Descontento ciudadano y procesos electorales explicarían aumento de las "funas" políticas
REGIÓN. Representantes del mundo político y académico analizan los casos de emplazamiento público hacia distintos representantes de Valparaíso y el país.
Los episodios de funas a personalidades políticas han sido una tónica que se ha intensificado. Mientras la diputada María José Hoffmann (UDI) fue recientemente increpada en una caleta de El Quisco, el alcalde José Sabat (Ind.) recibió insultos y amenazas rumbo a su casa en Villa Alemana. Al mismo tiempo, la candidata a la alcaldía de Viña del Mar, Marlen Olivari (Ind.), fue duramente emplazada por un transeúnte, en un video que se viralizó en internet.
Para Felipe Vergara, analista político de la Universidad Andrés Bello, se trata de la punta del iceberg de un problema mayor, que se ve reflejado en un nuevo comportamiento de la ciudadanía frente a sus autoridades. "Lo que hay detrás de la funa es un malestar generalizado con la clase política, que producto de la acumulación de rabia, en vez de guardarse, ahora se expresa públicamente", sostiene.
"Se cayó ese respeto que se ostentaba frente a la autoridad, y posiblemente se da, en gran parte, debido a que la autoridad también le ha faltado el respeto a la ciudadanía. Es algo recíproco", dice el especialista, explicando que el fenómeno se ha exacerbado por la crisis social y la influencia de las redes sociales.
En el caso de la diputada Hoffmann, la situación se desató en medio de un acto oficial. Cuando se aprestaba a realizar un discurso con motivo de la inauguración de la caleta de pescadores, un grupo de personas la interrumpió para manifestarse, aludiendo a su postura frente a la Ley de Pesca y el retiro del Bono Covid.
"Cuando atacan a Pepa Hoffmann no se apunta a ella en particular, sino a lo que ella representa. Es la manera de expresarse en contra de lo que una autoridad significa. Va más allá de su persona y es transversal, no ocurre solo en un sector u otro", reflexiona el analista.
"Un punto interesante es que aumenta la gente que expresa este malestar hacia las autoridades, pero no la gente que lo hace a través del voto. Al final es solo una forma de desahogo, porque el voto sigue bajo y el malestar sigue creciendo", añade.
Según prevé el especialista, este tipo de situaciones aumentarán durante el período previo a las elecciones -municipales, de gobernadores y de convencionales constituyentes- programadas para el próximo abril. "Con los procesos electorales que se vienen, se van a incrementar, especialmente con aquellos personajes con una mayor exposición mediática. Un ejemplo es el caso de Marlen Olivari. Le hacen preguntas válidas, quizás mal transmitidas, pero válidas. Como ahora vamos a tener una explosión de candidaturas y elecciones, es bastante predecible que vaya a haber también una explosión de funas", dice.
El emplazamiento a Olivari, ocurrido en pleno centro de la Ciudad Jardín, apuntaba precisamente a su candidatura al municipio: fue consultada por un viñamarino acerca de las poblaciones que requerirían más apoyo, y posteriormente acusada de desconocer la parte alta de su ciudad.
DISTINTA INTErPRETACIÓN
Dentro del espectro político existen discrepancias acerca de este tipo de manifestaciones, los motivos que las impulsan y su legitimidad. Desde Evópoli, por ejemplo, son entendidas como un acto violento y poco democrático. "La funa es un reflejo de una tendencia a la intolerancia, a no respetar la validez de una opinión diferente", considera Javier Puiggros, presidente regional del partido.
Por lo mismo, abogan por rechazar este tipo de prácticas y fortalecer la legislación al respecto, asegurando que "la libertad de expresión tiene un límite cuando uno pasa a llevar normas éticas y morales".
Desde la izquierda, en tanto, las funas son comprendidas como el resultado de una crisis de desconfianza frente a las instituciones. La presidenta regional de Comunes, Vjera Leyton, sostiene que "como contraparte a la impunidad de las acciones de la casta política, la ciudadanía denuncia sus malas prácticas por su cuenta".
"Si bien sabemos que hay funas muy violentas, hay que entender que son parte de un cuestionamiento profundo a la institucionalidad, porque si funcionara como debiera y sancionara a quienes hoy están en el poder, la gente no funaría. Al final es un acto desesperado por buscar justicia, que de cierta forma busca democratizar el poder, decirles a los políticos que, así como ellos tienen el derecho a hablar, nosotros también, y podemos denunciarlos", afirma
"Se cayó ese respeto que se ostentaba frente a la autoridad, y posiblemente se da, en gran parte, debido a que la autoridad también le ha faltado el respeto a la ciudadanía. Es algo recíproco".
Felipe Vergara, Analista político UNAB