Navegando por calles sin nombre
Cuando Salvador Vergara, hijo de José Francisco el fundador de Viña del Mar, hizo el loteo que da origen a la actual población que lleva su apellido, no se complicó con darles nombres a las calles. Simplemente las numeró: los "norte", de Uno a Quince, y los "oriente" y los "poniente", también con guarismos.
El sistema, replicado quizás de Nueva York, funcionó. En algún momento alguien propuso rebautizar Uno Norte como Pablo Neruda. Idea desestimada. Era toda una complicación: habría que cambiar los números sucesivos y, con toda seguridad, aparecerían nuevas y creativas propuestas para las ordenadas calles viñamarinas.
Y está la costumbre. Hace años 15 Norte, por esto de las ciudades hermanas, se rebautizó como Avenida Benidorm. Hasta hoy sigue, en el ordenamiento colectivo y los letreros de buses, como 15 Norte. Una corta callecita que parte de Uno Norte, 5 ½ Oriente, fue rebautizada como Félix Ruiz de Escudero, homenaje a un párroco español entregado al servicio de trabajadores, migrantes y no videntes. Fracaso absoluto. La callecita sigue sólo como un número.
Peor aún. Heinrich Bohn, un prusiano de mediados del siglo antepasado, fue jefe de estación de Viña del Mar. Precursor, edificó unas casitas que arrendaba a los visitantes veraniegos del incipiente balneario. Una especie de motel del siglo XIX sin fines pecaminosos. Con las entonces cristalinas aguas del estero Marga Marga producía además una pionera cerveza artesanal que vendía en su fonda, "La Flor de Chile". Con toda justicia una corta callecita junto a la estación fue bautizada con su nombre. Hasta que el soterramiento de la vía que dio paso al llamado "Par Viana Álvarez" hizo desaparecer la calle y el recuerdo del pionero del turismo viñamarino. Grave injusticia.
En Valparaíso, antiguas municipalidades quisieron dar al nombre de las calles de la ciudad, más allá de las rutinarias denominaciones de héroes, fechas y batallas, un sentido de cultura universal, evocando artistas, filósofos y científicos. Que no se note el provincianismo.
Así, tenemos calles que consagran a Wagner, Aristóteles, Balmes, Copérnico, Cuvier, Campoamor, Dante, Epicuro, Erasmo, Gonzalo de Berceo, Hegel, Miguel Ángel, Ariosto, Boccacio, Cantú, Cicerón, D'Annunzio -¡pavor, padre espiritual del fascismo!-, Don Bosco, Galileo, Marconi… y muchos más "revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos", al decir de Santos Discépolo en Cambalache.
Pero detengámonos en Marconi, padre de las telecomunicaciones a principios del Siglo XX. Enlaces sin alambres, la Telegrafía Sin Hilos, como se denominó al sistema de Marconi, que interesó a la Armada de Chile, cuyo instrumento de comunicación más moderno eran las palomas mensajeras.
El revolucionario sistema comenzó a ser utilizado en 1905 en comunicaciones a distancia entre los cruceros "Presidente Errázuriz" y "Presidente Pinto", que navegaban por los canales australes.
El 26 de mayo de 1905 el "Pinto" recaló en Quellón, extremo sur de la isla grande de Chiloé para aprovisionarse de carbón. No había de ese combustible y la nave zarpó a buscarlo en Ancud. Al tomar ese rumbo, el crucero varó en el Bajo Velahué, frente a la isla Cailín. Vías de agua en todos los compartimentos hasta la máquina de popa hacían temer la pérdida de la nave. Las bombas fueron insuficientes.
El almirante Jorge Montt, director general de la Armada, estimaba que el buque no estaba perdido. Desde Talcahuano partieron equipos de rescate.
Pero el optimismo del jefe naval no lo compartía el comandante del "Pinto", capitán de fragata Arturo Whiteside Toro. Agobiado por el siniestro de la nave bajo su cargo, se suicidó de un tiro de revólver en la sien derecha. A la antigua.
Dramática decisión meditada. El marino escribió dos breves cartas, una delegando el mando al teniente Armando Chandler y otra dirigida a los oficiales y tripulantes del barco.
Dice a Chandler:
"Le dejo la parte material del trabajo. Lo dejo en buenas manos. Hágame el favor de hacer entrega a mi mujer las dos cartas que le dejo. Adiós y, en mi nombre, despídame de los oficiales
Agrega en la otra nota:
A los oficiales y tripulación del Pinto. Adiós amigos, no hay que temer peligro alguno por la vida de Uds... El buque no está perdido pero es necesario vuestro celo, obediencia y sacrificio para salvar este buque al país. Que mi muerte sirva sólo para inculcaros más aún el sentimiento de obediencia y disciplina que la patria os exige.
Adiós, viva Chile"
El "Pinto", pese a los esfuerzos de salvataje, estaba perdido, pero los tripulantes a salvo.
Arturo Whiteside era un brillante y estimado oficial y el mismo había trabajado en levantamientos hidrográficos en el traicionero sector del naufragio.
Una pequeña calle de Playa Ancha recuerda su nombre, pero no evoca su sentido de la responsabilidad llevado al extremo cuando hoy, las culpas, los errores, nunca son de uno, sino que se deben a las circunstancias, el clima, el contexto...