En su informe final número 273 del año 2020, la Unidad de Control Externo de la Contraloría Regional efectuó una auditoría y revisó las cuentas a los gastos de la Corporación Municipal de Valparaíso (Cormuval) entre el 1 de enero de 2017 y el 30 de junio de 2019, cargados a fondos de educación para fines completamente diferentes como compra de bienes de consumo, servicios y pagos de sueldos.

Dentro de sus principales resultados, el ente contralor detectó "áreas productivas" dentro de los liceos Técnico de Valparaíso y María Luisa Bombal, en los cuales se elaboraban alimentos, ropa, talonarios, pendones y diplomas, además de prestar servicios de coctelería y fotocopiado, los cuales eran vendidos a la propia corporación y a particulares, con ingresos por más de $ 490 millones. ¿Quiénes eran los empleados? Los propios alumnos menores de edad, a cambio de pagos que iban desde los $ 2 mil a los $ 20 mil. Obviamente, sin autorización.

Así, la Cormuval se gastó más de $ 516 millones en 21 trabajadores que coordinaban las áreas productivas, es decir, a quienes conducían "desinteresadamente" la labor de los niños.

El arqueo tampoco pudo determinar dónde fueron a parar $ 8 millones, cifra que a esta altura debe ser "calderilla", como bien decía Truman Capote en sus traducciones de Anagrama.

Otros $ 28,6 millones se fueron a bonos de producción, $ 172 millones -con cargo a los fondos SEP- a la compra de buzos, poleras, corbatas, insignias, agendas, colaciones, empanadas, tortas, desayunos , almuerzos y, cómo no, en los estupendos servicios de coctelería atendidos por menores.

Sería farragoso insistir en cada detalle, pero acá hay unas perlitas: $ 5.035.780 que los liceos gastaron en bebidas alcohólicas, $ 2.168.050 en restaurantes, $ 85.049 en carbón, $ 1.304.036 en arreglos florales, $ 1.408.451 en efectivo a un exdocente del LTV para "gastos médicos", $ 166.000 en relojes, el uso de un bus municipal por parte de la Cormuval, arriendos de salas, patios y cancha sin respaldo…

Eso es la Cormuval. La misma que se da el lujo de vetar medios de comunicación, de estrilar por su más absoluta inocencia y lograr que saquen (con ayuda de un exrector y hoy candidato de la exNM a la Gobernación) a Gianni Rivera, el único director que denunciaba las tropelías que se estaban haciendo.

Para finalizar, una adivinanza. De alta política, claro está: ¿Quién pronunció las siguientes palabras al ganar unas elecciones en las cuales se impuso sorpresivamente?

"Se acabó el duopolio en esta tarde hermosa, se acaba la corrupción, la injusticia, las malas prácticas, irrumpe hoy una nueva fuerza política y social de ciudadanos dignos que, con independencia de los partidos, nos hemos dado a recuperar no solamente la dignidad de la ciudad, sino que también la de nuestro país".

a) Margaret Thatcher, al asumir de Primera Ministra en 1979.

b) Peter Dragicevic, en el Colo Colo de los noventa.

c) El magallánico Jorge Sharp, la noche del 23 de octubre de 2016, mientras el Mimo Tuga gritaba sin decir nada.

d) Kim Jong-Un, después de deshacerse de forma no muy cristiana de un tío medio revoltoso en 2007.

e) Federico Errázuriz Zañartu, tras romper el monopolio de las presidencias de los decenios, en 1871.

¿Adivinó? ¿No? Acá va una pista: No fue en Norcorea, pero al protagonista también lo apodan "Gran líder".

Transparencia debe ser una de las expresiones más manoseadas en la actualidad, y ni hablar de honestidad, que puede ser el atributo menos creíble de la clase política. El alcalde de Valparaíso usó ambos términos, transparencia y honestidad, para calificar su gestión en una entrevista publicada por este medio hace unos días. Cuarenta y ocho horas después nos enteramos por este mismo diario de un escándalo en la Corporación Municipal de Valparaíso, que preside el alcalde, gracias a una investigación de la Contraloría, que detectó irregularidades en establecimientos educacionales de la comuna por casi mil millones de pesos y que ocurrieron durante al menos tres años de la administración de Jorge Sharp.

No fue el municipio ni el alcalde ni la propia Corporación quienes detectaron esta grave situación, sino que fue el organismo fiscalizador del uso de los recursos públicos destinados a enseñar y preparar a nuestros niños para la vida adulta. Como madre y como mujer, me indigna, y me imagino que a las familias de los escolares porteños también. A propósito de esto último, ¿alguien se ha preguntado cómo están los niños?

En la comuna hay 57 mil estudiantes dependientes de la Cormuval y, de acuerdo a datos de la Fundación Enseña Chile, los escolares porteños tienen dos años de retraso en el aprendizaje, es decir, un alumno de primero medio sabe en realidad lo que un estudiante de séptimo básico. Más de 2.600 niños y jóvenes de Valparaíso están fuera del sistema escolar, lo que significa que se encuentran sin acceso y sin haber completado sus 12 años de escolaridad. El promedio regional en la PSU es de 491 puntos y el promedio comunal fue de 458 puntos en 2017.

Dentro de mis propuestas para Valparaíso en el ámbito de la educación municipal, una de las principales preocupaciones debiera ser contar con un plan integral de bienestar emocional de los niños y niñas de Valparaíso. Está demostrado que apoyar a los estudiantes desde el aspecto psicosocial genera mejores índices de rendimiento y estabilidad.

Y por otra parte, es prioritario nivelar la educación de los estudiantes de Valparaíso, en especial tras un año que ha sido particularmente difícil. Mi propuesta es que el municipio invierta en tecnología que permita contar con escuelas y liceos conectados a internet, con apoyo del sector privado, y acciones concretas al interior de las salas de clases orientadas a mejorar la calidad de lo que los niños están recibiendo.

Las escuelas y liceos de Valparaíso deben ser lugares donde toda la comunidad escolar tenga como único foco entregar la mejor educación, no una fuente de actividades comerciales particulares, como detectó la Contraloría. Los niños, niñas y adolescentes de Valparaíso se merecen algo mucho, pero mucho mejor.