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Un Festival de Viña con ambiente distinto

Marcado por las repercusiones del 18-O, es relevante destacar los esfuerzos en orden a que el certamen se realice con las mayores garantías de seguridad para asistentes y artistas. Como pocas veces, no hay ambiente festivalero en las calles de la Ciudad Jardín como sucedía antaño, cuando los propios animadores salían a las calles a invitar al público a conectarse con el certamen.
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Hace exactamente un año, la pareja de animadores para la edición 60 del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Martín Cárcamo y María Luisa Godoy, vivía días de nervios. El certamen abría una nueva concesión bajo el alero de una organización conjunta de Canal 13, TVN y Fox, y los ojos estaban puestos en las novedades que iba a presentar sobre el escenario el certamen latino más importante del orbe.

Este año es diferente. Como pocas veces, no hay ambiente festivalero en las calles de la Ciudad Jardín como sucedía antaño, cuando los propios animadores salían a las calles a invitar al público a conectarse con el certamen, ya sea yendo a la Quinta Vergara, viéndolo por televisión o acercándose a los hoteles a esperar a los artistas, o mirar los programas de televisión que se emitían desde acá. No es sorpresa que Viña 2020 esté marcado por las contingencias asociadas al estallido social del 18-O y que sobre la actividad pesen las mismas ambivalencias que persisten entre los chilenos en torno a lo ocurrido desde esa fecha. Tampoco deben sorprender las medidas de seguridad extraordinarias anunciadas por el Gobierno, una respuesta lógica ante las continuas amenazas hechas a través de distintas redes sociales desde que fuera confirmada su realización. Ni el hecho de que será un festival lleno de gestos, alusiones y símbolos, tanto dentro como fuera de la Quinta Vergara, y que dichas acciones asentarán un clima que podrá ser anticipatorio de los ánimos que marcarán las semanas previas al plebiscito de abril. Todo esto lo saben el Gobierno, el municipio y los propios canales organizadores, los que han actuado en consecuencia y a los que se les debe destacar por su ímpetu en que el certamen se realice con el mejor nivel artístico de siempre y entregar las garantías de seguridad para los asistentes; a fin de cuentas, es un evento de repercusiones internacionales, una plataforma que le permite a los mismos cantantes, humoristas y participantes alcanzar cotas de visibilidad que serían imposibles en otros escenarios. En palabras de la propia alcaldesa Virginia Reginato, "es un patrimonio que tenemos por muchos años y hay que cuidarlo".

Para lograr esto último, quizás ayude recordar que el Festival de Viña del Mar se ha caracterizado por su capacidad para reunir en torno a su escenario el interés masivo de los chilenos y que existen pocas actividades de esta magnitud en el país - quizás aún el fútbol, aunque también bajo asedio -, con tal nivel de diversidad y transversalidad en sus expresiones que con frecuencia se le compara a un espejo en el cual nos reflejamos los chilenos cada mes de febrero.

Chile llamado a liderar la energía del futuro

El camino trazado no ha sido fácil, y el reto es aún mayor, ya que nos hemos puesto como propósito país que, para el año 2050, el 70% de la energía provenga de fuentes fotovoltaicas o la eólica. Margarita Ducci, Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
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El desafío es ambicioso, la urgencia permanente y la oportunidad está en nuestras manos. Chile es un país privilegiado para la generación de energías renovables. Nuestra geografía, fuentes naturales y entorno único en el mundo, nos llaman no solo a promover y empujar con decisión el uso de energías alternativas, sino también, a liderar de una vez por todas la generación de energías limpias a nivel global.

Es que tenemos los elementos necesarios que nos regala la naturaleza para transformar nuestra matriz eléctrica, y así, hacer realidad esta anhelada apuesta. Más aún, cuando dependemos de combustibles fósiles importados y contaminantes, además de grandes centrales hidroeléctricas que están lidiando con la megasequía que nos mantiene al borde del racionamiento de agua.

Pero desde el implacable sol que ilumina el desierto de Atacama, el viento indómito que penetra en los valles, el mar que emerge en nuestras costas, y el calor que aflora desde las entrañas de la tierra, todos ellos, en su conjunto, son el corolario perfecto para transformarnos en los líderes mundiales de generación de energía limpia.

De hecho, en la última versión del New Energy Finance Climascope elaborado por Bloomberg New Energy Finance y el Banco Interamericano de Desarrollo, Chile alcanzó el primer lugar en inversión de energías renovables y en la lucha contra el cambio climático, en América Latina y el Caribe.

Chile hoy tiene una meta de ser carbono neutral en 2050, y la crisis de contaminación y el evidente cambio climático nos insta a seguir en el camino de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre estos objetivos encontramos la búsqueda de una energía asequible y no contaminante, como es la energía renovable.

El camino trazado no ha sido fácil, y el reto es aún mayor, ya que nos hemos puesto como propósito país que para el año 2050 el 70% de la energía que se consume provenga de fuentes como la fotovoltaica o la eólica, lo que se suma al anunciado plan de descarbonización.

De acuerdo, al informe Tendencias Globales en la inversión en energías renovables 2019, publicado antes de la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU, Chile ha invertido más de US$14.000 en capacidad de energías renovables durante esta década.

Actualmente hay unos US$6.700 millones en construcción de plantas eólicas, fotovoltaicas e hidráulicas de pasada, por más de 2.400 megavatios, por ende, las acciones se están tomando, existe una decisión política transversal al respecto, pero enfrentamos un enorme desafío para contar con recursos suficientes, públicos y privados, que alcancen el esperado desarrollo, sumado a que la ciudadanía exige hoy más que nunca, generación de energía amigable con el medioambiente y las comunidades.

La Aurora de Chile

En medio de la degradación de la palabra que pone en la boca el odio del corazón. La libertad de expresión nos eleva a las alturas pues es espejo de grandes virtudes, del respeto por el otro como un igual, del entendimiento acerca de la diferencia en que nos miramos. Bernardo Donoso Riveros, Profesor emérito PUCV
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Si bien es cierto este título puede tener interpretaciones múltiples, incluso opuestas entre personas sobre un mismo ideal, pues incluye luz del amanecer de tiempos primeros y el nombre de la patria amada, deseo referirme simplemente a la primera edición -un 13 de febrero-, en 1812, del "pionero semanario fundado por fray Camilo Henríquez" como lo señala un distinguido periodista y Premio Nacional. Sin embargo, es mucho más lo que nos dice ese acto necesario e histórico. Hablamos de lo clave, esencial, definitorio que es la libertad de expresión para nosotros las personas, para cada uno sin importar nuestra condición. Nos igualamos en la necesidad de libertad de expresión. Ella es una columna que sostiene la democracia, esa sin apellidos ni eufemismos, ni hipocresías, ni manipulaciones que buscan, con bellos y cacofónicos discursos, derrotar la dignidad humana en nombre de alguna utopía.

¿Es la libertad de expresión algo que una vez conquistado, se tiene para siempre, sólida aparentemente, como una roca? Si hasta la roca puede desgastarse con los vientos y las aguas, así la libertad de expresión no es algo seguro y definitivo. Es una libertad que debe ser cultivada, que debe llegar al alma profunda de una cultura, es una artesanía de la cual las personas de buena fe pueden sentirse honradas. Es una libertad que contiene fraternidad en la diferencia, cuando se alcanza la elevación para defenderla ante riesgos que pueden estar al acecho en los recovecos del mundo y los tiempos. Su expresión en la libertad de prensa se constituye entonces en una cuestión esencial de la nación. No hay democracia posible sin libertad de prensa.

Podemos observar casos en lugares diversos de la tierra donde la libertad de prensa no existe, o sólo existe para aquellos que tienen compromisos ideológicos con el régimen dominante o que con pragmatismo hacen las debidas genuflexiones de subsistencia. Su defensa cuesta vidas y muchos profesionales de la prensa la entregan casi cada día en otros lugares. En particular en donde fuerzas diversas, no ideológicas aunque a veces coludidas, no soportan el periodismo de investigación hecho con rigor y profunda ética. Sí, su cultivo tiene riesgos, aunque su premio es el honor de contribuir a la dignidad humana y la edificación de un tierra común.

Con frecuencia se pueden contar casos de la demolición, como termitas trabajando, de la libertad de prensa, a través de una multiplicidad de acciones aparentemente inconexas: quemas de instalaciones, impedimento al trabajo profesional, siembra del miedo a sus actores (aunque todos somos actores de ella), aplicación de la "moderna" funa, la violencia física y tantos que la creatividad autoritaria puede seguir usando. Entonces, imagino, pueden haber historias en que nadie dijo nada y todo pasó. Y era tarde. Todo ello sucediendo en medio de la "novedad poderosa" de las redes sociales, con su bondades y sus horrores, con sus aciertos y desaciertos. En medio de la degradación de la palabra que pone en la boca el odio del corazón. La libertad de expresión nos eleva a las alturas pues es espejo de grandes virtudes, del respeto por el otro como un igual, del entendimiento acerca de la diferencia en que nos miramos.