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El maestro que murió baleado por defender a perro callejero

El autor del crimen, ya identificado, golpeó brutalmente al animal porque lo persiguió cuando andaba en moto. Carlos Parra y su esposa lo encararon y los amenazó a los dos.
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Ningún playanchino se detuvo a mirar la ultra conocida escena porteña de un motorista perseguido por un perro en las inmediaciones de Levarte y Juan XXIII. Pero fue el inicio de un drama que se desencadenó el miércoles 4 de noviembre, cerca de la una de la tarde, y que todavía no termina.

A esa hora, en esa esquina, Carlos Parra Delgadillo y su señora Ingrid -nombre ficticio porque teme por su seguridad- estaban vendiendo artículos de aseo en su puesto callejero cuando el motorista se bajó del vehículo y empezó a golpear al animal, que comenzó a convulsionar por la brutalidad del castigo, ante lo cual ella encaró al sujeto, que le respondió con un escupo.

Parra, maestro enfierrador de 62 años, enfermo de cáncer y querendón de los animales, tal como Ingrid, reaccionó de inmediato en defensa de su pareja y le enrostró la actitud al desconocido.

Aunque no llegaron a los golpes, el agresor los amenazó de muerte a los dos y desapareció de la concurrida esquina, al igual que el perro de color negro con plomo, grande y con collar, que nadie del sector volvió a ver más, pero que sería protegido por unas niñas que viven en una casa abandonada en las cercanías.

Luego del violento episodio, el trabajador partió rumbo a su casa en la calle san Marcos, a unas cinco cuadras del puesto, porque tenía que entregar a la perrita Nube, que estaba bajo su cuidado. No alcanzó a llegar porque al doblar por Santa Elena apareció el mismo sujeto, esta vez premunido de un revólver que habría ido a buscar a su casa, y le perforó el pulmón de un balazo.

"algo le pasó a carlos"

"Mi arrendataria del segundo piso lo vio. Escuchó el ruido y se asomó por la ventana justo cuando don Carlos cayó al suelo", relata la dueña de una propiedad contigua al lugar donde fue atacado el maestro, cuyo relato ayuda a configurar el desarrollo de los hechos, siempre bajo reserva de identidad, como parte de un coro acallado por el temor a las represalias de la delincuencia.

Ingrid se había quedado en el puesto, de modo que no fue testigo directo de los disparos y se enteró un momento después, cuando una vecina que vio lo que pasaba le fue a avisar, pero sin describirle la gravedad en que se encontraba su marido.

"Algo le pasó a Carlos', me dijo, y yo altiro pensé en el hombre de la moto que nos había amenazado; dejé todo botado y me fui corriendo. Es cerca, pero el camino se me hacía muy largo. Cuando llegué, él ya estaba en el piso. A su lado estaba un sobrino y había unas niñas que no sé quiénes eran, porque en ese momento todo se me nubló".

Supo que en ese trance su marido la había llamado varias veces, pero no la dejaron acercarse a él porque empezaba a ahogarse producto de la letal lesión al pulmón que le infligió el delincuente.

"Los carabineros se lo llevaron en el furgón al consultorio de Quebrada Verde, pero falleció en el camino. La ambulancia nunca llegó, a lo mejor si hubiera venido habrían alcanzado a atenderlo a tiempo y se hubiera salvado", comenta angustiada.

Lo enterraron al día siguiente en el Parque del Sendero, casi al lado de la cárcel, en el mismo cerro, y quedó en la tumba de su madre. Lo despidieron la familia, vecinos y comerciantes ambulantes que lo apreciaban mucho porque era simpático, servicial y buena gente.

Perros y gatos propios y de la calle

Carlos e Ingrid llevaban 19 años juntos, pero no tenían hijos, aunque él era padre de dos, de otra relación. A causa de su enfermedad tenía una pensión de invalidez cuyo modesto monto complementaban ambos con la venta de productos para el aseo en la esquina de Levarte y Juan XXIII. De ese modo se mantenían y les quedaba para alimentar a sus seis perros y a los gatos propios y de la calle que siguen acudiendo puntuales a la hora de comer.

"Tengo miedo, no sé qué hacer, el hombre está libre y también me encuentro desamparada porque yo trabajaba con él en el día a día, de eso vivíamos…él estaba enfermo, tenía cáncer y ya no podía hacer pololos en construcción", relata Ingrid en la puerta de su vivienda, por donde asoman unos Rottweiler tan seniles como mansos.

"Mi marido era muy conocido, sobre todo porque quería mucho a los animales. De lo que teníamos, lo primero era para ellos. 'Lo principal es que no les falte el alimento', me decía. Ahora una sobrina me regaló dos sacos y cuando fui a comprar para los gatos -que al final son como veinte- , el chico que es dueño del negocio no me quiso cobrar, porque por aquí toda la gente sabe lo que pasó".

Ingrid fue a declarar una vez y no sabe en qué va el caso. Le comentaron que el agresor es del sector, pero "nunca jamás en la vida lo había visto, y mi marido menos, ni lo conocía". Ahora no está trabajando, sigue muy impactada y no tiene consuelo.

"No puedo trabajar por miedo, porque también estoy amenazada, tengo temor de que me puedan hacer algo, paso encerrada, me han dado crisis de pánico y todo eso me tiene desesperada, no sé qué hacer", relata en medio del llanto.

Quién es el hombre de la moto

Lo que se sabe es que el autor del homicidio efectivamente vive en las cercanías del lugar donde perpetró el asesinato, está identificado pero prófugo, al tiempo que se descarta una versión que circulaba en el sector según la cual en ese domicilio se habría entregado a la policía el arma con que se cometió el crimen.

El fiscal asignado al caso es Pablo Avendaño, quien está a la espera del informe de la Brigada de Homicidios, unidad que no entrega antecedentes para no afectar el éxito de la investigación en esta causa, en la cual no hay detenidos por ahora.

Sin embargo, existe otra arista que sí forma parte de la carpeta investigativa. Lo relata la vecina cuya arrendataria vio caer a Carlos Parra tras el disparo: "Unas semanas antes, en una bencinera cercana, un amigo de mi hijo fue a cargar combustible y apuró a un motorista o le hizo señas para que saliera. El tipo esperó un momento y después se acercó y le disparó a quemarropa. La víctima es un chico joven, se llama Marcial y todavía está en la UCI, con lesión cerebral y traqueotomía. La verdad es que yo estoy aterrada, y lo único que le pido a mi hijo es que se cuide y no discuta con nadie".

Delincuencia y poder de fuego

La parte alta de Playa Ancha ha sido escenario de numerosos baleos que han dejado víctimas fatales en los últimos meses, lo que es revelador del poder de fuego de la delincuencia, particulamente la vinculada con el narcotráfico.

A comienzos de mayo, un joven de 21 años que se encontraba junto a su pareja murió en el pasaje John Kennedy del segundo sector, cuando un sujeto - que fue detenido en Quillota- le disparó en el rostro a corta distancia. El 15 de octubre otro hombre fue baleado en la población Joaquín Edwards Bello, y en este caso sus atacantes lo dejaron abandonado en el Centro de Salud Familiar de Quebrada Verde.

El 26 de septiembre un impacto de bala terminó con la vida de F.D.P, conductor de taxi colectivo de 31 años, que fue encontrado en la vía pública, también en la parte alta de Playa Ancha, mientras su vehículo fue hallado en un pasaje de una población del sector. F.D.P. está enterrado cerca de la tumba donde quedó Carlos Parra. 2

Rosa Zamora Cabrera

rosa.zamora@mercuriovalpo.cl