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"Ni el Estado más eficiente"

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"Ojalá haya espacios donde se consideren, porque tenemos mucho que aportar, y si lo dejamos centrado únicamente en los esfuerzos individuales o en las directrices del Estado, vamos a tener serios problemas", sostiene, y agrega que durante la pandemia se ha producido una dolorosa y forzosa revaloración del sentido comunidad, con la reactivación de numerosas asociaciones motivadas por el imperativo de ir en apoyo de los sectores más afectados, cuya integración debería ser considerada por el mundo político y económico.

Valdivieso, también consultor en cambio organizacional y facilitación de procesos participativos, y director del Magíster de Comunicación Organizacional de la UAI, participó la semana pasada en el webinar "Teoría el Don y Filantropía", organizada por el Refugio de Cristo, donde también se abordaron estos temas.

-Yo tengo mis aprensiones respecto de la palabra "lucro", porque eso tiene que ver en mi percepción con una ganancia indebida. Esto es, cuando hablamos de lucro en algunas instituciones, como el "lucro en la educación", a mi entender no era la posibilidad de obtener beneficios a partir de lo educativo, sino que un beneficio a partir de cierto acuerdo por sobre lo razonable y/o lo permisible en ese ámbito. Cuando hablamos desde la Teoría del Don, lo que nosotros decimos es que el dar, el recibir y el devolver nunca está exento de interés como de gratuidad. No es sólo gratuidad, no es sólo interés. Así como tampoco es sólo obligación o sólo libertad. Y es esa ambivalencia la que tiene un nombre, se llama reciprocidad. A partir de eso se construye la reciprocidad. Siempre estamos cotejando esa ambivalencia entre si ayudamos al otro porque queremos hacerlo, porque somos generosos y también porque recibimos algo a cambio. Ese algo a cambio no es lucro, sino simplemente el resultado de la acción de donar, es el vínculo, la integración con el otro. Eso es lo que se construye.

Felipe Valdivieso Larraín, psicólogo, sociólogo y académico de la UAI:

Experto en cambio organizacional y procesos participativos plantea que con la desescalada llega la hora de que el sector público y el mercado, que se verán excedidos por todas las necesidades, incorporen a las distintas organizaciones de la sociedad en las próximas grandes definiciones.

La necesidad de que una diversidad de instituciones y organizaciones de la sociedad, como juntas de vecinos, colegios profesionales, gremios, universidades y otros, participen en las definiciones de la desescalada de la crisis sanitaria, plantea el psicólogo, doctor en Sociología y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), Felipe Valdivieso Larraín.

DAR, DEVOLVER Y RECIBIR

- En la conferencia sobre la Teoría del Don usted planteó que la filantropía debería ser parte de la educación cívica. ¿Por qué?

-Desde la Teoría del Don se entiende que los vínculos sociales se fundan en las dinámicas de dar, de devolver y de recibir, y creo que en esto la educación cívica tiene un rol bien importante. Me parece que eso se relaciona con temas ciudadanos, con sistemas donde el otro importa, donde lo reconocemos, y por tanto agradecemos, recibimos lo que nos da y le devolvemos cuando podemos. La referencia a la educación cívica tiene que ver con una especie de educación de ciudadanos, donde entendemos que nuestras relaciones no están exclusivamente definidas por contratos, obligaciones, aspectos económicos o transaccionales, sino también por el reconocimiento de los derechos y los anhelos del otro. Cuando uno observa algunos tipos de debate, siente que la discusión tendría otra calidad si existiera cierto respeto, cierta cordialidad respecto al otro. El filósofo canadiense Charles Taylor dice que la salud de una sociedad se mide por la calidad de su conversación. Yo creo que la salud de esa conversación pasa por la cordialidad, por el respeto, por el diálogo, aspectos que a mi juicio conforman esa educación cívica, más allá de sus contenidos clásicos.

- Si la salud de una sociedad de mide por la calidad de su conversación, ¿Chile estaría enfermo?

- Yo creo que estamos en un punto bastante crítico, en una crisis que tiene varias capas: ambiental, hídrica, social y política, económica y sanitaria. Y por lo tanto, si uno ve las alternativas y la capacidad de diálogo que tenemos como sociedad, me parece que no es un panorama muy alentador. No es una instancia donde uno puede participar de un diálogo sin caer en descalificaciones, en simplismos, en cierta rudeza.

SOLUCIONES EXCEDEN ESTADO Y MERCADO

- En relación a la filantropía, muchas prestaciones y servicios probablemente no se podrían dar sin ella, porque el Estado no los ha asumido. Por ejemplo, la labor de rehabilitación de la Teletón.

- Para esto habría que tomar el caso de los efectos de la pandemia, que nos muestra que ni el Estado más sofisticado o eficiente del mundo es capaz de dar la respuesta suficiente a todos los problemas que trae aparejada. Por cierto, tampoco el mercado más justo o eficiente podría hacerlo. Lo que ha reflejado esta pandemia, es el reconocimiento de numerosas asociaciones, la importancia de las fundaciones, de los colectivos, de las juntas de vecinos, de las ollas comunes, incluso de los grupos de Whatsapp para ayudar a una familia o darle una mano a alguien que se está reinventando porque perdió el empleo. Lo que refleja eso, a mi juicio, es la necesidad de vinculación entre estos tres mundos. Con esto no quiero decir que el futuro y la solución estén en este tipo de organizaciones sociales basadas en la cooperación y en la reciprocidad. Por cierto el Estado debe asumir una parte importantísima en la resolución de temas sanitarios, sociales, educacionales, de vivienda, etc. Pero no creo que a estas alturas sea razonable pensar que en el Estado o en el mercado por sí mismos existirán las respuestas a desafíos del tamaño de lo que estamos viviendo.

- Su posición pasa entonces por la integración de estas tres dimensiones.

- Sería interesante buscar en estas formas de integración interrelaciones al amparo del Estado, junto a las transacciones del mercado y junto con las formas de reciprocidad que hemos visto con mayor nitidez en estos meses y que habíamos tenido un poco olvidadas, dejadas de lado y algo menospreciadas. Es muy importante activar las juntas de vecinos, las asociaciones, los clubes, las fundaciones. Pero no creo que esa sea la panacea. Creo que lo que necesitamos es una mayor integración y un nuevo espacio compartido, una mayor promiscuidad, por así decirlo, entre estas esferas que se manejaban de manera independiente.

CARTA DE LOS MILLONARIOS EN DÓLARES

- Este mes se conoció una carta abierta en que más de 80 millonarios piden a sus gobiernos que les suban los impuestos para contribuir con los programas destinados a reactivar la economía tras la pandemia. ¿Filantropía pura?

-Yo creo que eso es lo que corresponde y tiene que ver más con una distribución de los beneficios y de las utilidades que tengan las instituciones económicas a través del Estado. Así que técnicamente no es filantropía, sino más bien una toma de conciencia que ya venía desde hace algún tiempo. No creo que sea filantropía, sino un nuevo acuerdo tributario sobre distribución de beneficios y de los resultados de la producción, y me parece que va en una línea o que apunta a un objetivo compartido con la filantropía, que es qué formas podemos buscar para resolver un montón de carencias que tenemos en la sociedad. Se dan cuenta también de la interdependencia, del hecho que estamos viviendo y necesitando de los demás.

- En esa carta, se manifestaron convencidos de que "está mal" vivir disfrutando de grandes sumas de dinero y la seguridad que esto aporta sin contribuir a la sociedad "está mal". ¿Lo hacen para quedar con la conciencia tranquila?

- Cuando yo doy algo a alguien, por supuesto que puede tener un objetivo. Por ejemplo, si lo entrego a una persona en situación de pobreza, puede ser para preservar la paz social, para que yo me sienta bien, etc. Pero al mismo tiempo lo hago por generosidad, probablemente elijo hacerlo a esa persona en ese contexto. Y me da la impresión de que, independientemente de cuáles sean los intereses que pueda haber en este tipo de actos, existe una percepción mayor de que estamos viviendo en una sociedad híper conectada, donde crisis como la del covid-19 nos advierten que hay un límite en el intentar surgir de manera individual, y por lo tanto, necesitamos buscar nuevos acuerdos.

EL INTERÉS DE AYUDAR

- En ese sentido usted decía que el don no es sólo un acto generoso, sino que hay un interés de por medio, no necesariamente económico, y que eso no lo hace pecaminoso, sino social y real.

- Exacto. A mí me interesa mucho esto de buscar la "pureza" en los actos de los demás. Los seres humanos hemos sido condicionados a intentar descifrar las intenciones del otro de manera tajante y rápida. Probablemente de esto dependió nuestra supervivencia en algún momento, de saber si el otro tenía intenciones hostiles o pacíficas. Pero yo creo que en la práctica, cada vez que somos generosos, también damos cuenta de algún interés. Por último puedo hacerlo para sentirme bien conmigo mismo. Hay algo en la Teoría del Don sobre el "placer de dar", que al ser satisfactorio hacia mí, puede ser considerado un interés. Por lo tanto, esa dimensión estratégica en la generosidad o en el dar, siempre está presente. Yo creo que las personas, por ejemplo, en una colecta como la Teletón, donan por varias razones. Algunas tienen que ver con la generosidad, con los valores, y otras también con los intereses. No veo cuál es el problema en que coincidan ambas dimensiones. Insisto, los seres humanos somos ambiguos, somos ambivalentes y complejos. Por lo tanto, tratar de reducir todo y decir que todos los que donan lo hacen porque reducen impuestos, o que este otro que dona es porque siente generosidad y es una persona muy desprendida, me parece que es una reducción falaz de la complejidad de las personas, y tampoco tiene mucho sentido, dicho sea de paso.

- En esa línea, ¿se podría hablar entonces de una especie de "lucro filantrópico"?

NUEVOS MECANISMOS DE RELACIÓN

- Se ha debatido mucho el hecho de que en Chile, ni la Ley Valdés de Donaciones Culturales, ni la Ley de Donaciones Sociales ni la Ley de Rentas Municipales incluye a la protección del medio ambiente entre sus objetos de donación. ¿No le parece extraño dado el auge de la causa ambientalista?

- Me parece que en general, respecto de la dimensión y la importancia de la crisis ambiental, tenemos un retraso no sólo en el aspecto legislativo sino en muchos más. Antes del estallido social eran temas que sabíamos que iban a venir con mayor importancia. El trabajo de los grupos ambientalistas, la acción de la academia alertando sobre la escasez hídrica, sobre cambio climático, sobre la pérdida de la biodiversidad….Se llegó a formar un tipo de vida que casi prescinde de todas estas advertencias, en cualquier ámbito, no sólo el de esta ley, sino también en cómo se están construyendo las viviendas en Chile, en qué condiciones está nuestro patrimonio natural, en la industrialización, en la normativa.

- En lo que respecta a participación, usted señaló en una conferencia que ésta ha visto impulsada por la Ley 20.500 "sobre asociaciones y participación ciudadana", de 2011, de la cual han surgido una serie de organizaciones comunitarias funcionales que han accedido a herramientas de gestión y fondos que les han permitido empoderarse. ¿Es suficiente?

- Creo que siempre se puede avanzar más. Personalmente, pienso más bien que más allá del marco normativo, tenemos que seguir buscando nuevas formas de participación. Yo en algunas ocasiones he puesto el énfasis en no reducir la participación ciudadana a las asambleas, sabemos que hay una serie de limitaciones en términos de la participación de la comunidad, y de seguir buscando nuevas alternativas que debiéramos tener, nuevos mecanismos de relación entre las personas y las autoridades. Me parece que todavía falta, sobre todo, abrir nuevas formas de participación a una mayor eficiencia, creo que por ahí va el desafío mayor que tenemos que realizar.

LA ESQUIVA PARTICIPACIÓN

- La encuesta regional de Opinión Política 2018 de la Fundación Piensa constata que el 59% de los consultados no integra ninguna organización; sólo el 15% se involucra en juntas de vecinos, 11% en clubes deportivos, 9% en iglesias o grupos religiosos, y apenas el 1% en un partido o movimiento político. ¿A qué cree que se debe esta desafección?

- Hay que distinguir algunos aspectos de esa desafección. Respecto de los partidos políticos, hay una serie de tesis que apuntan a que con el término de la dictadura, se fueron distanciando de la ciudadanía, lo que fue generando una cierta tensión complementada por una serie de escándalos y controversias.

-¿Y respecto de la participación en organizaciones?

- Creo que la sociedad chilena en las últimas décadas, ha transitado por el individualismo, asociado a que la promoción y los recursos individuales permitirían acceder a una serie de prestaciones que hacen en la práctica que podamos prescindir del otro. Cuando tenemos una sociedad donde la mejor educación es o tiende a ser privada, y por lo tanto depende del "esfuerzo", del patrimonio y de un montón de oportunidades que sólo algunos tienen, y donde la calidad de la salud también depende del acceso financiero que uno pueda tener o no, por supuesto que eso tiene un efecto de desafección institucional formal. Yo creo que los estudios muestran este proceso de mayor individuación de la sociedad chilena, que tiene su correlato en la desafección de organizaciones formales. Pero al mismo tiempo también notamos que las personas sí se sienten muy cercanas a grupos de amigos y a la familia que tiene un rol importante en términos de cohesión. Yo me pregunto si hoy esa cifra está igual.

- ¿Qué tiende a pensar usted?

- Sería interesante indagar si eso se ha mantenido. Desde el estallido social hasta la aparición del covid-19, hubo un resurgimiento de muchas asociaciones o grupos más o menos formales de acción política, social, de educación, economía, por lo que estamos pasando hoy día. Creo que vivíamos en esa tendencia e indudablemente el estudio de la Fundación Piensa confirma el punto, pero tiendo a pensar que esto ha sido matizado por los últimos eventos, y espero que se revierta de cierta manera esa tendencia, porque creo que la respuesta a los desafíos que tenemos como sociedad no viene del individuo solamente, o sólo del Estado, sino que tiene que integrarse con estas organizaciones.

- ¿La pandemia ha tenido el efecto de que se haya revalorado el sentido de comunidad?

- Tengo la impresión de que sí, pero no quiero que se malentienda. La pandemia no es algo bueno. Creo que ha sido un proceso forzoso, una revalorización del dolor. Muchas personas han tenido que echar mano a formas de cooperación, de reciprocidad, de colaboración, no porque lo quieran. Probablemente con mucho dolor, con vergüenza en muchos casos, con mucho sufrimiento detrás, pero en la práctica me parece que se ha revalorizado. Creo que desde el mundo político y desde el mundo económico, esto debiera poder funcionar y ver de qué manera se puede favorecer e integrar, no mirarlo como algo que va a solucionar los problemas de la pandemia, porque no lo va a hacer, así como tampoco lo va a hacer el Estado o el mercado. Hay que trabajar entre estas tres áreas, incorporarlas. 2

Rosa Zamora Cabrera

rosa.zamora@mercuriovalpo.cl

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Nuestras relaciones no están exclusivamente definidas por contratos, obligaciones, aspectos económicos o transaccionales, sino también por el reconocimiento de los derechos y los anhelos del otro".

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Los estudios muestran mayor individuación de la sociedad chilena, que tiene su correlato en la desafección de organizaciones formales. Pero al mismo tiempo las personas sí se sienten muy cercanas a grupos de alta cohesión como amigos y a la familia".

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Cuando uno observa algunos tipos de debate, siente que la discusión tendría otra calidad si existiera cierto respeto y cordialidad respecto al otro. Si vemos nuestra capacidad de diálogo, no es un panorama muy alentador".