Las movidas del verano y otras hierbas
Apenas estamos recuperando el aire, luego de un fin de temporada de infarto y no hay mucho tiempo para descanso. A la vuelta de la esquina está el próximo campeonato y ya los hinchas comenzamos a sufrir por las despedidas y nuevas contrataciones de jugadores. Amores que llegan, amores que se van.
En tiempo de redes sociales e internet se perdió el romanticismo de antaño, cuando los representantes llegaban con "monstruos": uno que había jugado en River, pero en la filial de Venado Tuerto; otro que había sido compañero de Maradona, en realidad con Raúl, el chico, cuando jugaba en Deportivo Laferrere; también estaba el que llegaba después de un traspaso frustrado al Inter de Milán, por un problema con el pasaporte, etc.
En época de Festival, uno no sabía si los argentinos que arribaban con sus largas melenas venían a cantar a la Quinta Vergara o a jugar fútbol. Para el representante, lo primero que resultara. La mayoría de los que llegaban eran altos y flacos, melenas tipo Vilma Palma e Vampiros y tenían apellidos italianos que sonaban mucho, pero producían poco.
Tiempos de Copa Viña, donde todavía las barras de Everton y Wanderers podían convivir de forma civilizada en un mismo estadio, sin necesidad de Fuerzas Especiales de Carabineros o restricciones especiales.
Ahí vimos partidos extraordinarios, situaciones jocosas y uno que otro "refuerzo" que no pasó el corte de la pretemporada. Recuerdo, por ejemplo, a Leonardo Adrián Ricatti Brunetti que alcanzó jugar esa Copa por Wanderers, nada menos que contra el Slovan de Bratislava que, por ese entonces, tenía un promisorio delantero llamado Peter Dubovsky, luego compañero de Iván Zamorano en el Real Madrid. De Ricatti, en cambio, nunca más se supo.
Las informaciones de las contrataciones avanzaban lento. En la mañana había que esperar las noticias de El Mercurio de Valparaíso y, luego, al almuerzo, las novedades que podían venir en La Estrella. Para los más fanáticos, los programas de radio especializados. A veces había que esperar casi una hora de algún programa de Santiago, para escuchar solo dos minutos de Everton y Wanderers. Muchas veces las expectativas, los rumores y el humo, iban en inversa proporción a las contrataciones.
Esto último se mantiene igual, lo que ha cambiado es que los representantes perdieron el "chanterío" inofensivo de los ochenta y noventa para transformarse en grandes empresarios que, no contentos con insertar a sus representados en los clubes, influyen en las formaciones de los equipos y hasta se han hecho de dueños de estos. Asimismo, internet, a través de las redes sociales y youtube, acabó con la ignorancia de los hinchas para saber, de primera fuente, si lo que llega es un "tronco o una sandía calada".
Se terminó la ingenuidad de esos años. Las noches verdes en el puerto y de Copa Viña en la ciudad jardín. El fútbol se ha reducido a un negocio para los clubes y en una cuestión de vida o muerte para los hinchas, un cóctel tan desilusionante, como peligroso.
por WINSTON