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Esfuerzos para mejorar la calidad de vida

"Nuestro compromiso es recuperar las ciudades, tomando en cuenta semáforos, vialidades y el espacio público dañado. Junto al intendente, Jorge Martínez, hemos realizado un importante despliegue para que las familias vuelvan a sentirse seguras". Evelyn Mansilla, Seremi Minvu de Valparaíso
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Hace unos días conmemorábamos el 27/F, donde por los medios podíamos escuchar o leer esos testimonios que nos estremecen al ver a esas personas que pese a que perdieron todo, se reconstruyeron a sí mismas entre escombros y el inmenso dolor de pérdidas humanas. Me pregunto, cómo aprender de sus vivencias para reparar nuestra sociedad altamente afectada y recuperar nuestras ciudades con el cariño que ellos lo hicieron, tanto, que pese al descontento social, no destruyeron lo que con sudor y sangre un día volvieron a levantar.

A una escala mucho menor, pero que conozco de cerca y puedo vivir a diario, es lo que ocurre en diversos programas que tenemos en nuestro Ministerio de Vivienda, donde las familias de un determinado barrio, por ejemplo, sueñan con cómo debería ser su cancha de fútbol, sus calles, sus espacios comunes donde su vida cotidiana sucede. Es tan de ellos, porque lo diseñaron y se involucraron en cada etapa del proceso sin requisitos de edad ni de nada, donde adultos y niños tuvieron la oportunidad de estampar su sello. Esos lugares también están intactos... Lo mismo ocurre en campamentos, donde desde la necesidad profunda, trabajamos siempre guiados por aquellos que ahí habitan. ¿Quién más que ellos saben de sus necesidades?. Nosotros aportamos nuestros conocimientos y el servicio del Estado para que recuperen su dignidad y habitabilidad.

Tomando en cuenta la riqueza social de lo que menciono y de muchos planes que se realizan en los territorios, es que comenzamos desde el 18 octubre de 2019 a potenciar esta forma de trabajar, que se intensificó aún más el primer día del 2020.

Luego de las manifestaciones realizadas, nuestro Presidente Sebastián Piñera nos pide estar a la altura de los nuevos tiempos y de las necesidades, escuchando aún más a las personas y convirtiendo sus opiniones en el futuro de nuestro país, de ese Chile que queremos. Esto se ha visto plasmado a través de los diversos Diálogos Ciudadanos, donde han participado más de 500 personas de la sociedad civil.

Nuestro compromiso es recuperar las ciudades, tomando en cuenta semáforos, vialidades y el espacio público dañado. En ese sentido, junto al intendente, Jorge Martínez, hemos realizado un importante despliegue para que las familias vuelvan a sentirse seguras. Sabemos que el tiempo de cada persona es primordial, es por ello que trabajamos a toda máquina para mejorar las condiciones de aquellos lugares afectados, para acotar los tiempos de traslado de todos quienes necesiten y quieran movilizarse a un determinado destino; y también, para dar la tranquilidad a nuestros niños de que al finalizar el día, llegarán seguros a sus hogares.

Finalmente, me gustaría resaltar que nuestro ministerio y el Gobierno del Presidente Piñera trabajan para mejorar la calidad de vida de las personas, para transformar la casa en hogar; un conjunto de viviendas en un barrio; espacios verdes y calles, en una ciudad amigable; y nuestro país en el Chile que todos queremos.

¿Locura total en Estados Unidos?

"Si Trump ganó las primarias de 2016 y Sanders hace lo propio con las de este año, será por la incapacidad de la mayoría moderada de sus partidos para unirse en torno a una figura que los pudiera derrotar". Claudio Oliva Ekelund, Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso
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Los dos grandes partidos que han protagonizado la vida política estadounidense durante más de 150 años, el Republicano y el Demócrata, solían ungir a candidatos presidenciales más o menos moderados, que invitaban en sus discursos a superar las divisiones del país y que resaltaban entre sus máximos logros los acuerdos bipartidistas que habían conseguido fraguar desde los cargos que habían ocupado. Las elecciones presidenciales de 2008 y 2012, que enfrentaron a Barack Obama con John McCain en el primer caso y Mitt Romney en el segundo, son buenos ejemplos de ello. Aun los presidentes que hicieron cambios más profundos, como Franklin Roosevelt y Ronald Reagan, desplegaron una retórica inclusiva y buscaron acuerdos amplios.

Esa sana tendencia, que ha sido clave para el progreso de Estados Unidos, está siendo revertida de la mano de líderes populistas polarizantes. El primer gran shock ocurrió en el Partido Republicano en 2016, cuando sus primarias presidenciales fueron ganadas por el agresivo, corrupto y autoritario populista de corte nacionalista que hoy habita la Casa Blanca, contra la preferencia de prácticamente toda la dirigencia de su partido. Donald Trump insulta, atropella y divide y no ha alcanzado acuerdos en el Congreso en casi nada relevante. Tal vez los más triste es que el Partido Republicano, que se pensó que podía actuar como contrapeso al presidente, ha llegado a ser casi completamente dominado por él. Ha habido honrosas excepciones, como los dos previos candidatos presidenciales del partido. McCain impidió que Trump derogara la reforma de Obama al sistema de salud y Romney votó por destituir a Trump de su cargo, como a mi juicio correspondía.

Pero en 2016 los demócratas mantuvieron la cordura y escogieron como su abanderada presidencial a Hillary Clinton, que, aunque no exenta de defectos, se ajustó al viejo y fructífero patrón de moderación y, por cierto, obtuvo casi tres millones de votos más que Trump. Ahora en cambio, existe un creciente riesgo que el partido de Roosevelt, Kennedy y Obama unja a un agresivo y dogmático populista socialista, que enarbola un programa extremista y descabellado, como es Bernie Sanders. Si eso termina siendo así -sobre lo que la noche del martes tendremos probablemente mayor claridad- Estados Unidos se verá en la terrible necesidad de escoger entre dos populistas de distinto cuño y con la certeza de contar por los próximos cuatro años con un presidente que seguirá alimentando la deriva populista con más odio y resentimiento.

Nada de esto era inevitable. Si Trump ganó las primarias de 2016 y Sanders hace lo propio con las de este año, básicamente será por la incapacidad de la mayoría moderada de sus partidos para unirse en torno a una figura común que los pudiera derrotar. Debemos sacar lecciones de esto en Chile. El extremismo tiende a generar más extremismo. Es preciso romper ese círculo vicioso con sensatez y pragmatismo. Por eso es muy de celebrar el llamado a un acuerdo nacional en torno al orden público, el crecimiento económico y las reformas sociales, que han hecho 231 exconcertacionistas, entre los que se cuentan, en esta región, Agustín Squella, Gabriel Aldoney y Hardy Knittel.

Sobre el "Festival de Viña del Marx"

Los artistas tienen todo el derecho a decir lo que piensan. No tienen por qué callar nada. Pero la intolerancia social que existe hoy respecto de las opiniones disidentes es algo cercano al fascismo.
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La versión número 61 del Festival de la Canción de Viña del Mar seguramente será recordada por largo tiempo en vistas del extraño fenómeno que se produjo en la Quinta Vergara, con numerosos artistas dando cuenta abiertamente de su ideología -lo que, en estricto rigor, no tiene absolutamente nada de malo-, por los insultos y las burlas al Presidente Sebastián Piñera y a su Gobierno, por el abierto desprestigio público dirigido en contra de Carabineros, y por la abierta promoción de la opción Apruebo en el próximo plebiscito constituyente del domingo 26 de abril.

Las quejas del oficialismo y la derecha apuntaron equivocadamente a la selección de artistas -realizada, obviamente, antes del estallido social del 18 de octubre-, llegando a calificar el evento en redes sociales bajo el ocurrente mote de "Festival de Viña del Marx" por la marcada connotación política del discurso de Mon Laferte, Francisca Valenzuela, Stefan Kramer, Paul Vásquez, Javiera Contador, Fusión Humor y Pedro Ruminot. El caso de Ernesto Belloni, asimismo, da para estudio sociológico. Por una parte, se le acusa de recurrir a una estrategia patética para congraciarse con el público y la "causa" supuestamente mayoritaria, incluso dedicando teatralmente su actuación a Daniel Zamudio, para el disgusto de la familia del joven asesinado, y renegando públicamente de su tremendo pasado artístico como introductor en Chile de los shows revisteriles argentinos y haber sido el primero que incorporó a los talentosos artistas LGBT+ cuando toda la sociedad y el país los hacían a un lado. La misma intolerancia se mostró con la mexicana Ana Gabriel, una dama de la música latinoamericana que tuvo la desgraciada ocurrencia de desear que nuestro país no cayera en las garras de gobiernos populistas, abusivos y promotores de la corrupción y el desastre absoluto como los que rigen Venezuela o Nicaragua.

La policía de Twitter y la televisión, asimismo, fiscalizan y apabullan cualquier opinión que intente disentir o manifestarse a favor de la opción Rechazo, demonizando -tal como se hiciera con el No en 1988- su posición e intentando aplacarla por medio de un absolutismo que hace mucho tiempo no se veía.

¿Qué hacer? ¿Cómo hacerles saber a todos, cómo explicarles que el Chile del lunes 27 de abril -gane la opción que gane- es el mismo país en el cual deberán convivir los más de 19 millones de habitantes que habitan esta nación? ¿Cómo no entender que a los desalmados que destrozaron el hotel O'Higgins y la sucursal de Cartoni el último domingo no les interesa ni el Apruebo ni el Rechazo sino el caos? ¿De qué forma dejar claro que la defensa de los derechos humanos respecto de los abusos que se han cometido por parte de uniformados no significa ser violentista ni promotor del desorden y el odio social?

Son, acaso sin saberlo -tal vez ello sea lo más triste de toda esta historia- dos extremos los que han repartido su odio y su inquina por nuestro país. Desde los irresponsables que promueven los chalecos amarillos y sueñan con un Golpe de Estado hasta la lacra que se solaza con los saqueos y desmanes de pequeños y parasitarios grupos a los cuales no les va ni les viene quién esté o no esté en La Moneda o si el dueño del bazar se va a la quiebra.

El Festival de Viña tuvo mucho de eso, de catarsis unilateral, de apabullamiento ideológico, de oscuro totalitarismo y de la más penosa intolerancia de hegemonismo cultural a golpes, patadas en la entrepierna y arteros escupos en el ojo.

El sardo Gramsci estaría orgulloso. Esta vez ganó dos veces.