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En medio de esta dura crisis, durante la semana el diputado Osvaldo Urrutia (UDI) informó que solicitará al Ministerio de Hacienda la búsqueda de alguna fórmula de subvención para la entidad, como tienen otras instituciones de servicio público. "Nadie que sea conocedor de la historia del Cuerpo de Voluntarios de los Botes Salvavidas puede quedar indiferente al problema que están viviendo a raíz de la falta de financiamiento. Las razones son evidentes y están relacionadas a que su principal fuente de ingresos, que es el restaurante, está cerrado debido al estallido social en un principio y ahora por la pandemia, lo que ha mermado sus recursos", subraya.
Oluf christiansen, la leyenda
Así las cosas, el Bote, como lo denominan los porteños, pero que en realidad se llama Cuerpo de Voluntarios de los Botes Salvavidas de Valparaíso, experimenta la crisis más grave de su historia, cuyas dimensiones no imaginó el capitán Christiansen (Copenhague 1886- Valparaíso 1963), que lo dirigió durante 25 años y del que tras su retiro fue comandante honorario vitalicio hasta su muerte.
Se hizo a la mar a los 14 años para completar el tiempo de navegación exigido por una escuela naútica en su país, lo que le permitió conocer el mundo. Casado con su compatriota Karen Christoffersen, llegó a Chile en 1913, contratado por la Compañía Sudamericana de Vapores, trabajó también en otras navieras y nunca más se fue. Aquí vio a crecer a su familia y le dedicó al Bote buena parte de su vida, siempre apoyado por su esposa, a quien los voluntarios le decían "mamy" porque les llevaba sándwiches y provisiones durante los acuartelamientos motivados por el mal tiempo.
Era un hombre alto y fornido, tocaba el acordeón y, tal como los capitanes de novela, tuvo un pequeño mono amaestrado que pasaba sobre sus hombros. Bombero de la Primera Compañía, a los 54 años e hizo aviador y hasta en las más fuertes marejadas se instalaba firme tras el timón, con traje de agua y sombrero, y con su característica pipa vuelta hacia abajo para que el agua no la apagara. Su hija Sylvia a veces lo acompañaba a hacer ronda durante los temporales, enfundada en el mismo atuendo, o se quedaba acuartelada en el recinto del Muelle Prat junto al equipo de radio.
Legendario es en la institución "el rescate de la guagua" ideado y dirigido por su fundador valiéndose de una funda de la embarcación en la cual iban a auxiliar a la gente de un falucho que estaba a punto de zozobrar. Los adultos fueron trasbordados sin grandes problemas, pero la maniobra se complicó al momento de sacar a un lactante que estaba a bordo, nadie supo por qué. La solución fue que con la funda hicieron una especie de cuna, amarraron un cabo desde el falucho al Bote y así pasó la guagua de una embarcación a otra.
Dicen que en los tiempos en que las unidades eran más rudimentarias, antes de hacerse a la mar brava, Christiansen y los voluntarios que lo acompañaban en las clásicas rondas bebían unos tragos de "grog", que consistía en ron u otro licor parecido, agua hirviendo y azúcar quemada. Para el frío.
Pero no todo era salvataje. En los años en que la bahía estaba poblada de faluchos, pontones, gabarras y luego de pequeños pesqueros, remolcadores y albacoreras, el Bote también asumía durante los temporales la tarea de abastecer o ir en auxilio de los guachimanes -guachimán, de la expresión watch man, hombre que mira o vigila- encargados de custodiar las cargas, que a veces vivían prácticamente a bordo de esas embarcaciones o artefactos, y cuyas esposas pedían ayuda a los voluntarios para enviarles provisiones.
Una multitudinaria despedida
La institución tiene sus precursores en las brigadas de rescate marítimo terrestres creadas hacia 1860, que operaban desde la costa y que, entre otros implementos, poseían un reflector y un cañón lanzacuerda en cureña que les permitía sacar a los tripulantes de los veleros accidentados.
Pero tras uno de últimos varamientos que cobró una veintena de vidas, el capitán Christiansen impuso la estrategia de ir a buscar a las tripulaciones por mar antes de que las embarcaciones encallaran, que era el momento de mayor peligro para los navegantes.
Así, el notable marino estableció las bases de la institución del Muelle Prat, que aunque ya no va en ayuda de los legendarios veleros que la tecnología dejó atrás, sí está 24/7 para las emergencias en el mar que nunca terminan, desde los accidentes a bordo hasta la gente que se despeña desde roqueríos o acantilados, o los bañistas arrastrados por el oleaje.
Al legendario Oluf Christiansen -declarado hacía mucho tiempo ciudadano benemérito de Valparaíso- la muerte no lo sorprendió en el mar, sino en su casa, el 10 de mayo de 1963, a los 77 años. Fue velado en el cuartel del Muelle Prat. El cortejo que acompañó sus restos hasta el Cementerio de Disidentes lo encabezó la banda de Carabineros seguida por delegaciones de la Armada, la Fuerza Aérea, Carabineros y la Dirección General de Bomberos. A continuación todas las compañías de Bomberos, la banda de la Escuela Naval y delegaciones de la totalidad de las entidades vinculadas al mar. Después la carroza fúnebre y la multitud que la siguió en silencio, describió la cobertura de este diario.
En el cementerio, tras las despedidas institucionales, hacia el final, habló un particular, identificado como Carlos de la Fuente, quien manifestó que concurría a pagar una deuda de gratitud con el extinto marino, que lo salvó durante un fuerte temporal en 1929, cuando la nave en que se hallaba chocó con un pontón y estaba a punto de irse a pique. En ese momento, dijo, "llegó el capitán Christiansen con su bote. Él no era como los demás hombres, él luchó contra un mar embravecido arriesgando su bote y su vida. Ahora que se ha ido es mi deber hacer pública mi gratitud a este gran hombre de mar, a este hombre de acero". 2
de las siete embarcaciones que tiene la institución, sólo pueden financiar a duras penas la operación de dos.
Roberto Pantoja (der.) y hugo montenegro, presidente y capitán.