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Indecisión y adolescencia política

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"Podría haber sido mejor", dijo Heraldo Muñoz, presidente del PPD, al ser consultado sobre cómo había estado su día el miércoles recién pasado, cuando cerca de las 21:00 horas llegó al Servel a inscribir el pacto para primarias de Convergencia Progresista, la Democracia Cristiana, el PRO y Ciudadanos, con miras a las elecciones municipales y de gobernadores regionales.

Ese estado de ánimo manifestado por el timonel PPD da cuenta precisamente de lo que fueron los últimos días y horas, antes del plazo fatal para la inscripción de los pactos, que vencía precisamente el miércoles a la medianoche y para lo cual la centroizquierda hizo infructuosos intentos con el Frente Amplio y el Partido Comunista, para aglomerar a la oposición de cara a abril próximo.

En las tratativas, el Frente Amplio se mostró ambiguo desde el inicio de las conversaciones, planteando que estaba dispuesto a negociar, luego que no, luego que sí nuevamente, para terminar dando un portazo a la ex Concertación e inscribiendo sus propias primarias en el Servel. Finalmente, la oposición terminó dividida en tres grupos: los frenteamplistas, por una parte, Convergencia progresista hizo lo propio en conjunto con la DC, el Pro y Ciudadanos, y el PC decidió quedar fuera del proceso.

Si bien las condiciones exigidas por el FA para un posible consenso tenían lógica (fijar un mínimo programático, vetar candidatos vinculados a casos de corrupción y no proteger a alcaldes en ejercicio), el problema está en que, más allá del mundo de los ideales, en la práctica su postura intransigente -el adolescente rebelde- no les permite convertirse en una alternativa real para llegar al poder, sobre todo si tienen en mente alguna vez convertirse en gobierno.

Porque, de hecho, no se debe olvidar que lo que suceda en las municipales, siempre se ha considerado una tendencia de lo que pasará en la presidencial. Mucho más en 2021, cuando solo habrá meses de diferencia entre una definición y otra.

En todo caso, la posibilidad de articular a toda la centroizquierda parecía más bien un ejercicio en extremo voluntarista. ¿Qué pueden tener hoy en común el Frente Amplio y la Democracia Cristiana? Desde ese punto de vista, llegar a un acuerdo solo pensando en alcanzar el poder tampoco parece sincero de cara a la ciudadanía y la baja estima en la que tienen al mundo político.

Bajo este mismo prisma, lo que queda hacia la opinión pública son los dimes y diretes que cruzaron la negociación, una conversación en la que los trapitos al sol se ventilaron sin pudor, hasta llegar a un resultado que era previsible. A ojos del ciudadano común, lo que queda en la retina es que el FA y el resto de los partidos de oposición -aunque también sucedió en el oficialismo, con mejores resultados eso sí- siguen utilizando las mismas prácticas que los han llevado a aparecer en los últimos lugares de las encuestas cuando de confianza se trata. Aquí sigue mandando la maquinaria política, que determina quiénes representarán al pueblo en las instancias de poder, no porque sean los mejores, sino porque es lo que la calculadora electoral manda.

En esta pasada, el FA no queda bien parado. Distinto sería si hubieran mantenido desde el inicio una postura de llanero solitario, como la tuvieron en las pasadas elecciones. Pero jugar al "sí, pero no, pero quizás" tampoco habla muy bien de convicciones, sino de oportunismo. Y eso muestra -como lo han dicho otros- una falta de madurez política que quizás con el tiempo llegará, pero aún no está aquí.

En otra vereda, el PC juega al "niño bonito" y mira desde la galería, esperando a ver si el FA decide acogerlos -¿o acompañarlos?- pensando en las próximas presidenciales. Pero tampoco tienen ningún terreno ganado, salvo contar entre sus filas a Daniel Jadue, el mejor posicionado en la centroizquierda para convertirse en candidato presidencial, aunque con apenas un 17% según las encuestas. ¿Será suficiente aquello para que el FA deje de dárselas de adolescente rebelde y termine pactando con miras a noviembre del 2021?

En esta indecisión y fracaso de las primarias también queda de manifiesto la falta de un líder ordenador en la centroizquierda. A diferencia de lo sucedido en elecciones anteriores, hoy el Presidente de la República no es de sus filas y tampoco existe una figura que sea considerada primus inter pares y que tenga la legitimidad para llamar al orden a los partidos. En la práctica, eso hace que las ovejas estén aún más descarriadas y el resultado sea un rotundo fracaso. 2

A ojos del ciudadano común, lo que queda en la retina es que el FA y el resto de los partidos de oposición -aunque también sucedió en el oficialismo, con mejores resultados eso sí- siguen con las mismas prácticas que los han llevado a aparecer en los últimos lugares de las encuestas cuando de confianza se trata".

Una buena columna

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Lo más importante de una columna, sin duda, es hacer pensar al lector. Entregar las herramientas para que él pueda reflexionar acerca de algo por sus propios medios. Moverle el piso, para que pueda pensar respecto de algo o alguien".

A través de distintos medios me han llegado ofertas de cursos realizados por interesantes y diversos personajes sobre cómo escribir columnas. Por un lado, esto me preocupa, alguien me está queriendo mandar un mensaje. Por otro, a nadie la ha interesado conocer mi opinión. Lo que no impide que, aunque con pocos años en este rubro, pueda reflexionar sobre este proceso que se ha puesto tan de moda en este último tiempo, producto del encierro.

Puede ser solo una percepción, pero la crisis ha aumentado el interés por la lectura y el análisis y, además, ha envalentonado a algunos que se han lanzado en el arte de escribir. Me han llegado columnas de familiares y amigos de quienes, hasta hace poco, dudaba que supieran leer. Una gran cosa. No está de más recordar la frase que le habría dicho Andrés Bello a Diego Barros Arana: "Escriba no más joven, que en Chile nadie lee" (y vaya que se lo tomó a pecho).

En esta línea y siguiendo a Aristóteles, no hay mejor forma de aprender a hacer algo que haciéndolo. Puede ser parecer obvio, pero la única forma de aprender a escribir una columna, es escribiéndola (yo espero lograrlo pronto y que la mayoría de mis lectores siga vivo para ese entonces).

La primera recomendación, no obstante, antes de escribir, es tratar de leer, ocupar por lo menos el doble de tiempo del que uno utiliza escribiendo, en leer a otros autores. Hay muchos columnistas que escriben más de lo que leen y eso se nota, para mal, obviamente.

Ahora, qué debe tener una buena columna desde mi punto de vista. El primer requisito esencial es tener una hipótesis, una idea principal que debe ser demostrada a través de una argumentación lógica y ordenada. Junto con esto, un inicio atractivo y una conclusión que cierre el tema (por favor, no ocupe de ejemplo esta columna).

Desde el punto de vista práctico, deje que la columna repose. No la lea apenas la termine e idealmente pídale a otro, que no sea su mamá o su abuelita, que la lea y se la comente. Todas mis columnas, salvo las de Wanderers, han pasado por el ojo crítico de mi señora. Una "dracona" de los puntos y las comas. Vayan para ella mis agradecimientos por la enorme paciencia que ha tenido durante estos últimos años, revisando y corrigiendo los mismos errores.

Otro requisito fundamental es abrir la cabeza del lector. La mayoría de las veces, las columnas apuntan a reafirmar las ideas de un determinado sector. Aquí hay bastante de autoengaño, nos gusta o disgusta un columnista no tanto por la claridad de sus ideas, sino por lo cercano que esté a mi propio pensamiento. En el fondo, me gusta porque dice justo lo que pienso.

Por el contrario, me parece que una tarea honesta por parte de un buen columnista, salvo que quiera hacer propaganda, es tratar de presentar al menos dos puntos de vista distintos, una posición diferente que acompañe a la propia. Aunque, en este caso, no se me ocurra cuál podría ser una opinión distinta.

Pero lo más importante de una columna, sin duda, es hacer pensar al lector. Entregar las herramientas para que él pueda reflexionar acerca de algo por sus propios medios. Moverle el piso, para que pueda pensar respecto de algo o alguien.

En esta línea, cada vez que leo una columna, trato de preguntarme si me entregó algo nuevo. Si uno pudiera sacudir y dejar que caigan las ideas nuevas, imaginar si algo caería. En esta misma línea, un buen ejercicio, es saber cuántas columnas recuerda o, como las películas, cuáles podría volver a leer, solo por el placer que produce esa lectura.

Finalmente, cuando haya escrito una columna y esté orgulloso de ella, dese una vuelta por los diarios españoles, lea, por ejemplo, a Arturo López-Reverte y se dará cuenta de que todavía queda mucho que aprender. 2

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