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Agua en el futuro de todos

"En estos momentos de incertidumbre tenemos la oportunidad, el desafío y la responsabilidad de generar una visión país sobre el agua que incluya todos sus usos". Antonio Walker, Ministro de Agricultura
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En el contexto de la situación que estamos viviendo a nivel nacional y global por el coronavirus y cómo este ha afectado la vida de todos, no podemos olvidar lo que está pasando en nuestro país en materia de falta de agua y cómo esto está repercutiendo en nuestros pequeños productores. Por eso queremos aprovechar la conmemoración del Día Mundial del Agua para destacar el trabajo realizado durante estos dos últimos años con el fin de apoyar a nuestros agricultores.

El agua es la base para el abastecimiento de alimentos. Sin agua no hay agricultura y sin agricultura no hay alimentos. Hoy en día existen métodos para cultivar plantas sin suelo, o sin luz solar, pero sin agua esto es imposible. Por esta razón es un dato común en muchos países, y en Chile también, que la agricultura utilice más del 75% de las aguas disponibles anualmente. Esto hace que en toda la discusión en torno al agua, el sector agrícola tenga mucho que decir. En ese contexto, es relevante decir que el invierno de 2019 fue el más seco de la historia. La falta de precipitaciones entre las regiones de Atacama y Ñuble fue dramática y se suma a una década muy severa de falta de lluvias.

Esta realidad nos ha hecho poner en valor el cuidado del agua y ha dejado en evidencia las falencias de nuestro sistema, falencias que históricamente fueron solventadas gracias a la abundancia de agua. En materia de institucionalidad pública, como Gobierno tenemos el deber de hacer una propuesta que sea transversal para dotar a nuestro país de una legislación que cuide, investigue, relacione las aguas superficiales y subterráneas, que entregue los marcos científicos de referencia y que promueva el buen uso del recurso, y en eso estamos trabajando.

Debemos, además, fomentar y agilizar el proceso de construcción de grandes obras, incluyendo obras de desalinización de agua de mar y aumentar las hectáreas que tienen riego tecnificado que hoy llegan a cerca de 400 mil hectáreas en el país.

En mis recorridos por el país me he reunido muchas veces con los dirigentes de comunidades de aguas, asociaciones de canalistas y juntas de vigilancia, y he sido testigo del trabajo que realizan. Nadie cuida el agua mejor que quienes dependen de ella para vivir, para alimentarse y para producir.

En Chile tenemos más de 4.000 organizaciones de usuarios de agua. Como Gobierno estamos comprometidos con ellas para apoyarlas y seguir haciendo de la gestión del agua un esfuerzo público privado. En estos momentos de incertidumbre tenemos la oportunidad, el desafío y la responsabilidad de generar una visión país sobre el agua que incluya todos sus usos, que cuide el medioambiente, que sea socialmente responsable y que permita el avance de una agricultura potente, que sea motor del desarrollo de los millones de compatriotas que habitan en el Chile rural. Así podremos generar nuevas oportunidades para nuestro mundo rural, con el fin de acercar sus niveles de vida a lo que se ve en el mundo urbano y garantizar una agricultura sana y desarrollada para las próximas décadas.

Covid-19, autogoles y riesgos del cogobierno

La inédita actitud de los alcaldes del litoral sur o del rector Aldo Valle abre las puertas a un peligroso juego que nadie sabe cómo acabará. ¿En quién confiar por estos días?
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La aguda dicotomía entre decretar la cuarentena total y esperar para tomar tal medida es el quebradero de cabeza actual del Presidente Sebastián Piñera, quien por estos días más que agota su esmirriada línea de crédito político ante la más grave y desconocida crisis sanitaria que haya vivido nuestra generación.

Simultáneamente, y he allí la trampa, el estallido social y las dubitativas respuestas de La Moneda post 18-O han permitido que distintos personeros locales y nacionales se crean con la facultad de cogobernar, con los riesgos y complejidades que ello representa. ¿Pero, a quién escuchar cuando los mensajes son completamente contradictorios? ¿Será lo correcto y más apropiado en este minuto cerrar las ciudades y Regiones, como bien lo exige un interminable listado de alcaldes o, en su defecto, atender a lo dispuesto por Piñera y el ministro Jaime Mañalich, quienes en coincidencia con la Organización Mundial de la Salud (OMS) entienden que apurar tal medida podría ser mortal?

Complejo también es el caso del intendente Jorge Martínez, supeditado a lo que pueda hacer su seremi de Salud, Francisco Álvarez, en términos sanitarios y a lo que disponga en lo que respecta al orden público el jefe de la Defensa Nacional en la región, el contralmirante Yerko Marcic.

Y no sólo eso. El propio Marcic, junto con Mañalich, ya deben cargar con el recurso de protección presentado por el Colegio Médico regional y el rector de la Universidad de Valparaíso, Aldo Valle (nuestro vecino de columna, aquí al ladito), quien bien sabe de estas lides y en el pasado inmediato lideró los recursos de protección que permitieran coartar el uso de perdigones y bombas lacrimógenas por parte de Carabineros durante los desmanes y saqueos que siguieron al 18-O.

Es precisamente Valle -a través de Tribunales- quien se ha transformado en uno de los principales agentes del cogobierno local, aprovechando la obnubilación de Martínez y la manifiesta ineficiencia de su equipo (a todo esto, ¿será verdad que el seremi de Transportes les dijo a los choferes que se consiguieran guantes y mascarillas con sus "patrones", como denunció el sindicato de una línea de buses esta semana?), seguido por los hasta hace poco desconocidos alcaldes de Cartagena, Algarrobo y otras comunas del litoral sur que, en la práctica, optaron por tomar la autoridad en sus manos y dictaminaron sus propios "lockdown".

Siendo justos, postergar la cuarentena total y el cierre de ciudades no es exclusivamente porfía de Piñera, Mañalich y compañía, sino que la experiencia mundial aconseja utilizarla en el minuto exacto, por cuanto su efectividad no es ilimitada y prolongable en el tiempo. Pero, insistimos, ¿quién puede estar seguro de qué lado está la razón con el historial de errores y gazapos no forzados del Gobierno?

En el pasado, para epidemias tan mortíferas como la peste negra o la gripe española, muchos tuvieron que decidir entre los escasos alcances de la ciencia de sus épocas, la fe o la política. Esta última, como ya ha sido establecida en el presente editorial, no está para pedirle votos de confianza a nadie. Sabido también es que ponernos todos a rezar en la plaza, como hacían en el pasado, sería contraproducente. Dios atiende en Santiago.

Quizás, contra todo y contra todos, lo más recomendable sea dejarle esta tarea a los científicos. Al menos no son tan arrogantes.