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Tenemos unas 600 personas, de las cuales 550 trabajan directamente en el combate de incendios".

"no TRABAJAMOS a la vista de la gente"

Una visión similar en cuanto a la mayor peligrosidad de los siniestros de este tiempo tienen los efectivos más antiguos, como José Flores (62) e Iván Vargas (57), jefes de las brigadas Palma 5 (Rodelillo) y Palma 9 (Canal Beagle), con 42 y 33 temporadas de incendios forestales en el cuerpo.

El primero partió como brigadista en 1979 "porque me gustó la idea de poder resguardar la naturaleza, la flora y la fauna". Trabajaba en una unidad aerotransportada en los tiempos en que en los helicópteros sólo cabían cuatro brigadistas y la capacidad de carga de agua de los aviones cisterna era tres veces menor que hoy. "Ahora hay mucho más recursos aéreos porque por la violencia de los incendios, que es mucho mayor que antes, hay que atacarlos por aire lo más pronto posible, mientras llegan las unidades terrestres a combatirlos", señala.

De esa misma forma, por aire, José fue trasladado el 12 de abril de 2014 desde un incendio en Las Siete Hermanas hasta el sector del Camino La Pólvora en Valparaíso. Tuvieron que aterrizar prácticamente en un cementerio. El fuego avanzaba directo hacia las primeras de las más de 2.900 casas que se quemaron ese trágico día, cuando 15 personas murieron y más de 500 quedaron heridas.

"Fue el incendio más violento en que me tocó trabajar, era horrible, viento con ráfagas sobre 100 k/h. Lo peor era la impotencia de constatar que, aunque estábamos utilizando todos nuestros recursos, igual eran insuficientes para combatir un incendio de esa magnitud y de esas características. No solo se quemaban casas de material ligero, también de ladrillo y de concreto. Explotaban una tras otras, igual como si hubieran sido cajas de fósforos", recuerda el jefe de la Brigada Forestal Palma 5.

A los 18 años, Iván Vargas ya era brigadista. "Postulé porque me gustó el trabajo de prevenir y tratar de evitar tragedias como las que han pasado todos los años con los incendios forestales. Tenemos emergencias de distinta índole, pero una de las más complejas es la de combatir el fuego", remarca y agrega que la mayoría de las personas "no sabe la labor que realizamos escondidos en la vegetación, no estamos a la vista de la gente y por eso no se conocen las tareas que cumplimos minuciosamente cuando estamos combatiendo incendios forestales".

El peor siniestro en que ha trabajado ocurrió hace más de 15 años, también partió como forestal y terminó como estructural, destruyendo más de 300 viviendas en el cerro La Cruz. "Fue muy complejo por la temperatura, el tiempo atmosférico, los vientos, y lo más terrible era ver cómo se quemaban las casas", recuerda.

Por ser jefes de brigadas forestales, los dos tienen una responsabilidad central en velar por la integridad de sus combatientes. "Lo más importante es la seguridad del personal, de toda la gente que tenemos a cargo, independientemente de las situaciones adversas en las que nos encontremos. Salvar la vida humana es lo primordial", dice el jefe de la Brigada Forestal Palma 9.

"Hay que seguir al pie de la letra los protocolos, saber interpretar y escuchar el incendio, llevar no sólo un plan A, sino un B, un C y más. Lo fundamental es cuidar a las personas porque una vida es irreemplazable. Cuando terminamos un incendio y estamos todos juntos, y en buenas condiciones, entonces yo estoy contento", agrega Flores.

Rodeados por el fuego

Quedar cercados por el fuego, principalmente por bruscos cambios en la dirección del viento en los incendios, no es una cosa tan rara en la vida de los brigadistas. "Ahí lo principal es el temple y la calma. Si uno se desespera, fácilmente puede tomar una mala decisión y terminar quemándose, pero el fuego siempre da una o dos oportunidades para salir", dice William Vega, técnico en prevención de riesgos. En esa situación, dice, "yo pienso automáticamente en mi seguridad y en la de mis compañeros. Analizamos con calma, pensando que vamos a salir de eso y no nos va a pasar nada".

Iván Vargas: "A mí no me ha pasado, pero sí he tenido que sacar gente atrapada. Fue como en el año 85, en el sector del Pajonal, en Valparaíso, una ciudad compleja por las topografías, la vegetación, y la interfaz donde están insertos las casas y los bosques. Eran dos combatientes que habían quedado cercados y me tuve que introducir en el sector quemado para eso. Los asistí y felizmente salieron en buenas condiciones. Uno va aprendiendo con la experiencia".

José Flores: "En tres oportunidades he quedado rodeado por el fuego. Nosotros tenemos un protocolo para situaciones como esas y gracias a Dios pude sortearlas bien. La última fue cerca de San Antonio. Había unos bomberos tirando agua hacia una quebrada y yo fui a advertirles para que salieran de ahí porque que el fuego venía violento desde el fondo. Y de repente saltaron unas pavesas a mis espaldas y me dejaron encerrado a mí. La vimos bien complicada mi jefe de cuadrilla y yo. Mantuvimos la calma, pensamos claramente, y cuando se nos dio la oportunidad salimos a resguardarnos".

Una vida lejos de los incendios

Después de todas las experiencias vividas, les cuesta pensar en una vida alejada de la prevención y el combate de incendios forestales.

"A mi edad, lo único que quiero es traspasar mis conocimientos y mis experiencias, buenas o malas, a los nuevos brigadistas, pero en realidad son más buenas que malas", comenta José Flores.

Iván Vargas: "Yo he pensado en que me va a costar mucho dejar esto. Pero también hay que aprende a gozar la vida y salir de todo el trabajo. Con los años que me quedan, yo me he perdido muchas cosas importantes, que tienen que ver con la familia. Pero mi vocación es la de ayudar, porque nuestro objetivo, aparte de combatir los incendios forestales, es prevenirlos".

William Vega se interesó en ser brigadista cuando conoció a uno que le contó lo que hacían. "Paralelo a eso, en marzo de 2017, hubo un incendio que afectó al campamento Felipe Camiroaga, donde yo vivo. Ese año decidí entrar porque no quería que mi población se volviera a quemar", relata.

Y en su caso también está la satisfacción, cuando un incendio está controlado, de sentarse a mirar lo que se quemó, pero también lo que se pudo salvar del fuego. 2

Carácter: el principal atributo de un brigadista para salir airoso del riesgo

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Para ser brigadista hay que ser mayor de 18 años, tener situación militar al día, certificado de antecedentes limpio y salud compatible con la labor, que se acredita con un certificado médico. Los seleccionados pasan por un periodo de capacitación y entrenamiento sobre materias relacionadas con el combate de incendios, la seguridad en el trabajo, el uso de herramientas para la contención y control de estos siniestros, y el comportamiento del fuego, tras lo cual hacen práctica de herramientas y quedan aptos como combatientes.

A los incendios, los brigadistas van equipados con ropa ignífuga certificada -desde calcetines y bototos hasta polera, camisa, pantalones, guantes y casco-, una mochila que les permite portar agua, gafas de seguridad y una serie de elementos que les posibilita enfrentar el incendio de la mejor manera.

Pero a juicio de Juan Atienza, una de las principales características que debe tener un combatiente es el carácter, "porque se enfrentan a situaciones que normalmente hacen correr riesgo a la persona, y deben afrontarlas y salir airosos".

También deben tener la capacidad de trabajar en equipo, que es fundamental. "Aquí el trabajo individual no tiene mucho peso, es la labor colectiva la que sirve para enfrentar estas situaciones. Y deben ser personas empáticas, con capacidad para ponerse en el lugar de los demás.

"Obviamente, también tienen que tener una capacidad física importante porque el trabajo que realizan los brigadistas es esencialmente físico, se realiza con herramientas manuales y en condiciones adversas, en un ambiente donde el fuego se propaga y hay alta temperatura. Normalmente los incendios ocurren en lugares de geografía abrupta, de mucha pendiente, con mucho combustible y en condiciones de temperatura desfavorables, porque ocurren a 25° o 30º, y eso habla de tener una capacidad aeróbica para no sufrir deshidratación, fatiga o agotamiento". 2