Cartas
Vicealmirante Ismael Huerta
Unamuno sostenía que muchas veces situaciones de la vida obligan a hablar en primera persona no para realzarse uno mismo, sino para dar fe de algo que le consta. Señalo lo anterior en relación al almirante Ismael Huerta Díaz, sobre quien un canal de televisión presentó una caricatura negativa que dista sideralmente del personaje real.
Conocí al almirante Huerta cuando, siendo capitán de navío, por allá por 1968, participaba en representación de la Armada en los seminarios del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chile, que en esa época dirigía Claudio Vélez. Luego, cuando como funcionario del Senado éste fue cerrado hasta nueva orden, fui destinado al Ministerio de Relaciones Exteriores a fines de septiembre de 1973 y me encontré que el canciller era el vicealmirante Huerta. Siempre lo vi actuar como un hombre ponderado, correcto y justo. Tenía como asesor de confianza a un connotado democratacristiano, Enrique Bernstein, posición política que yo compartía. A comienzos de enero de 1974 fui llamado a la oficina del ministro, donde me recibió junto a su asesor. El canciller me señaló que estaba muy preocupado por la suerte de la gente que estaba asilada en las embajadas extranjeras en Santiago, pues había sabido que vivían en pésimas condiciones dado el número que permanecía en cada residencia.
Me agregó que había que hacer algo para aliviar la existencia de aquellos y para eso había que obtener de los fiscales militares la autorización para que pudieran abandonar el país, para lo cual se requería un abogado que se hiciera cargo del tema y alegara ante los fiscales los casos y así conseguir los vistos buenos necesarios para aquello. Me preguntó si estaba dispuesto a asumir esa tarea eminentemente humanitaria. Le respondí que sí. De inmediato, en compañía de Luis Winter, nos dedicamos al tema y fue así como fuimos consiguiendo poco a poco de los fiscales militares las autorizaciones necesarias para la salida del país de la mayoría de los asilados.
Cuento lo anterior como una manera de desmentir la imagen que el programa de marras trató de dar del exmarino. Me consta, insisto, que tuvo un cuidado personal por temas relacionados con chilenos que lo pasaban mal por sus ideas y se esforzó desde su posición en realizar todo lo que estaba a su alcance para dar solución, en la medida en que la circunstancias se lo permitían, a las dificultades humanas que la realidad del país le presentaba a aquellos.
Demetrio Infante Figueroa Exembajador de Chile
Plebiscito
No faltan quienes pretenden restar legitimidad al plebiscito de octubre sólo porque fue producto de la presión social ejercida sobre el Gobierno, el Congreso y los partidos políticos del país, ante lo cual sólo cabe recordar que todas las constituciones que ha tenido Chile -1828,1833,1925 y 1980- fueron producto de distintas circunstancias extraordinarias.
Si salimos ahora del país comprobaremos que muy importantes documentos políticos en la historia de Occidente fueron el resultado de la presión ejercida sobre los poderosos: la famosa Ley de las XII tablas, en la Roma antigua (fruto de la lucha de plebeyos contra patricios); la Carta Magna inglesa, de 1215, que fue firmada por el rey Juan sólo después de que los nobles y señores de la época rodearan el palacio real con un ejército de hombres a caballo; el Acta de Habeas Corpus, de 1679, que consagró la tan apreciada acción de amparo contra detenciones ilegales, fue firmada de mala gana por Carlos II luego de las protestas que surgieron por la prisión arbitraria de varios opositores políticos al monarca; y la Declaración de Derechos, también en la Inglaterra del XVII, fue la condición que el parlamento puso a Guillermo de Orange y su esposa María para que pudieran asumir la corona luego de derrocar al déspota Jacobo II.
¿De qué nos extrañamos entonces? ¿Vamos a restar legitimidad y valor a tan relevantes documentos sólo porque el poder político de la época fue presionado para otorgarlos?
Agustín Squella Narducci Profesor Escuela de Derecho Universidad de Valparaíso
Sillón municipal
Yo fui parte de las 18.321 personas que votaron por el diputado Urrutia. Yo confié en él y me parece impresentable que esté pensando en renunciar al cargo en el cual le confié para jugar a la sillita musical y cambiarse potencialmente al sillón municipal de Viña del Mar.
Vale destacar que el diputado Urrutia ya cumple su segundo periodo legislativo y no podría optar por una reelección. Le exijo al honorable que haga cumplir el mandato que la ciudadanía le dio y respete el tiempo por el cual fue electo, y no lo deje botado por ambiciones partidistas. Por lo demás, de llegar a renunciar para asumir una precandidatura, algo que me parecería de una poca seriedad tremenda, debe, sí o sí, competir con el resto de los precandidatos de la coalición, porque los viñamarinos no aceptaremos que una vez más se cocinen los cargos entre cuatro paredes o sean designados a dedo.
Si el señor Urrutia quiere optar al sillón municipal, debe competir con los que han demostrado interés, como son Georg Hubner, por Evópoli, y Raúl Celis por RN.
Francisco Lizana Aylwin
Constitución
El expresidente Ricardo Lagos realizó en 2005 una de las reformas más importantes a la Constitución de 1980, razón por la cual la Carta Magna lleva su firma, en reemplazo de aquella promulgada en 1980.
La promulgación de la Constitución que nos rige se hizo en forma solemne en La Moneda. En aquella oportunidad, el Presidente Lagos señaló: "Chile cuenta desde ahora con una Constitución que ya no nos divide, sino que es un piso institucional compartido, desde el cual podemos continuar avanzando por el camino del perfeccionamiento de nuestra democracia. Nuestra Constitución no es más un dique para la vida nacional, la que puede fluir ahora como un río por este cauce institucional".
Ahora bien, el 25 de octubre de 2020 los chilenos y chilenas votaremos si seguimos o no con la Constitución que nos rige actualmente y que lleva la firma del expresidente Ricardo Lagos Escobar.
Mauricio Pilleux Dresdner
Proporcionalidad
La proporcionalidad del actuar policial no es la misma proporcionalidad de un combate de esgrima o un duelo. En estos casos nos es indiferente el resultado y por eso las reglas establecen igualdad en los medios. En cambio, en un Estado de derecho el resultado de un enfrentamiento entre encapuchados y policías nos importa: son estos últimos los que deben ganar por los medios más efectivos y menos lesivos que contemplan las leyes en el caso particular. Esto último es el verdadero significado de la proporcionalidad del actuar policial.
Juan L. Lagos Fundación para el Progreso