Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Servicios
  • Espectáculos

Juanita Ringeling y su nuevo programa en el que recorre lugares de Chile y Colombia

ESTRENO. "Trocamundos" se llama la producción en que la actriz compartirá con su par y youtuber Lucas Mosquera.
E-mail Compartir

Amelia Carvallo

El próximo domingo 28, en horario por confirmar y a través de las pantallas de Chilevisión, la actriz Juanita Ringeling estrenará un nuevo programa cultural: "Trocamundos", una apuesta en la que comparte protagonismo con el youtuber y actor colombiano Lucas Mosquera.

El formato invita a recorrer diversos rincones de Chile y parajes de Colombia, una especie de trueque cultural entre ambas naciones. Cartagena de Indias, Arica, Bogotá, Chiloé, Medellín, Santa Marta y Santiago, son algunos de los lugares que serán parte de este recorrido.

DIFERENTES Rutas

El formato televisivo del viaje no es ajeno a Ringeling, que acumuló tres temporadas de "Carnaval", un programa con el que recorrió diferentes festividades en nuestro continente. La primera vez que fue a Colombia fue con este programa y visitó la Fiesta de las Flores en Medellín: "Lógicamente no puedo dejar de pensar en café cuando pienso en Colombia, y esta vez volvimos a ir a los cafetales. Conocí experiencias muy bonitas, especialmente recuerdo a la familia de don Julio que tiene un pequeño cafetal en su predio, el que maneja de manera biodinámica, con mucho respeto hacia cada eslabón del ecosistema, con su café preserva una manera de cultivar y de agradecer la tierra".

A la actriz no le gusta definir en términos generales a los habitantes de ese país, pero sí dice que "lo lindo es que tiene una gran variedad de personalidades, de sabores, de realidades, de geografías. He estado tres o cuatro veces en Colombia y siempre me he sentido tremendamente acogida, hay un ambiente festivo en muchos de los lugares y eso es muy rico, como que celebran la vida. Mantienen una identidad local que aman y que mantienen patente en su artesanía, su gastronomía, en sus formas de vestir, en sus acentos para hablar".

-¿Qué experiencia te sorprendió?

-En Cartagena de Indias fuimos a un restorán que está dentro de la cárcel de mujeres de la ciudad: es una maravilla como método de rehabilitación, de reinserción social, es una puerta entre las mujeres privadas de libertad y la sociedad. El otro lugar que no conocía era la sierra de Santa Marta y me sorprendí gratamente, es una ciudad de la que no se habla tanto y me encantó, porque guarda una cosa muy local mezclada con la invitación turística. Sigue existiendo la vida de barrio, los almacenes, algo mucho más rico que las ciudades tan turísticas, (donde) todo perfecto, quizás con un nivel de irrealidad. También tuve un atisbo de la sierra nevada y me encantaría explorarla, es una cordillera separada de los Andes y es una de las más altas pegada al mar, donde habitan los descendientes de los taironas, los wiwas, los arhuacos y otros más, que tienen un mundo espiritual muy profundo. Nosotros lo llamaríamos meditación, pero ellos lo practican desde hace muchos años, muy enlazados al planeta, para restaurar su equilibrio.

-¿Qué nos une como pueblos?

-Hay cosas que son bien transversales a los latinos creo yo, que es encontrarse alrededor de una mesa, la comida, cocinas, la familia, el choclón, eso está en ambas partes. Me tocó vivir en Estados Unidos como cuatro años y, en ese sentido, los anglosajones son distintos, son menos acogedores, son menos de invitarte si no te conocen, como que el latino tiene per se una capacidad de hacerte sentir parte de su casa muy rápido.

-¿Y qué nos diferencia?

-Creo que hay una parte caribeña que no tenemos, esa calidez de clima hace que las personas se desenvuelvan distinto. También está la ascendencia étnica que no ha hecho distintos porque la raza negra está mucho más presente en Colombia y eso les da como otro matiz al mestizaje, otro tipo de bailes, de sabor. Lo lindo es que eso está ocurriendo en Chile hoy, solo teníamos afrodescendientes en el norte, en Arica y una comunidad más bien pequeña.

-¿Conocías a Lucas?

-No lo conocía y nunca me había tocado un partner en acción, pero me pareció un muy buen complemento, muy buena disposición y le da una sabrosura colombiana a todo, que es muy bienvenida. Hay un capítulo en que él muestra su ciudad, que es Medellín, y yo la mía, y fue muy lindo conocerlo en ese reencuentro con su familia.

Una bocanada de energía

Ex creador y director de las temporadas culturales del Jardín Botánico Nacional
E-mail Compartir

Cristián Cuturrufo fue un virtuoso de la música, del jazz y la trompeta. Poseía una energía desbordante, un espíritu de fiesta capaz de animar hasta la peor circunstancia. Vivió en su ley, con sus propios límites y a un ritmo propio de sus pasiones.

Inaugurando uno de los festivales internacionales de Jazz en las desaparecidas "Temporadas Culturales del Jardín Botánico" que me correspondió dirigir por nueve años, con un programa de excepción, y con un millar de personas al frente, le tocaba al "Cutu" entrar a escena y mientras lo buscaban porque andaba desaparecido, frente al micrófono aprovechaba de conversar con la gente, rellenar como se dice, porque Cristián no aparecía.

De pronto, una risa silenciosa se apoderaba del público, risa que fue creciendo y se transformó en un fuerte aplauso. Claro, era el "Cutu" que estaba tras de mí, con su trompeta en una mano, un vaso en la otra, listo para iniciar la fiesta haciendo morisquetas a mis espaldas. Un buen abrazo entre carcajadas y que comience el espectáculo. Y vaya qué jornada fue esa, al despuntar el atardecer.

Esa era la personalidad de Cuturrufo. Probó sonido con su banda, a primera hora de la tarde y partió con su familia y amigos al sector de las parrillas a probar un asado en el parque, a mezclarse con otros, a reír, a reír y no parar de reír. Porque no paraba, no se detenía, era una bocanada de energía y vitalidad que transmitía a quienes estaban en sus entornos, para bien y para mal, como todas esas personalidades.

El jazz es una fuente de virtud, una fuente de improvisación donde el talento de quienes lo cultivan son capaces de dar rienda suelta a sonidos que resultan imposibles de imaginar, reuniendo imaginaciones creativas, quiebres insospechados, idas que parecen no retornar, pero que retornan con trazos de excepción. El Cutu hacía eso y promovía que otros también pudieran hacerlo, no sin conflictos o desaveniencias, pues sabía tejer una red de festivales, lugares y espacios donde el jazz pudiera expresarse, acercando un género con fama de exclusivo, como la clásica y cómo lo hizo Fernando Rosas, al gran público.

Claro que le debemos a Cuturrufo. Le debemos alegría y energía. Le debemos vitalidad y perseverancia, también le debemos quienes lo conocimos, agradecimiento por su amistad y cercanía. Los que no lo fueron tanto, podrán agradecer su talento y su contribución a la masificación del jazz a través de su incesante actividad y de esa esquina que lo cobijó en su Jazz Corner del barrio Italia de Santiago.

Este virus que no respeta nada y que se apodera de quienes tienen dificultades de base, se ha llevado al gran Cuturrufo: un emblema del jazz nacional e internacional que ha entrado a la historia de la música y la cultura de nuestro país.

Gonzalo Cowley P.