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Avanzando en tierra ignota

"Pasará tiempo antes que podamos evaluar definitivamente cómo se han hecho las cosas en unos y otros lugares. Los datos disponibles hasta ahora, sin embargo, muestran que a Chile no le ha ido comparativamente tan mal". Claudio Oliva Ekelund, Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso
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El mundo sigue avanzando por territorio desconocido. No es que las pandemias sean algo nuevo. Nos han acompañado desde el origen de nuestra especie. La historia recuerda especialmente la peste negra del siglo XIV en Europa y Oriente Próximo y la mal llamada gripe española hace un siglo por todo el planeta. Cinco años atrás el Ébola azotaba a África Occidental. Sin embargo, para la gran mayoría de los actuales seres humanos, gobernantes y médicos incluidos, se trata de una experiencia inédita. Y aún hay bastante incertidumbre sobre lo que viene.

Las pestes han solido gatillar explosiones de irracionalidad. En el medioevo europeo el sacrificio de judíos y otros como chivos expiatorios era frecuente durante ellas. Hoy no vemos eso, por fortuna, pero los síntomas de solidaridad tribal han ido acompañados también de hostilidad y discriminación hacia otros, anhelos de autarquía y una inclinación hacia la pronta aplicación de las medidas más drásticas, sin sopesar sus posibles consecuencias de corto y largo plazo para la salud física y mental, las destrezas y el bienestar general de la población.

En medio de ello, los gobernantes deben esforzarse por identificar las mejores respuestas en base a la mejor evidencia disponible.

Pasará tiempo antes que podamos evaluar definitivamente cómo se han hecho las cosas en unos y otros lugares. Los datos disponibles hasta ahora, sin embargo, muestran que a Chile no le ha ido comparativamente tan mal. Veintiséis días después de haber superado los 100 contagiados comprobados, éstos han llegado a 6.927 y ha habido 73 fallecidos. En la fecha comparable, España alcanzaba 5.982 muertos, Italia 4.032, Estados Unidos 2.592, Francia 1.995, El Reino Unido 1.789, Alemania 351 y Corea del Sur 81. El único país latinoamericano relevante para el que hay datos comparables, Brasil, llevaba 820.

Con seguridad son muchos los factores que determinan esos números. Además de posibles errores, se habla del clima, la edad de la población, la inclinación al contacto social y físico de cada contexto cultural, la calidad del sistema de salud y hasta de la vacunación contra la tuberculosis. No cabe duda, con todo, que uno de esos factores es la actitud adoptada por los gobiernos. Varios de ellos han dejado muchísimo que desear. Trump, López Obrador, Bolsonaro y Putin, por lo pronto, se mantuvieron largo tiempo en un fatal negacionismo.

En España, el gobierno alentó a asistir a grandes marchas feministas cuando ya se registraban diez fallecidos y a los pocos días se comprobó el contagio de dos ministras y la cónyuge del presidente del gobierno, que habían tomado parte en ellas. En Argentina el número de test practicados por millón de habitantes es menos de la décima parte que en Chile.

Ciertamente ha habido errores y todavía pueden salir muchas cosas mal, pero la aproximación del Gobierno chileno al problema, basada en la preparación temprana, muchos más testeos que nuestros vecinos y la aplicación gradual y en constante revisión de medidas de distanciamiento social, a lo que se suma un robusto conjunto de paliativos económicos, parece estar dando, de momento, resultados bastante aceptables para lo que vive el mundo.

Aprendizaje en línea (y salud mental)

"Es deseable transformar la voz de los educadores/as en "instructores de contenidos", en lo formal, y en "guías de espíritus inquietos", en el fondo, que es lo que importa hoy". Gonzalo Cowley P., Consultor. Director del Laboratorio de Innovación Crowd
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Durante ocho años me desempeñé como instructor online de la Organización de Estados Americanos (OEA), para cursos en Latinoamérica sobre la instalación de gobiernos digitales en escala nacional, regional y local.

Fue una experiencia provechosa, de gran aprendizaje por las distintas realidades y personas que pude conocer y, en particular, por el grupo que logramos conformar con varias decenas de instructores del continente que cumplíamos mismas responsabilidades y métodos.

De esa experiencia, puedo rescatar algunos elementos que deseo compartir para el proceso que se vive actualmente, en especial en el sistema escolar, donde la pandemia (y antes el conflicto social) ha abierto importantes escenarios de incertidumbre, como todo lo nuevo, cuando llega-.

Probablemente, la mayor dificultad sea metodológica y un gran escollo sea la tecnología. En este caso, los sujetos del aprendizaje son los expertos en esta última y jugar en su cancha es correcto. Por ello, la tarea de los establecimientos y de profesoras y profesores debiera ocuparse en salir de los esquemas enciclopédicos y transformarse en "instructores" que se organizan en metodologías comunes para impartir, con la finalidad que en cada establecimiento escolar las reglas intenten ser de una sola forma para todos los involucrados -generando certezas- y evitando experimentaciones individuales que pueden ser altamente distractivas de la instrucción (por muy potentes o innovadoras que sean).

Para lo anterior, sugiero algunos tips que pueden servir de ayuda. Primero, que cada lunes, a primera hora, se dispongan todas las actividades de la semana por ramo, tanto los entregables como los de indagación (tareas, links a videos, trabajos en grupo (no más de 2 personas por ahora) y recursos de lectura con resultados, plazos y canal de entrega según corresponda. Segundo, que cada profesor/a del ramo respectivo, agregue un video a esa entrega con instrucciones precisas y breves de lo que se espera. Tercero, los horarios tradicionales de clases con cada profesor/a son espacios abiertos de consulta para guiar, resolver dudas y orientar en lo relativo a las tareas encomendadas. Cuarto, fijar una sesión abierta a la semana como espacio de reflexión con el profesor/a jefe o con algún profesor/a que guíe una conversación entre los alumnos, respecto de sus inquietudes con lo que ocurre, sobre aspectos metodológicos del aprendizaje y/o con las propias reflexiones de los alumnos acerca de cómo enfrentar este nuevo escenario desde su experiencia. Quinto, fijar un procedimiento de consulta individual por mail, mensajería, video u otro en cada clase y respetarlo. Sexto, poner límites a los horarios de contacto y envío de comunicaciones (19.00 horas, por ejemplo, por salud mental de todos los involucrados y buen orden).

Pienso que es deseable evitar la dispersión, darle a los alumnos un protagonismo en la forma para que propongan y coordinen tecnologías de uso que les resulten cómodas (normalmente son las más simples) y transformar la voz de los educadores/as en "instructores de contenidos", en lo formal, y en "guías de espíritus inquietos", en el fondo, que es lo que importa hoy.

Nuestra propia Batalla de Stalingrado

A veces ese enemigo, que todo el tiempo parecía singular, débil y estúpido, de pronto se convierte en plural y, por ello, invencible. Una pandemia, por lejana que parezca, nunca será un juego.
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Y seguimos hablando de ello, de cómo tres ciudadanos decidieron obviar la cuarentena y escapar en helicóptero desde el barrio alto capitalino hasta Zapallar y Cachagua, provocando el generalizado oprobio de todo un país, mientras tantos otros -olvidándose del SARS-CoV-2 y de las recomendaciones de las autoridades- colmaban las caletas en busca de pescados y mariscos que alimentaran su capacidad de seguir creyendo en esta extraña Semana Santa, en la cual hasta el Cristo de Zeffirelli (interpretado por el eterno Robert Powell) en TVN no pareciera ser el mismo de siempre.

Cuesta explicar qué ocurre. Quizás sea ésta una tarea para el Decano de Teología de la PUCV, el impenitente cura Gonzalo Bravo, o su más aventajado alumno, el almirante (R) Miguel Ángel Vergara, la de entender e interpretar en cuál estadio cristiano nos hallamos, en cuál de las tres Pascuas posibles de Su vida pública coincidimos, tan bien retratadas por el Papa Emérito Joseph Aloisius Ratzinger en su libro Jesús de Nazaret, y quien parece escoger al Jesús rebelde por sobre los demás.

Si bien en cada uno de los detalles está presente el tema de la realeza y sus promesas (que, por ejemplo, al llevarse Jesús el borrico para entrar en Jerusalén, reivindica el derecho del rey a requisar medios de transporte), la tesis del italiano Vittorio Messori que defiende el violento actuar del Nazareno en la Purificación del Templo no palidece ante la interpretación político-revolucionaria del acontecimiento, propuesta por Robert Eisler (Iesous Basileus ou Basileusas, 1929), que lo califica como un «revolucionario político de carácter apocalíptico», lo que sería legitimado «casi científicamente» -explica Ratzinger- cuatro décadas más tarde por Samuel George Frederick Brandon (Jesus and the Zealots).

Para los incautos como nosotros, la rebeldía bien entendida, aquella que nace del amor por la justicia, dista tanto del sálvese quién pueda tan capitalmente chileno que puede terminar siendo nuestra mayor fortaleza a la hora de enfrentar el más grande desafío que encontraremos durante nuestras vidas: la supervivencia, por encima de la propia, de aquellos a los que amamos.

Con toda seguridad, y el almirante (R) Vergara sí que estará de acuerdo esta vez, quien mejor entendió de qué iba el miedo fue el corresponsal judeoruso Vasili Grossman en su obra Vida y Destino (romanizado poéticamente como Zhizn i Sudbá) que versa sobre el infierno en la tierra que fueron los doscientos días que duró la Batalla de Stalingrado entre el Ejército Rojo comandando por el general Vasili Chuikov y el VI Ejército Alemán, liderado por el general Fiedrich Paulus, entre agosto de 1942 y febrero de 1943.

«En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que está próximo a lograr el objetivo mira alrededor, confuso, sin ver a los compañeros con los que había iniciado la acción, mientras el enemigo, que todo el tiempo le había parecido singular, débil y estúpido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla -claro para aquellos que lo viven; misterioso e inexplicable para los que tratan de adivinarlo y comprenderlo desde fuera- se produce un cambio de percepción: el intrépido e inteligente «nosotros» se transforma en un tímido y frágil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibía como una única presa de caza, se convierte en un compacto, temible y amenazador «ellos».

Pregunta: ¿estaremos realmente solos en esta tan propia, nuestra y singular Batalla de Stalingrado a orillas del río Volga?