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IDEAS & DEBATES Mon Laferte, expía nuestros pecados

POR IVÁN PODUJE, ARQUITECTO Y URBANISTA
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Parto esta columna diciendo que la música de Mon Laferte no me motiva especialmente y que estimo que fue una irresponsabilidad gigantesca haber acusado a Carabineros de incendiar el Metro sin tener pruebas y que todavía no reciba ninguna sanción por ello. Dicho eso, es innegable que se trata de una artista sumamente talentosa y sus logros internacionales así lo confirman: ha ganado tres Grammys y tiene una audiencia de millones de fans que se extiende a varios países de la región. Con esta fama era explicable que su mural en Valparaíso haya sido cubierto ampliamente por los medios, sobre todo cuando supimos que lo hizo sin autorización.

Pero este espacio nos permite hacer una reflexión un poco más profunda para ver como este caso representa otros problemas que afectan la ciudad y su protección patrimonial. Partamos por la segregación residencial con la siguiente pregunta. ¿Se hubiera generado el mismo revuelo si el mural se hubiera pintado en Rocuant o Montedónico y no en el Cerro Alegre, que es el epicentro de la élite cultural porteña? A juicio de la autoridad, el problema no tiene relación con el ingreso o las redes de los vecinos del Cerro Alegre, sino que al hecho de que se ubique dentro del sitio declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, lo que obliga a tener una autorización previa del Consejo de Monumentos Nacionales.

En el fondo, el asunto es respetar las reglas del juego. Se trata de un argumento plausible, que suscribo totalmente, salvo por un detalle: en otros barrios del sitio Unesco no ha existido el mismo celo para fiscalizar a colectivos, artistas o barras bravas. Basta recorrer la Plaza Echaurren para ver la gran cantidad de rayados que ensucian espacios públicos y fachadas de edificios patrimoniales. Lo mismo ocurre con la gloriosa calle Prat o los alrededores de la Plaza Sotomayor. La diferencia de trato con el caso Laferte es evidente, así que una segunda hipótesis es que este asunto podría tener un trasfondo político, ya que Mon es una artista de izquierda -famosa por sus declaraciones incendiarias- y la autoridad regional de las Culturas que la enfrentó fue nombrada por un gobierno de derecha. De hecho, quienes más critican el mural son personas vinculadas a partidos de derecha, que detestan la figura de Mon Laferte.

Pero si fuera por política, el primero en ser fiscalizado debió ser Jorge Sharp y por razones bastante más graves que pintar un mural en una casa con la autorización de sus vecinos. Recordemos que el alcalde daba saltitos en una marcha en pleno estallido, que terminó con destrozos en calles y espacios públicos. Luego expulsó a los carabineros por reprimir a los violentos, lo que facilitó que hordas saquearan negocios y quemaran edificios incluyendo la sede de El Mercurio de Valparaíso, ubicado en el sitio de la Unesco. Incluso podría tener juicios de vulneración a la Ley de Monumentos por no mantener espacios públicos que son de su responsabilidad como municipio.

Podemos concluir entonces que Mon Laferte fue especialmente perjudicada con su mural, pese a no existir razones políticas. ¿Qué ocurrió entonces?. Acá quiero desarrollar el tercer punto y a modo de hipótesis. Creo que la fama de Laferte fue usada para expiar pecados. La polémica por su mural sirvió para demostrar, a nivel comunicacional, que existe una sentida preocupación por la protección del patrimonio en Valparaíso, al punto que una Seremi está dispuesta a enfrentar a una celebridad, por no cumplir con las reglas del juego. Digo y refuerzo la palabra comunicacional, porque ya vimos que en los hechos, esta vara no se aplica para esa amplia fauna de vándalos devenidos en artistas que tiene el sitio Unesco repleto de rayados y basura, ni al alcalde Sharp por participar en marchas que terminaron en acciones violentas, o por descuidar los espacios patrimoniales, hoy severamente rayados y deteriorados.

Por último, creo que la élite porteña culposa y quejumbrosa ha vuelto a levantar una polémica y que en ello influyó que el mural estuviera en el Cerro Alegre, cuna de pintores que deben mirar con desdén, y con no poca frustración, que una cantante popular haya sumado tantos apoyos con un mural que será un hito para los turistas que visitan Valparaíso.

Acaso los mismos turistas que seguirán pasando de largo por gran parte del atribulado sitio Unesco debido a su deterioro y a la indolencia de sus autoridades, una vez que se apaguen las luces y la polémica por el mural de Mon Laferte sea definitivamente olvidada.

Racionalidad y templanza

POR ALEJANDRO GONZÁLEZ HIDALGO, PRESBÍTERO
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El domingo 7 de febrero el sr. Demetrio Infante, exembajador, comentó una reflexión mía del 31 de enero. Al respecto quiero señalar lo siguiente, y así dar término, por mi parte, a este asunto.

1. El exembajador afirma que su queja apunta a los Obispos que no comprenden ni saben compatibilizar los desafíos de la vida diaria con los del Evangelio. Aunque, continúa, nunca ha negado su obediencia hacia ellos.

El Magisterio de la Iglesia es más amplio que las declaraciones del episcopado local, aún cuando estos últimos se refieren a materias de fe y moral en comunión con el Papa. Es llamativa su posición ante la anticoncepción considerándola como "inaceptable pretensión de ciertos sectores de la Iglesia", cuando basta asomarse a la encíclica Humanae Vitae (n°11-12) para colegir que es una disposición del Magisterio universal, y no la opinión de unos cuantos obispos o laicos.

En consecuencia, quien adhiere a la Iglesia se une indefectiblemente al depósito de la fe que los Obispos custodian. La obediencia es a la fe de Jesucristo que es, a su vez, la fe de la Iglesia.

2. El exembajador no distingue entre crítica de argumentos y descalificación personal. En todo momento aludí a lo que la Iglesia enseña en su doctrina sobre fe y moral. Sin embargo, mi contraparte, sin ambages y con palabras biliosas, hipotetiza sobre mi comportamiento ante "diferencias de opinión" si fuese purpurado.

Por respeto a su diario, a los lectores y a mi contraparte, no estoy disponible para rebajamientos personales ni argumentativos.

Supuse que la racionalidad y la templanza de la fe esclarecerían la conciencia cristiana, y nos alejarían de analogías decimonónicas ("espada amenazante") que no contribuyen en nada a un intercambio intelectual.