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DERECHO A PATALEO

Señores de las cuatro décadas

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Luis Jiménez tiene 36 años y, en una entrevista al diario La Tercera, confesó que tenía miedo al retiro.

Esa misma semana, otro "mago", Valdivia, estuvo en el centro de la noticia, luego de una fallida incorporación a Unión Española. Jorge Valdivia, con 37 años, dejó esperando a los médicos que iban a decidir si su cuerpo estaba en condiciones de resistir otra temporada. El irreverente mediocampista, a diferencia de lo que hacía en una cancha de fútbol, en la clínica no puede amagar a estetoscopio, regatear la ecografía o hacer un "matachuncho" a la resonancia. Enfrentado a esa realidad, decidió dar un paso al costado y dijo que el problema surgió por diferencias en el contrato.

En contrapartida, un viejo compañero de Colo Colo y de selecciones, Matías Fernández, de 34 años, se mostraba dichoso firmando por La Serena. En el equipo de la Cuarta Región, se encontrará con "Chupete" Suazo, otro "señor de las cuatro décadas".

Muy cerca de La Serena, el archirrival, mientras sigue lamiéndose las heridas por el descenso, comienza a armarse en esta nueva temporada para volver rápidamente a la división de honor. Entre los refuerzos, se encuentran: Carlos Carmona de 34, Jean Beausejour de 36 años, Fernando Manríquez y Luis Pedro Figueroa, ambos de 37 años y el equipo lo cierra Esteban Paredes con 40 años.

Las redes sociales han festinado con estas incorporaciones, los consideran algo así como los "auténticos decadentes", un grupo de veteranos que se niegan al retiro y que pasarán más tiempo lesionados que en la cancha.

El deporte, en general, y el fútbol, en particular, distorsiona la realidad y las proporciones. Veámoslo, al revés, los futbolistas a los 18 años, ya tienen decidido qué hacer con su vida, un contrato profesional, sueños de gloria, algunos fama y un entorno que los adula constantemente. A ellos se les exige, como si fueran hombres maduros, no hay margen para los errores y, cuando los comenten, deben someterse a la furia de la hinchada y morbo de la prensa.

Asimismo, mientras las actuales generaciones de jóvenes, cercanas a los 30 años, todavía no sabe qué hacer con su vida, los futbolistas de esta edad ya tienen que ir pensando en el retiro.

¿Se imagina usted jubilado a los 40 años? Siendo el promedio de vida de un chileno promedio de 80 años, el futbolista debe ver qué hacer con la segunda parte de su vida. No se trata solo de un tema económico, sino de enfrentarse, de un día para otro, a que ya no sirven para lo que siempre fueron buenos.

Acostumbrados a viajes y concentraciones, deben convivir con su familia y tratarse de acostumbrarse a una vida "normal". Algunos tienen la suerte de seguir como técnicos, otros como comentaristas, la mayoría, en cambio, a vivir del recuerdo.

No seamos tan duros con los veteranos, dejémoslos que quemen sus últimos cartuchos, aprovechemos que el fútbol chileno es más lento que un bolero y que, dentro de todo, estos cracks nos permiten conectarnos con nuestros hijos a quienes podemos relatar y exagerar sobre un tiempo, no tan lejano, en que nos hicieron tan felices.

por WINSTON

¿La misma jeringa con distinto bitoque?

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Durante el siglo XX, hasta la caída del Muro de Berlín y la desintegración del mundo comunista en 1990, el día primero de mayo era presentado como la gran fiesta de la confrontación social en la que, frente a frente, se encontraban los propietarios por una parte y los proletarios, por la otra. Ese día se anunciaba el fin del mundo burgués y el advenimiento de la dictadura del proletariado y se empujaba al mundo obrero y proletario a avanzar en la lucha y llegar a la confrontación final. Como sabemos, esta receta le funcionó al partido comunista y fue así como se hizo del dominio de cerca de la mitad del mundo. Pero ¡oh decepción! A poco andar pudo advertirse como su famosa dictadura del proletariado se convertía en dictadura "contra" el proletariado con las terribles consecuencias que todos conocemos y que quedaron a la vista en esa gloriosa fecha de 1990 cuando cayó el tristemente conocido Muro de Berlín.

Hoy, 8 de marzo, el mundo celebra "El Día de la Mujer". Ciertamente hay mucho que celebrar a la Mujer y el homenaje que se le rinde al dedicarle este día es, por decir lo menos, muy merecido. Todos los varones podemos dar fe de ello y yo, el primero. Pero, por lo mismo no puedo dejar de advertir como este día de Homenaje a la Mujer se está convirtiendo en el día de la Explotación de la Mujer para utilizarla como ariete de lucha política. Al igual que al proletario de antaño, hoy se ensalza en ella todo lo que sea confrontación de manera de empujarla a demoler el orden político de una nación hasta dejar a esta convertida en presa fácil para las fuerzas revolucionarias del momento, sucesoras del viejo partido comunista.

Ser feminista hoy día va camino de ser algo muy distinto a ser defensora de la verdadera femineidad. Basta apreciar cómo se bestializa el uso de la sexualidad y se impulsa a las mujeres a convertirse en despiadadas asesinas de aquella vida que, pasando por sobre tantas barreras, pudo anidarse en su seno. En este escenario, no parece lejano que la mujer que intente, contra todo estereotipo, conservar su dignidad femenina y se niegue a ser instrumentalizada en nombre de este falso feminismo, pase a ser tratada de "lacaya del machismo" al modo como antaño el proletario que no se doblegaba a las consignas del comunismo era tratado como "lacayo del imperialismo". Y que la mujer que quiera seguir siendo auténticamente femenina y no acepte encasillarse en alguno de los estereotipos de la ideología del feminismo comience a ser acusada de "traidora a su género" así como en su momento el proletario que optaba por su independencia era acusado de traidor a su clase.

Por cierto, es amplio el campo donde la dignidad de la mujer aún puede y debe ser reconocida, protegida y estimulada. Pero no al modo como va predominando en este día. Así como van las cosas, no podrá evitarse que entre el antiguo 1° de mayo y este nuevo 8 de marzo se vean tantas similitudes que uno no pueda evitar preguntarse si en definitiva no son más que la misma jeringa, pero con distinto bitoque.

por gonzalo ibáñez santa maría