y piedras esquivan residentes y trabajadores en el cuadrante del parque. Quieren descansar.
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José Rojas Pizarro

Ubicada en los deslindes del barrio El Almendral, la plaza Victoria es uno de los rincones verdes más célebres, turísticos y connotados de la ciudad patrimonial de Chile.

Sin embargo, poco queda de la breve descripción romántica que hace de este parque el popular vals "La joya del Pacífico", porque difícilmente las personas que viven en sus alrededores y quienes trabajan en el sector pueden asimilar su actual realidad a un "un centro social".

Los colores de la plaza Victoria han pasado del verde musgo al tupido velo de la indiferencia de las cenizas. Varias de sus inconfundibles baldosas han desaparecido a manos de martillos que buscan trozos para ser utilizados contra la fuerza pública.

Sus ornamentaciones, esculturas y la centenaria pileta están marcadas con pintura. Hay gente que la mira, se asombra y se va, pero lo preocupante es que hay gente que vive ahí, en la denominada "zona cero".

Patrimonio en llamas

En julio de 2003, la Ciudad Puerto, junto a su casco histórico, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Las autoridades de la época no dudaron en recalcar la importancia de dicho nombramiento y la responsabilidad que de ello surgía. A poco más de 16 años de la declaratoria se hace patente la fragilidad de este patrimonio que hoy se cubre de gris. Ventanas, centros recreacionales, supermercados, almacenes, edificios cívicos se han convertido en bloques parchados con planchas metálicas, verdaderas fortalezas impenetrables que también han servido como fuente para plasmar rayados con diversos mensajes y consignas que hoy abundan en las calles de Valparaíso.

José Figueroa, jardinero de la plaza Victoria, advierte: "El pasto... ¡Mire el suelo! No queda nada. Vienen con un chuzo y rompen el cerámico. Aquí empieza la gente a reunirse como a las tres de la tarde. Llegan de a poco, y desde las cinco salen por Pedro Montt y marchan hacia el Congreso. Otros llegan hasta el Parque Italia y vuelven por aquí. Un día, no me acuerdo, ¿octubre?, tuvimos que salir corriendo porque el guanaco comenzó a tirar agua a quienes se escondían detrás de las esculturas de la plaza, y nosotros trabajamos aquí".

Queremos descansar

Desde el 19 de octubre del año pasado, la avenida Pedro Montt, Edwards, Condell, Chacabuco e Independencia son reflejos del descontento social, trincheras donde la intervención policial y la violencia de los manifestantes cuaja y se recoge como una ola para caer como bomba entre los edificios, plazas, autos y en las esquinas de la ciudad. La gente del barrio lo sabe. Lo peor, la crisis pareciera ser un cónyuge que habita en sus cuartos. Son quienes no tienen descanso y el aroma del gas lacrimógeno se impregna en el comedor de sus casas.

Sara Moreno, profesora de educación física, no descansa desde que explotó el descontento social. Lee el diario junto a su nieta bajo un árbol en el estacionamiento del edificio Fermín Vivaceta. Ambas contestan que vivir cerca de la zona cero de Valparaíso es un drama contaste.

"Vivo encerrada", lamenta y subraya que "durante todo el día vivo encerrada. Soy profesora de educación física y cuando voy al gimnasio tenemos que estar encerrados, salir corriendo y encerrarme otra vez en casa. Escondernos. Hay mucho odio, imagínate que mi pensión en muy baja. ¡No entiendo por qué unos ganan tanto y otros tan poco! Ha sido horrible", declara.

Si se mira hacia arriba, ningún departamento tiene abiertas las ventanas. El gas lacrimógeno impregna el suelo y con cada paso los residuos son resilientes. La gente estornuda, llora y tose tapándose la boca. Sara Moreno no siente nada. "Estoy acostumbrándome", dice y enfatiza: "Mi temor es con mis hijos. Aquí siguen saqueando, siguen saqueando este centro comercial de enfrente, Ripley. Y mira todo lo que le han instalado. Y los muchachos siguen saqueando. Ayer (lunes) estaban los de la PDI, arrestaron a todos con pistola en mano. Es horrible. Sacaron bicicletas, cajas, y de calle Ferrari para arriba se llevaban las cosas, pero como te digo... me da miedo porque la policía confunde a todos quienes están en la calle. Mi hija una vez llegó corriendo a la casa y me dijo 'mamá, me vienen a tomar detenida'. Da miedo".

Apoyamos el movimiento

El 27 de noviembre pasado, la calle Condell sufrió una nueva jornada de saqueos. Registros de los mismos dueños captaron durante toda la tarde a los encapuchados que ingresaron una y otra vez a una veintena de locales comerciales para saquearlos. También hubo un incendio.

Nélida Hadler, de "Pizzas Alioli", comentó que "trabajar al lado de la plaza Victoria no es muy saludable en realidad". Agrega que "tuvimos que cerrar el día de ayer con mucha anticipación. El carro lanzagua arrojó agua al ventanal cuando los manifestantes corrían por acá y agradezco que no fueron destruidos. Tuvimos que darles limones a los clientes y yo sufro de una parálisis facial, por lo que quedé muy lesionada de mi ojo", lamenta. Nélida se siente dañada, "todos pedimos lo mismo, pero muchas veces no es la forma de hacerlo", objeta.

Son 900 detenidos desde el 19 de octubre, según cifras de Carabineros. El 62% están bajo arresto por saqueos. Chile tendría el récord mundial de más de 200 personas con trauma ocular, informó La Estrella de Valparaíso. Seis casos son en Valparaíso. El jefe regional del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Fernando Martínez, enfatizó que pueden ser más.

No es alentador y el inicio del nuevo año también tuvo negativas consecuencias. Matías Orellana, estudiante de Medicina, perdió un ojo a causa de una bomba lacrimógena.

En los alrededores del emblemático parque porteño las ventanas siguen tachadas por el plomo. "Nosotros inauguramos este local de comida en paralelo al estallido social. Hubo días en los que no podíamos venir. Puedes perder un ojo, resultar accidentado. A la semana siguiente no teníamos hora de cierre. Cerrábamos a las 11, 10 o 2 de la tarde por las lacrimógenas", lamenta Yobi Arellano, comerciante de "Pizzas Alioli".

A pasos de la plaza Victoria está la pastelería "Stefani". A una de las dependientes, Solange Navia Medel, le correspondió trabajar el 19 de octubre, el día del estallido, y no ha parado. Llega bien a su trabajo, pero cuenta que ha sido algo nuevo para ella, ya que nunca antes presenció manifestaciones de esta envergadura. "Un día, a las 4 de la tarde, me sentí sobrepasada, tuve miedo, escuchaba balazos, piedras, tuve que resguardarme en una mampara de un edificio, agacharme para protegerme. La gente se tiraba al suelo".

Mientras guarda un pastel de crema en la vitrina agrega que "ayer nos llegaron piedras al cuerpo, ya que justamente el carro de Carabineros estaba estacionado frente al local, tuvimos que bajar las rejas y los manifestantes empezaron a lanzar piedras. Yo lo paso pésimo, siento que las bombas lacrimógenas son más fuertes que en un principio y el Gobierno no da solución, una solución que todos los chilenos buscamos".

Con la frase "Valparaíso de mi amor" cierra el bello vals que se ha convertido en un himno de la Ciudad Puerto. Hoy un amor lejano al ver el estado en el que se encuentra el plan. Los locatarios del sector de la plaza Victoria quieren terminar con esta verdadera pesadilla. Sin embargo, viven en una constante disyuntiva, porque se oponen a las movilizaciones sociales peligran sus casas, sus familias, y si callan, creen no estar apoyando trabajos y salarios dignos, una demanda para algunos justa, para otros que no tiene explicación.

"Trabajar al lado de la plaza Victoria no es muy saludable en realidad. Todos pedimos lo mismo, pero muchas veces no es la forma de hacerlo".

Nélida Hadler, Comerciante

"Durante todo el día vivo encerrada. Cuando salgo al gimnasio tenemos que estar encerrados, salir corriendo y encerrarme otra vez en casa".

Sara Moreno

Residente del sector

Acciones para brindar seguridad

Los residentes de las llamadas "zonas cero" o puntos neurálgicos que sirven como áreas de reunión de los movimientos sociales a lo largo de Chile viven bajo tensión. Cada ciudad de Chile posee su propia "zona cero" y, por supuesto, Valparaíso no es la excepción. Sin embargo, el reclamo de quienes habitan estas zonas también alude a la forma en que se brinda seguridad para evitar desmanes o saqueos, como ha sido la tónica en la calle Condell, avenida Pedro Montt y arterias cercanas. Según datos de la municipalidad porteña, van más de 140 locales quemados o saqueados en toda la ciudad.

"Un día me sentí sobrepasada, tuve miedo, escuchaba balazos, piedras, tuve que resguardarme en una mampara de un edificio, agacharme para protegerme. La gente se tiraba al suelo".

Solange Navia

Vendedora Pastelería Stefani

"Un día tuvimos que salir corriendo porque el guanaco comenzó a tirar agua a quienes se esconden detrás de las esculturas de la plaza, y nosotros trabajamos aquí".

José Figueroa, Jardinero municipal