Secciones

Rubén Darío y los monumentos maltratados

E-mail Compartir

Una tarde invernal de 1887, Rubén Darío entra a una tienda de la Calle del Cabo. "Hace un frío que muerde hasta los huesos", escribiría años después. Cumplirá su gran aspiración: comprar un sobretodo. Hijo del trópico, el clima de este extremo del continente lo tiene arrinconado. Acaba de cobrar su primer sueldo como periodista en el diario El Heraldo. El director le aconseja: lo primero, comprarse un sobretodo. El poeta, entonces un desconocido que recaló en Valparaíso en busca de mejor destino, relata la compra: "Desde que entro hago mi elección, y tengo la dicha de que la pieza deseada me siente tan bien como si hubiera sido cortada expresamente por la mejor tijera de Londres. Es un úlster, elegante, pasmoso, triunfal. Yo lo veo y examino con fruición incomparable su tela gruesa y fina y sus forros de lana a cuadros, al son de ditirambos que el vendedor repite extendiendo los faldones, acariciando las mangas y procurando infundir en mi la convicción de que esa prenda no es inferior a las que usan el príncipe de Gales o el duque de Morny… y sobre todo, caballero, es muy barato".

"Ochenta y cinco pesos, ¡Jesucristo!... Cerca de la mitad de mi sueldo".

Entretenida historia de las pellejerías en Valparaíso que el maestro del modernismo relata en primera persona. El sobretodo porteño lo acompaña en su viaje a la fama y remata en Europa.

Doña micaela

Por la Calle del Cabo, hoy Esmeralda, relata Darío, "mucha mujer bonita va por el asfalto de las aceras cerca de los grandes almacenes". Ellas, nada nuevo, van vitrineando las novedades que llegan de Europa. Así, entramos en un local cercano, la Casa de Modas Gunter, donde funciona un taller en el que trabajan 70 operarias que elaboran atuendos femeninos o modifican modelos importados. En noviembre del mismo año en que el poeta compra su abrigo, una de esas trabajadoras enferma de gravedad. Ni recursos y menos previsión social. Una de sus jóvenes compañeras, Micaela Cáceres de Gamboa, propone una idea simple pero genial. Corre una lista para que cada una aporte según su ingreso. Se reúnen 18 pesos, que, desgraciadamente, llegan demasiado tarde y solo sirven para el funeral de la compañera ya fallecida.

No muere la idea solidaria y así nace, el 20 de noviembre de 1887, la Sociedad de Obreras Número Uno de Valparaíso, precursora del movimiento mutualista femenino, que avanzaba así junto a otras organizaciones de trabajadores que apoyaban a sus miembros en caso de enfermedad y los acompañaban hasta la muerte con mausoleos para una digna sepultura.

Un discreto monumento en la avenida Argentina de Valparaíso recuerda a Micaela Cáceres (foto superior). Inaugurado en mayo de 1955 al cumplirse 20 años de su fallecimiento, una inscripción en mármol destaca su condición de "ciudadana honoraria precursora del mutualismo femenino sudamericano".

¿Alguien se habrá acordado de ella en el Día Internacional de la Mujer?

Rubén Darío, cliente cercano de la casa donde trabajaba Micaela, es recordado en Valparaíso con un paseo en la avenida Altamirano. No tiene monumento, pero da realce al lugar una estatua, La República. Su aventura tuvo La República. En 2003 fue robada. Nadie se dio cuenta pese a su volumen, pero logró ser recuperada sin daño en 2019, gracias a la mirada atenta del porteño Lautaro Triviño y al trabajo policial.

Monumentos viajeros

La estatua a Lord Cochrane fue precursora de los monumentos de Valparaíso. Fabricada en Londres, financiada con un aporte de dos mil pesos de la Municipalidad y suscripción popular. Esto último expresión democrática de reconocimiento al prócer, tal como ocurrió en el caso del general Baquedano. Recuerdo necesario en estos días. El monumento fue inaugurado el 12 de febrero de 1873 en lo que es hoy la Plaza Sotomayor. Pero con la presencia desde 1886 del monumento a los Héroes de Iquique, en 1895 fue traslado a la avenida Brasil.

No es el único monumento viajero. El récord lo tiene el dedicado a los bomberos como homenaje a sus numerosos mártires. Fabricado en Francia, inicialmente se ubicó en el mausoleo de la Primera Compañía en el Cementerio Uno. Fue llevado luego al lugar donde hoy está la Pérgola de las Flores, comienzo de calle Cumming. De ahí lo trasladaron a la Plaza Blanco Encalada, Brasil con Blanco. Pasó luego al llamado Crucero Rubio, a un lado del Parque Italia. Finalmente remató en la esquina de avenida Brasil con Freire, frente al lugar donde se produjo en 1953 la mayor tragedia que ha afectado al Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.

Pero los monumentos porteños no han escapado al entusiasmo grafitero que acompaña a ciertas marchas pacíficas. Así, la Loba Capitolina, Parque Italia, homenaje de la colonia italiana a Valparaíso, ha sido un cómodo pizarrón para variadas consignas. Es posible que la Capitolina haya sido confundida con la Capitalista…

Sobreviven, a veces maltratadas, Las Cuatro Estaciones, de la eternamente seca pileta de la Plaza Victoria. Recaredo Santos Tornero las describe como "cuatro hermosas figuras cuya poética desnudez alarmaron un tanto el reconocido recato de algunas damas vecinas de la plaza". Opiniones de 1872.

Empresa de desagues

La mayoría de los múltiples monumentos porteños han sido fabricados en Europa, pero la industria recordatoria también se ha desarrollado en la zona. En algún momento, para diversificar su poco fragante pero necesaria actividad, la Empresa Municipal de Desagües de Valparaíso y Viña del Mar, inicialmente The Valparaiso (Chile) Drainage Co. Ltd., con sede en Londres, producía mobiliario urbano como postes de concreto para alumbrado, escaños y bustos de próceres nacionales. Estos últimos, de buen bronce, se encuentran en calles y plazas de muchas comunas del país. El mito urbano consigna que el mismo molde se utilizaba para Prat y O'Higgins. Simplemente tomando como base a O'Higgins se aplicaba una barba y aparecía Prat… Irreverencia sin duda en estos días en que los monumentos cobran protagonismo ante la persistencia de los talibanes criollos que intentan destruir el valor que encierra el monumento al general Baquedano, como si sus logros y la historia misma se pudiera cortar a pedazos con una "galleta" de cerrajero.

Pero más irreverente resulta la solución de retirar la estatua en forma "provisoria" dispuesta por el Consejo de Monumentos Nacionales. Derrota del Estado de derecho e inevitable evocación del chiste del sofá don Otto.

por segismundo