La hora de las regiones
El Gobierno pareciera aguardar impávido el desarrollo de esta historia, a la espera de que la discusión por el proceso constituyente alivie los ánimos y la ansiedad ciudadana. "La decisión de suspender el proceso debe ser rechazada por quienes creen que Chile es algo más que Santiago". "Valparaíso y sus habitantes no se merecen lo que viven. Tienen el derecho a exigir orden y paz".
La idea de organizar a Chile en regiones se remonta a la década del 40, cuando se dividió el país en siete zonas, con el objetivo de hacer más eficiente su administración y desarrollo. Con el tiempo el número de regiones ha aumentado, llegando a las 16 que tenemos actualmente.
Desde sus orígenes las regiones han sido dirigidas por una autoridad designada por la Presidencia de la República, y hoy cerca del 80% de los recursos que se invierten en ellas son decididos en Santiago, que concentra la casi totalidad del poder político y económico del país. Los ministros, por ejemplo, se ocupan directamente de los problemas de la capital, mientras en regiones son autoridades de menor rango las que deben resolver sus problemas. Este sistema tan centralizado nos pone como uno de los escasos países que no tiene autoridades regionales democráticamente elegidas.
Sin embargo, por primera vez en nuestra historia, este año tendremos la posibilidad de elegir democráticamente a las autoridades regionales. Ha sido un proceso de extrema timidez, una "regionalización tutelada", ya que seguirá la predominancia del gobierno central sobre gran parte de las decisiones de inversión que se hagan, pero es un paso importante que no se puede echar atrás.
De esta manera, quienes siempre se han opuesto a este proceso ahora argumentan que no es conveniente la elección de gobernadores regionales, ya que los poderes de las regiones podrían ser modificados en una nueva Constitución. Sin embargo, eso no es cierto. Una nueva Constitución no puede ser utilizada como un impedimento real, ya que las modificaciones territoriales que se acuerden en un proceso constituyente (que, espero, sucedan) se implementarían recién en cerca de cinco años más.
Contar con gobernadores regionales electos por la ciudadanía permitirá, de forma inédita, que las regiones tengan autoridades que velen por sus intereses, y no como ahora que su mandato es ser el representante de los intereses del Presidente en la región. Permitirá impulsar, junto con los alcaldes, estrategias para su promoción turística, su ordenamiento territorial y el cuidado del medioambiente. En el futuro, además, debieran aumentar sus atribuciones, traspasadas desde el gobierno central.
Hoy las autoridades e instituciones públicas se perciben demasiado alejadas de la realidad y los problemas de los chilenos y chilenas, lo que explica el bajísimo aprecio que se les tiene. Parte de eso se debe a la excesiva concentración del poder en la Presidencia y sus ministros. En cambio, quienes tienen mejor evaluación son los alcaldes, a pesar de que la mayor parte de ellos no cuenta con recursos suficientes para cubrir las necesidades mínimas de sus comunas.
La elección de Gobernadores Regionales es un proceso de democratización territorial indispensable para el país, un avance construido con mucho esfuerzo y de manera transversal. Chile necesita ser construido desde toda su diversidad, no solo bajo los designios de oficinas localizadas en cuatro cuadras en el centro de Santiago. La decisión de suspender este proceso debe ser rechazada por todos aquellos que creen que Chile es algo muchísimo más grande que Santiago.
Patriotismo y resurrección de Valparaíso
Nuestra joya del Pacífico sufre en la actualidad los embates de la violencia y destrucción con insospechada furia. Caminar por sus calles céntricas nos recuerda con nostalgia un pasado reciente que nos hacía sentir orgullosos por su historia e impresionante valor arquitectónico, que le mereció hace algunos años ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Hoy, en cambio, parece un campo de batalla que reclama -con urgencia- orden y paz. Todo ello en un contexto en que algunos sectores políticos del país aún fomentan, toleran o amparan la violencia y la división entre los chilenos, alterando gravemente el orden público y la convivencia nacional. Valparaíso no se escapa de estas embestidas y languidece lentamente: pierde su fuerza, su ánimo y su alegría tan característicos.
A pocos kilómetros de distancia, en Viña del Mar, un "semáforo humano" exhibe un mensaje simple y claro: "Un patriota no destruye". ¡Pero qué llamado más potente y lleno de significado! Hoy -más que nunca- Chile necesita verdaderos patriotas, entendiendo por tales a ciudadanos líderes, inspiradores y responsables. No se puede hablar de patriotismo ni heroísmo cuando se destruye, por acción u omisión, el patrimonio nacional, la convivencia democrática y la confianza entre los chilenos. Por el contrario, el patriotismo implica el esfuerzo de todos y cada uno de los chilenos para construir -y no destruir- un país donde se cultive el respeto y amor a la patria, a su historia y al bien común. Por ello, tenemos la obligación de comportarnos como verdaderos patriotas en cada una de nuestras conductas y actitudes diarias. Un trabajo bien hecho, buenos modales, respeto a las normas y costumbres, cuidado al patrimonio y medio ambiente, educación cívica y participar en las elecciones, entre otros, son algunas de las expresiones de un sano y genuino patriotismo.
Lamentablemente, los actos de vandalismo y destrucción que, de manera sistemática y persistente, ha sufrido Valparaíso desde el 18/O, tienen a la gran mayoría de sus vecinos cansados, frustrados y tristes. Observan con impotencia e incredulidad como se deteriora y rompe su convivencia, historia y patrimonio. En suma, su paz. Pero no es primera vez que la ciudad pasa por situaciones de crisis ni tampoco será la ultima vez que logre recuperarse. Los porteños han dado prueba de tener un carácter resiliente que les ha permitido superar situaciones complejas y adversas en el pasado. Vicuña Mackenna, quien amó la ciudad de Valparaíso y murió en Santa Rosa de Colmo, ya observaba en 1872 que "Valparaíso ha crecido con todas las generaciones desde la independencia, y ha perecido con ellas. Más, como las cosas inmortales que no tienen ayer ni mañana, se extingue y renace alternativamente, ganando en vigor y majestad a cada período de muerte, seguido de espléndidas resurrecciones.".
Valparaíso y sus habitantes no se merecen lo que están viviendo. Tienen el derecho -y el deber- de exigir orden y de recuperar la anhelada paz. Los patriotas del Puerto tienen, asimismo, una desafiante y emblemática misión: lograr la resurrección de Valparaíso. Su pasado, presente y futuro lo demandan. Estamos todos convocados.
Juan Carlos García Director ejecutivo del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso
Francisco Orrego Bauzá Abogado