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Escuchando a Frei antes de votar

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Este 25 de octubre, es útil recurrir a la historia para encontrar ejemplos, como el discurso del ex Presidente Eduardo Frei Montalva, para valorar la democracia y los valores que ella implica: respeto, tolerancia y, por sobre todo, condena absoluta a la violencia"

El hecho más cercano al plebiscito de este domingo ocurrió hace cuarenta años, cuando el general Augusto Pinochet llevó a cabo un proceso eleccionario, con una serie de vicios, para validar una Constitución que se había elaborado entre cuatro paredes.

Dentro de las irregularidades, se encontraba la parcialidad a favor de la nueva Constitución por parte de la Dictadura. Mientras la campaña por la "Constitución de la Libertad" se anunciaba en todas partes, la oposición tuvo una única oportunidad de manifestarse públicamente y lo hizo en el teatro Caupolicán. En esa jornada, Eduardo Frei Montalva, presidente de Chile durante los años 1964-1970, hizo uno de lo discursos más significativos del periodo.

Fue una ocasión histórica. El Golpe Militar, que Frei había apoyado, se había perpetuado en el poder, traicionando el pacto de haber restaurado el orden, para luego haber convocado a elecciones. En medio de ese ambiente, la redacción de una nueva Constitución, la campaña del terror y la falta de espacios para que la oposición se manifestara hacían de este acto una excepción demasiado valiosa como para desaprovecharla. Era una oportunidad única para denunciar la farsa que se escondía detrás de este plebiscito y, de paso, reafirmar algunos principios fundamentales que hoy vale la pena recordar.

Al inicio de su discurso, el ex presidente aclaró: "No somos enemigos del plebiscito como forma de consulta popular. Al contrario. Pero queremos un plebiscito verdadero. Los regímenes dictatoriales y totalitarios los utilizan de acuerdo a estas técnicas y nadie duda cuáles son los resultados. Creo que no hay ejemplo en el mundo en que aquellos hayan perdido un plebiscito. Este es el tipo de consulta a la que se nos convoca".

Por lo tanto, señaló: "Este plebiscito carece de validez y lo rechazamos porque no reúne las condiciones mínimas que garanticen su legitimidad. No es válido, porque no se puede llamar a un plebiscito cuando el país vive en un estado de emergencia. Una minoría impone así a la inmensa mayoría del pueblo una fórmula política, económica y social".

Sobre la realidad del país agregaba: "Una crisis, por grave que haya sido, no representa ni puede borrar ese pasado. No era Chile un país en decadencia, como se le quiere pintar en una tentativa de distorsionar toda nuestra Historia".

A continuación, fue enfático en lo referente a la violencia: "¿Quién garantiza que en cinco, diez o veinte años más esta situación va a mejorar? La experiencia mundial, sin una sola excepción - repetimos, sin una sola excepción- prueba que los extremismos, y para qué decir los violentistas, han permanecido indemnes por más que se prolonguen los regímenes de represión".

Hacia el final de su discurso, Frei afirmaba: "Lo único racional que puede salvar al país de la violencia, el odio y la revancha es que ese consenso se produzca cuanto antes. Todo nuestro esfuerzo es que no se radicalicen las posiciones y que no se destruyan los caminos de paz. La inmensa mayoría de los chilenos quiere vivir en paz y en orden; que se respeten sus derechos; que desaparezca el temor", concluyó.

El acto del rechazo a una nueva Constitución fue el evento más importante de Eduardo Frei Montalva antes de fallecer, a inicios de 1982. Después de siete años de haber convivido con una dictadura que quería perpetuarse en el tiempo, Frei tuvo la oportunidad de limpiar su imagen con los riesgos que eso implicaba, reafirmar el valor de la democracia y, según sus seguidores, esto le habría costado la vida, dos años después.

Luego de 40 años, es lamentable observar el debilitamiento de un partido político tan importante como la Democracia Cristiana en momentos de crisis como los que hemos vivido durante este último año y la ausencia de políticos de la talla de Eduardo Frei Montalva (preocupado del devenir de la República y no de la pérdida de su patrimonio económico). Por esta misma razón, este 25 de octubre, es útil recurrir a la historia para encontrar ejemplos, como el discurso del ex presidente, para valorar la democracia y los valores que ella implica: respeto, tolerancia y, por sobre todo, condena absoluta a la violencia. 2

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Con lápiz y papel (una vez más)

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Los distintos bloques políticos también se verán afectados por los resultados de hoy. Si la diferencia entre Apruebo y Rechazo es demasiado amplia, la polarización será mayor y el sector que quede "dolido" tendrá una misión más difícil para "levantarse" y echar a andar un nuevo proyecto hacia el futuro".

Hace 32 años, el país vivía un proceso histórico y derrotaba a la dictadura de Augusto Pinochet con un lápiz y un papel. En aquella jornada, los chilenos fueron capaces de decir "no más", de manera pacífica, pero además con altura de miras y una clase política que parecía haber aprendido de sus errores.

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde aquel 5 de octubre de 1988, pero hoy el país vive una jornada igualmente histórica. De hecho, el pacto amplio que permitió llamar a los ciudadanos a pronunciarse por la redacción o no de una nueva Constitución, será recordado como una muestra de cómo deben operar las instituciones políticas en pos del bien común, aun cuando en realidad solo se hayan "subido al carro" de lo que sucedía en las calles.

Lo cierto es que en el fenómeno que hoy vivirán los chilenos será el punto de partida de un proceso que durará al menos dos años, pero cuyos resultados se constituirán en la piedra fundamental del devenir del país durante los próximos decenios.

El cómo se lleve a cabo esta jornada será en extremo relevante. No tendrá el mismo significado si se produce en un ambiente de tranquilidad, en el que los chilenos puedan ir a votar sin temores, que si sucede en medio de ataques violentistas. La paz social es una condición sine qua non para que el proceso sea realmente gratificante y para que sus resultados sean producto de la reflexión colectiva y no del miedo. Tal como fue en 1988, deben ser un lápiz y un papel los que determinen el futuro constitucional y no el desorden público.

Porque independiente del resultado, para que la nueva Constitución realmente esté cubierta por un manto de legitimidad no solo serán relevantes los números y la diferencia entre quienes aprueben y rechacen, sino también el hecho de que esta haya sido construida en paz y sin restricciones ni de los poderes fácticos, ni de la violencia desatada.

Para lo anterior, también es importante la participación de la ciudadanía. Aun cuando no se haya considerado un mínimo legal para darle validez al resultado, lo cierto es que una asistencia a las urnas menor al 51% que hubo en la pasada presidencial, tendrá repercusiones en la validez que los distintos sectores le otorguen a la consulta. Aquello significaría un daño a la credibilidad del proceso y a la salida institucional para la crisis del 18-O.

En una entrevista hace algunos días, la cientista política Gloria de la Fuente manifestaba la importancia de que la crisis se solucione a partir de la creación de un nuevo pacto social, que una a los chilenos en torno a lo que debe ser el país en el corto, mediano y largo plazo. En esta línea, la votación de hoy es esencial, pues dará pie -sea cual sea el resultado- a la construcción de ese nuevo acuerdo. Pero sin participación ciudadana, este será puesto en duda constantemente.

Los distintos bloques políticos -con miras a los procesos eleccionarios del próximo año- también se verán afectados por los resultados de hoy. Si la diferencia entre el Apruebo y el Rechazo es demasiado amplia, la polarización será mayor y el sector que quede "dolido" tendrá una misión mucho más difícil para "levantarse" y echar a andar un nuevo proyecto hacia el futuro.

En la derecha, de hecho, las recriminaciones entre quienes apoyan una u otra opción, también repercutirán en el Presidente, al que todavía le queda casi un año y medio de gobierno. Parte de su trabajo será precisamente ordenar a su sector, pese a los "trapitos al sol" que saldrán a relucir cuando hoy a la noche se conozcan los resultados del plebiscito.

En la oposición, en tanto, la misión será cómo hacer suyo un posible triunfo -según adelantan las encuestas- que aparece como un logro de "la calle" más que de la izquierda institucionalizada. Muestra de aquello es lo que sucedió con el alcalde Daniel Jadue la semana pasada en la conmemoración del 18-O, cuando fue echado del lugar por los manifestantes, aun cuando tanto él como otros representantes del PC y el FA han intentado subirse, sin éxito, al carro de las protestas.

El proceso que comienza hoy es histórico y también la relevancia que tuvieron los propios ciudadanos en forzar que las instituciones buscaran una salida para la crisis, a partir de la posibilidad de reescribir el futuro con una revisión de la Constitución. Pero para que realmente sea una jornada memorable, debe ser sin violencia, con alta participación y con bloques políticos dispuestos a evitar el desangramiento y los falsos triunfos y, por el contrario, disponibles para comenzar a trabajar desde mañana en lo que la ciudadanía decida. 2

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