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IDEAS & DEBATES No quiero una Iglesia con olor a muerto

POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, EXEMBAJADOR
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En la página 28 del diario El Mercurio de Valparaíso del día domingo 31 de enero pasado, el presbítero Alejandro González Hidalgo se refiere a un artículo suscrito por mí y publicado en ese medio el 24 de ese mes. El sacerdote en mención presenta su posición en una forma esquemática, procedimiento que seguiré en éste.

1. Es de toda lógica que resulta inaceptable tratar de interpretar los hechos del siglo XIX con la realidad del presente. Suponer que alguien intenta hacer aquello es presumir una falta de inteligencia que creo no poseer. La oposición de la Iglesia a la dictación de las leyes que crearon el Registro Civil y el matrimonio civil en su momento constituyeron un intento por conservar un poder terrenal que nada tenía de espiritual. El monopolio que poseía la Iglesia en ambas materias le daba el control de la vida de todos los chilenos. Es comprensible que cualquiera institución terrenal intente mantener sus cuotas de poder, pero lo que me resulta inaceptable es la actitud de los obispos de la época que condenaron con medidas eclesiásticas severas a los parlamentarios que votaron a favor los proyectos respectivos que buscaban modernizar la Administración del Estado al nivel de los países adelantados de esos años. Como también me resulta inaceptable que hace muy poco tiempo atrás el Obispo Tagle Covarrubias haya dictado un edicto por el cual las mujeres que usaban bikini dentro su diócesis cometían pecado mortal, dándose el absurdo que se caía en dicha sanción a quienes usaran esa prenda en Concón, pero no si lo hacían en Cachagua, pues esa playa pertenece a la Diócesis de San Felipe. El fondo de mi queja está destinada a ciertos Obispos que son nuestros pastores y que en una cantidad importante de materias no intentan comprender las mutaciones que se producen en la sociedad civil.

2. En lo que respecta al divorcio con disolución de vínculo (no me refiero a la separación de hecho de la pareja como lo hace el Padre González) comprendo perfectamente la oposición de la Iglesia, la que como principio básico busca proteger a la familia. Pero lo que me resulta inaceptable es que mi contradictor niegue hoy que por muchos años la Iglesia daba la pena de excomunión a quienes seguía el doloso procedimiento de la anulación matrimonial, que por decenios fue el "divorcio a la chilena". No hay que ir muy atrás para encontrar dicha condena. Le recomiendo a mi interlocutor revisar las disposiciones eclesiásticas de los años cincuenta y verá que estoy en lo cierto. Ahora, si profundiza su investigación verá que la sanción expresa que se le daba a esa clase de excomunión era la condena al infierno, o sea, al fuego eterno. El tema lo estudié desde muy niño y lo consulté con innumerables sacerdotes, y sufrí por años en carne propia el dolor de pensar que mi padre se iría al infierno.

3. En cuanto a mi experiencia de niño en Lota con mis compañeros hijos de mineros, yo no sostuve que estos violaran a sus mujeres. Lo que planteé fue que aquellas no tenían por tradición la posibilidad de rechazar un requerimiento sexual de su marido, sin importar si estaban en un período fértil o no. Por lo anterior no resulta plausible unir lo que indiqué con el brutal delito de violación. Aquella realidad costumbrista llevaba a que las familias estuvieron conformadas por gran cantidad de hijos que era imposible sostener por la situación socioeconómica que poseían los padres. Las mujeres no se atrevían a usar métodos anticonceptivos pues "su Iglesia" les decía que aquello era pecado. Pienso que el uso de anticonceptivos era y es una resolución de pareja y me parece inaceptable la pretensión de ciertos sectores de mi Iglesia de intentar regular aspectos de la vida conyugal.

4. Nunca he pretendido encontrar en los Evangelios la respuesta a todas las realidades que la vida presentó o presenta a los católicos. Es de toda lógica que en las Escrituras encontramos las bases de nuestra fe y que los encargados de dirigirnos al cumplimiento de los objetivos del Padre cuando envió a su Hijo a la tierra tienen que ser "aterrizados" por la jerarquía. Nuevamente, ahí es donde va mi queja. La incapacidad que han demostrado muchas veces nuestros Obispos de compatibilizar los desafíos de la vida diaria con los principios del Evangelio. Todos somos parte del Cuerpo Místico de Cristo donde El es la cabeza. Como cuerpo somos vivos y como tal mutamos. Si ello no ocurriera el Cuerpo Místico seria un cadáver. Yo no quiero pertenecer a una Iglesia que huela a muerto.

Por último, en su conclusión, el presbítero de marras me indica que "desconocer esta relación (de la obediencia a la jerarquía por parte del pueblo de Dios) y no creer en ella es una protestantizaciòn de la fe. No lo tome a mal. No moralizo la condición de evangélico, pero lo que usted señala no es la fe católica".

Este párrafo breve condensa suposiciones y juicios pretensiosos y graves. Yo no he negado nunca mi obediencia a los Obispos, lo que reclamo es la carencia de visión de estos en muchos casos para dar solución a problemáticas que vivimos los católicos, lo que nos lleva lisa y llanamente a adelantarnos a disposiciones que llegan tarde. En cuanto a su juicio de que lo que señalo no es la fe católica, debo indicar que nunca he pretendido hacerme portavoz de la fe.

No poseo la soberbia necesaria para ello. Y en lo que respecta a su insinuación de que soy más bien evangélico y no católico, es un juicio que le correspondería a mi Obispo y el presbítero González aún no lo es.

Ahora, si llega a ser purpurado, desde ya compadezco a sus posibles feligreses pues tendrán sobre ellos la espada amenazante de que una diferencia de opinión con su Obispo los dejará fuera de la Iglesia.