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Pedro Peirano encuentra (casi) todos sus juguetes

El periodista y dibujante, uno de los creadores de 31 Minutos, regresa a las librerías con la última parte de "El club de los juguetes perdidos". Además, habla de la adaptación de "El Quijote" protagonizada por los personajes del famoso programa de televisión.
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Chistes que significan una cosa para los niños y otra para los papás es el principal conjuro que usa 31 Minutos para traspasar generaciones. Uno de sus creadores, Pedro Peirano, replica la fórmula en la trilogía "El club de los juguetes perdidos", cuyo tercer volumen fue publicado hace unos días con el subtítulo "El último juguete".

"Dedico este libro a todos los niños, por ancianos que amanezcan", dice el autor al comienzo de la aventura de Tomás, la tortuga macho Señor Jotapé y el ratón y la señora del paquete. La historia -que comenzó en 2012- fue el primer cómic en ganar el Premio Municipal de Literatura, otorgado por la ciudad de Santiago.

-¿Qué juguetes te inspiraron para esta nueva edición?

-El juguete más importante es uno que ha estado oculto durante el resto de la serie y aquí se da a conocer. En los primeros dos libros me basé en juguetes que a mí se me perdieron. Uno lo recuperé, el otro no: era un gato azul, que estuvo en el primer tomo. El perro de trapo volvió (y le fue dedicado el segundo volumen de la trilogía). Ahora en el tercero, el juguete principal son unos trompos, porque nunca fui bueno para el trompo.

-¿Cómo funciona el casting de juguetes?

-Cuando hice el primer tomo pregunté por Twitter a la gente qué juguete recordaban haber perdido. Todos los juguetes que usé alguien me los sugirió y luego los encontró en el libro. Algunos también eran juguetes de amigos, como en este tercer tomo que sale el Chancho Juanito, en referencia a los (rockeros) Chancho en Piedra (cuyos seguidores, denominados 'marranos', llevaban estas figuras a los conciertos). (…) Cuando me faltaba un juguete llamaba a algún amigo para preguntar si se le había perdido alguno para ponerlo. Por ejemplo, un consejero de (el festival de cine estadounidense) Sundance, suizo y viejo, me dijo que había perdido unos títeres de dedo, entonces lo puse a él con sus títeres en el tomo dos.

-¿Qué juguete recuperado te llenó de felicidad?

-El gato que nunca recuperé es el motor de la historia: era un gato azul, de plástico, que no tenía ninguna gracia en verdad, pero nunca lo he visto de nuevo. No sé si era de alguna marca, ni me acuerdo tan bien cómo era, pero sé que cuando lo vea lo voy a recuperar. Lo único que sé es que se me perdió de la manera más tonta posible: lo tiraba del típico puentecito que pasaba sobre una acequia en el campo en la Punta de Codegua, cerca de Rancagua, y lo agarraba por el otro lado. Ese era el juego, yo era muy chico. Entonces una vez lo tiré, me demoré demasiado y el gato se fue por el agua. Yo fantaseaba con que iba a volver a través de las nubes, se iba a transformar en lluvia e iba a llegar el gato de nuevo por la misma acequia, entonces siempre miraba la acequia para ver si aparecía. Nunca apareció. Después dejé de ir al campo durante años, volví cuando era grande y lo primero que hice al entrar a esa casa fue ir a la acequia a ver si estaba el gato: ahí descubrí que era un trauma, así que contar la historia de 'El club de los juguetes perdidos' fue una buena manera de recuperarlo.

-¿Y el perrito de trapo que aparece en el tomo dos?

-Es un perro de género que me hizo mi abuela, imagino que a partir de esos moldes que venían en las revistas, y era mi

En la última parte de "El Club de los Juguetes perdidos" se descubre lo que hay en el paquete de "La señora del paquete".

Por Valeria Barahona

imágenes Penguin Random House