Generación de cristal
Hace rato que muchos en esta Región muerden sus lenguas para no herir susceptibilidades entre las jóvenes e "iluminadas" nuevas hornadas. Bien vendría siendo hora de que los jóvenes, aquellos que no dudaron en ocupar cargos y cobrar sus sueldos en los días felices, dejen de hacerse los ofendidos y ayuden a esta Región a salir adelante.
Acaso uno de quienes más han insistido en el concepto de "anomia generacional" para intentar explicar el complejo fenómeno que hoy aqueja al país ha sido el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, para quien la democracia representativa requiere necesariamente de la previa constitución del Estado y órganos que establezcan orden y hagan las conductas humana predecibles, excluyendo la violencia de las relaciones interpersonales.
El Estado, en Valparaíso bien lo sabemos, no ha sido capaz de ello. El "envilecimiento" del espacio público, el campeo del desorden y aquella desgarradora certeza de que cualquier conducta es lícita no es solo monopolio de la actual administración porteña, sino que se ha visto compartida -como bien dice Peña- a causa de la pérdida de presencia y endogamia de los partidos políticos, o bien de "partidos nuevos poco profesionalizados e imbuidos de un ánimo adolescente que salta a la vista".
Aquel "ánimo adolescente" se expresaría, según Peña, desde los días del Armagedón en el Instituto Nacional, las barras bravas, la ocupación ilegal de los espacios públicos, las funas a jueces, autoridades y medios de comunicación, la ausencia absoluta de argumentos ("notamos una cierta animadversión", "me están difamando, yo estaba con días administrativos", "todos los candidatos lo hacen"), insultos varios y falacias ad hominem que, al final del día, poco y nada aportan al debate público y a la sociedad.
Relajar los estándares de exigencia ética o de honestidad en función de popularidad con las bases, cosa con la cual colabora enormemente el simplismo de las élites y los líderes de opinión, dice Peña, al "abonar el terreno en nombre de la lucha contra la injusticia" (víctimas vs. victimarios, corderos vs. lobos, etc.), fuerza una mala comprensión de la realidad, lo cual deriva en conductas erráticas o, lo que ocurre acá, flojera supina. Si los jóvenes militantes de los nuevos partidos políticos leyeran algo más que Twitter, entenderían que la vida da tantas vueltas que no es prudente escupir al cielo por cuanto la saliva, indefectiblemente, terminará cayendo sobre ellos. En suma, quizás sea hora de insistir en decir las cosas como son, lejos de aquella última y patética actitud regional que se esfuerza más en no herir susceptibilidades que en establecer lo que uno cree correcto.
Por lo mismo, no estamos de acuerdo con permitir las agresiones, hacernos los sordos ante las amenazas, dejar que destruyan nuestras ciudades y se culpe a Carabineros, soportar emplazamientos sin el más mínimo nivel argumental, dejar tranquilos a los operadores políticos veinteañeros y hacer la vista gorda ante los evidentes saltos de fila en el proceso vacunatorio, que hoy, sumado a la dejación, ausencias y errores graves, dejaron sin stock a más de un municipio.
Bien vendría siendo hora de que los jóvenes, aquellos que no dudaron en ocupar cargos en los días felices, dejen de hacerse los ofendidos y ayuden a esta Región a salir adelante.