Secciones

LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE

"Chilenita", Figueiredo y el dragón sin paraíso

E-mail Compartir

Es extraño cómo la vida, con aquellos recovecos misteriosos que la caracterizan, termina por cruzar la vida de los hombres, una noticia de la cual uno solo se enterará años más tarde, si es que alguna vez llega a hacerlo.

¿La fecha? Octubre de 1980. En un viejo almacén de la avenida Balmaceda de Malloco, justo al frente de donde hoy está el supermercado Lider, planeamos junto a otros insurrectos una manifestación en protesta por la visita oficial del dictador brasileño Joâo Baptista Figueiredo, enmarcada en una especie de alianza geopolítica con Pinochet que permitiera un respiro al crispado vecindario de aquel entonces. No nos gustaba Figueiredo ni nos gustaban los dictadores, aun cuando en ese entonces no teníamos idea de la Operación Cóndor ni otras tropelías.

El asunto es que ese día una patrulla de Carabineros nos detuvo por sospecha en los alrededores del liceo de Malloco que recibiría a Figueiredo: nos llevaron al cuartel, nos encerraron en un calabozo durante todo lo que duró la visita, nos dieron una buena pateadura y tuvimos que ir a firmar a Talagante varios meses por revoltosos.

Ni siquiera me acordaba de ello, cuando hace quince días el Chico Saldías (compañero de la aventura malloquina y también de nuestro viaje en bus a Rock in Rio 1985) me envió por Starken un sospechoso paquete que contenía tres objetos: una nueva edición en portugués de los Contos completos de Caio Fernando Abreu (escritor, gran amigo, uno de los primeros personajes públicos abiertamente homosexuales; una revista Don Balón de 1996 marcada con un papelito amarillo en una entrevista de Felipe Vial a un joven Ronald Fuentes, donde se publicaba su foto (arriba, derecha) de cuando niño junto a Figueiredo en el mentado liceo de Malloco; y un guiño nerudiano ("nosotros los de entonces ya no somos los mismos"), junto a su firma.

Así, hurgando en esa casualidad absurda, fue que me enteré de que cuando era chico, a Ronald Hugo Fuentes Núñez (Malloco, Región Metropolitana, junio de 1969), lo molestaban porque no entendía ni jota de español tras cuatro años viviendo en Brasil -donde su padre era maestro tornero- y jugando a la pelota a pata pelada a punta de portuñol hasta que se ponía el sol. Pero, al mismo tiempo, fue su conocimiento de la lengua de Camões lo que le permitió estar en ese momento histórico con Figueiredo, el mismo que a mí me fuera negado.

Su recorrido, aún sin aprender español, se inició en el Malloco Atlético y luego en el Sagrado Corazón de Talagante, donde siempre jugó de defensa central. Se fue a probar a Cobreloa, en Maipú, Colo Colo y la Universidad Católica. En todas partes le dijeron que no. Muy flaco, muy chico, muy pichanguero...

Hasta que un día lo vio Reinaldo Hoffmann, entrenador de las inferiores de Cobresal y lo invitó a participar. A los 16 años se embarcó en el que sería su proyecto de vida. Como compañero tenía un delantero de melena apodado "el Piojo" y que años más tarde sería conocido como "Bam Bam" Zamorano.

Se fue a vivir a El Salvador, el campamento minero con geografía de casco de legionario romano, cuyo estadio se haría famoso por tener mayor capacidad que su número de habitantes, tras la Libertadores de 1986.

En una reveladora entrevista publicada en la revista Nos del Gran Concepción (Fuentes fue gerente técnico y DT de Iberia de Los Ángeles, club del cual es dueño Carlos Heller), el hoy técnico de Wanderers recuerda que en 1988, ya jugador de Cobresal, se presentó al cantón de reclutamiento de Talagante para desestimar su llamado al Servicio Militar y resultó destinado a Putre, en el quinto infierno del norte chileno. Por más que les juró que era futbolista profesional, los uniformados no le creyeron y lo metieron en un bus directo al antiguo aeropuerto de Cerrillos, desde donde volaría a su nueva destinación.

Pasando por Malloco, un control militar liderado por un teniente que lo conocía, lo salvó de su beca a Putre a cambio de la camiseta que usaría en su debut profesional. Meses después, tras estrenarse frente a Unión Española, cumplió su palabra.

Para los millennials, cabe precisar que el esfuerzo de vivir en el desierto, lejos de todo, no era algo superable a través de un iPhone o redes sociales. "Vivir solo en el norte fue difícil, yo soy súper regalón y apegado a mi familia. Para comunicarme con ellos había que pedir hora y avisarle a un amigo, que era el único que tenía teléfono en Malloco", contaba Ronald en Nos.

Debutó en la Roja en 1990, para un amistoso con México en Veracruz (0-1) de la mano de Salah y Pellegrini. Jugaría una década en la Selección.

Su carrera fue meteórica hasta un doble corte de ligamentos en 1993, justo cuando había sido transferido a la "U". Sus rodillas no se la harían fácil: cuatro operaciones en la derecha y dos en la izquierda.

En 1996 por la Copa Libertadores, ya de azul frente a Corinthians, su intento de despeje del balón por medio de una "chilena" o "chalaca" como le llaman los peruanos, fue un fracaso total, no le dio a la pelota y todo terminó con un golazo en el arco de Superman Vargas. "Bonvallet me puso el Chilenita Fuentes", cuenta.

Eran los tiempos de la "Quinta de Peñaflor" junto a sus amigos Luis Musrri, Cristián Mora, Luis Abarca y Cristián Romero, todos del sector surponiente de la Región Metropolitana.

Su segunda desgracia ocurrió en el primer partido del Mundial de Francia 98 frente a Italia, en Burdeos. Chile ganaba 2-1 (dos goles del "Matador" Salas) y, en el último minuto, Roberto Baggio se aprovechó de la inocencia de Fuentes para hacer rebotar el balón en su mano. El árbitro, el fallecido Lucien Boucheardeau, oriundo de Níger, cobró penal, Carcuro se volvió loco en la transmisión ("la mafia de la señora FIFA") y el propio Baggio marcó el 2-2 de penal.

"Fue casual", jura hasta hoy.

Se retiró en 2001, con apenas 31 años. Su carrera como DT comenzó en la Sub-14 de la "U", de donde lo echaron cuando llegó Azul Azul. Se fue a hacer patria a Melipilla y luego tomó el citado gerenciamiento deportivo en Iberia… hasta que lo echaron.

Partió a las inferiores de Unión Española. Todo iba bien, pero un día lo llamó Johnny Ashwell, el mismo que lo había cortado en la "U". Y Ronald nuevamente se fue para la casa. Lo volvió a llamar Heller y retornó a Los Ángeles, donde ganaría tres títulos.

Entonces fue el turno de su estreno en Primera, de la mano de la Universidad de Concepción, obteniendo la histórica Copa Chile del año 2014-2015.

Y volvió a la "U", esta vez como gerente deportivo. Pero nada fue lo que esperaba: pese a bajar la edad del plantel, cumplir con criterios de austeridad y otros aciertos, salió por la puerta trasera peleado con Pinilla, los técnicos y la dirigencia.

Volvió a Unión como gerente técnico. Pero se peleó con el DT Martín Palermo y terminó reemplazándolo, algo duramente criticado por el Colegio de Entrenadores. Pese a todo, hizo una gran campaña. Consiguió que se destaparan los dos Palacios (Cristián y Carlitos) y dejó al club encaminado a la Libertadores. Sin embargo, una mala racha terminó a fines del año pasado con una canción conocida: Ronald fue despedido. Eso, hasta que el presidente caturro, Rafael González, se la jugó por él tras la salida de Miguel Ramírez.

En Valparaíso, supongo, encontrará su lugar en el mundo.

Me despido con el inicio de un cuento de Abreu, Os dragões não conhecem o paraíso ("Los dragones no conocen el paraíso"):

Tengo un dragón que vive

conmigo.

No, me equivoco, no tengo

ningún dragón (...)

Son solitarios los dragones.

por don milton

1) Ronald fuentes vistiendo la gloriosa camiseta número 3 de la selección chilena, con la cual jugaría un mundial (1998) y dos copas américa (91 y 95). Al lado, 2) el pequeño ronald, de 11 años, peinadito y de corbata junto al dictador de brasil, Joao baptista figueiredo, en malloco, durante su visita oficial de octubre de 1980. abajo, 3) el ronald de hoy, con algunos kilos de más, pero más sabio y pendiente de sacar adelante la dura tarea de recuperar el protagonismo perdido por wanderers.