Agua, las personas en la primera línea
El ministro de Agricultura reconoce que estamos al debe en una materia en que se debe privilegiar el consumo humano. Desde 1981 se han hecho varias reformas, pero no se ha logrado un balance que realmente equilibre los usos agrícola, industrial, minero y humano que se da a las aguas
Un millón 100 mil familias chilenas se abastecen mediante el sistema de Agua Potable Rural (APR), personas cuyas necesidades hídricas básicas son cubiertas con una modalidad que acusa muchas fallas.
El ministro de Agricultura, Antonio Walker, en declaraciones a este Diario, reconoce que en ese sistema, el único en Chile en que el sector agua es cubierto por el Estado, "hemos fallado y estamos al debe".
Las fallas reconocidas por Walker afectan la vida de miles de personas que residen en sectores rurales. Reciben para sus necesidades 50 litros diarios de agua, cantidad insuficiente en estos tiempos en que se insiste en el aseo, en particular en el lavado de manos, para la prevención del covid-19.
El agua, en muchos casos, llega hasta viviendas distantes de localidades pobladas mediante camiones aljibe. Ese reparto no da seguridad por fallas de los vehículos, por las condiciones sanitarias del líquido entregado y el por alto costo de los fletes. En otras ocasiones los APR se abastecen con agua de pozo que se eleva y se distribuye por redes hasta puntos cercanos. Pero los pozos se secan, las bombas fallan y la demanda aumenta.
Anuncia el ministro un programa de inversión de $360 mil millones a cinco años para reparar y ampliar el sistema. Afirma que "no es un problema de la cantidad de agua, es un problema de distribución".
Y así llegamos al polémico tema del balance hídrico de las cuencas, en que la producción agrícola -paltos concretamente en la Provincia de Petorca- dejaría sin agua a los sistemas para el consumo humano y para la pequeña agricultura y ganadería.
La promesa del ministro es "construir ese balance hídrico por cuencas… nos hemos propuesto tener 10 balances por año".
Se deben considerar en esas avaluaciones, que deberían ser resolutivas, cuestiones técnicas y jurídicas. En lo técnico, con recursos, se puede avanzar rápido.
El problema está en lo jurídico, en una legislación con raíces en 1855 y en 1981 en que entró en vigencia el Código de Aguas, que las define como bienes nacionales de uso público. Sin embargo, de acuerdo a la Constitución de 1980, se reconoce el derecho a la propiedad de las aguas y la posibilidad solicitar esos derechos y venderlos. Desde 1981 se han hecho varias reformas a la normativa sobre estos "bienes nacionales de uso público", pero no se ha logrado un balance que realmente equilibre los usos agrícola, industrial, minero y humano que se da a las aguas.
Llegamos así a la situación actual, donde esos recursos escasos debido a la sequía, falta embalses y canalización, no logran cubrir las necesidades del consumo humano rural y, quizás en el futuro, el abastecimiento urbano. Como bien dice Walker, estamos al debe en recursos, pero también en una legislación que ponga claramente a las personas en la primera línea.