Mundo artístico y cultural en problemas
Muchas organizaciones han pedido al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, apoyo en tiempos de restricciones y precariedades. "El Ministerio de las Culturas ha fallado en ejercer un liderazgo adecuado para que el mundo artístico cultural se sienta menos huérfano, especialmente en la ciudad capital de la cultura".
Lo olvidamos con demasiada frecuencia, pero Valparaíso es la capital cultural del país, sede del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Lo es por decreto, pero también por la larga historia musical porteña, por su rica tradición cultural - alimentada por la llegada y asentamiento de extranjeros y su mezcla con la cultura local-, por su tendencia a los espectáculos espontáneos, por ser hogar de actos itinerantes, y promover de forma constante las expresiones capaces de sacar al hombre de su rutina y ponerlo en un lugar donde pueda hacerse preguntas sobre lo que vive y piensa. Muchas de estas actividades han sido promovidas por las universidades, a través de la formación de cuadros profesionales en todos los ámbitos, con la organización de encuentros -nacionales e internacionales- y/o mediante la creación de espacios adecuados, capaces de proyectar el arte y la cultura a todo el público. Como un faro, la luz de Valparaíso llama y convoca. Congrega en torno a sus salas de exhibición, salones de música y pequeños teatros, a los artistas, gestores y profesionales de otras comunas, muchos de ellos provenientes de la Región Metropolitana, quienes encuentran en la Ciudad Puerto un espacio distinto para crear.
Pero crear, en términos artístico-culturales, es una forma de trabajo, uno que, de no ser remunerado, condena al ejecutante a una vida precaria, tal como ocurre en la presente pandemia, en que gran parte del mundo artístico cultural ha quedado abandonado a su suerte, muchas veces sin poder postular a los bonos que recibe el resto de la población. La situación es particularmente preocupante en Valparaíso -región y comuna-, porque las restricciones sanitarias impiden el desarrollo de actividades que -dado el auge turístico del verano- solían representar los ingresos de todo un año para músicos y acompañantes, artistas de escena y profesionales de tramoya. Acostumbradas a la autogestión, muchas asociaciones han inventado fórmulas independientes de comercialización para sus expresiones artísticas -principalmente online-, en tanto que la mayoría de los emplazamientos hechos al ministerio con sede porteña han chocado contra la red de exigencias legales que le impiden al aparataje público entregar apoyos directos. Es verdad que hay una serie de concursos públicos que permiten el desarrollo de muchas expresiones y que es trabajo del Ministerio vigilar que estos procesos se desarrollen correctamente. Sin embargo, ha fallado en ejercer un liderazgo adecuado para que el mundo artístico cultural se sienta menos huérfano, especialmente en la ciudad capital de la cultura. No es en otros lugares, sino aquí donde miles de personas viven en torno a un oficio que se ejerce delante o detrás de un escenario. ¿Es ese -el mero administrativo- el único rol que quiere ejercer el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio con sede en Valparaíso?