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Entrevista a un "militar de verdad"

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Pretender que el Ejército, como la Iglesia o el presidente de la República, son intocables por la labor que cumplen, resulta desconocer el rol que ha jugado el humor en la historia de la humanidad y de Chile en particular".

En un programa de humor del canal La Red, se presentó un diálogo titulado "Entrevista a un militar de verdad". Se trataba de una parodia en la que aparecía una supuesta periodista realizando una entrevista a un actor disfrazado de militar. El testimonio fabula respecto a una serie de malas prácticas llevadas a cabo por el Ejército de Chile, como abusos a los conscriptos, entretenerse con sus juguetes (metralletas, tanques y aviones), negarse a participar en una guerra por aversión a la sangre y, hacia el final, el supuesto general confiesa que, en realidad, ingresó el ejército porque quería jubilarse a los 40 y no a los 65 años.

La parodia ha generado una serie de cartas, declaraciones y comentarios que, en su mayoría, atacan al programa de humor, señalando que menoscaba la imagen del ejército. Al ministro de Defensa, Baldo Prokurica, le pareció lamentable que el canal de televisión haya emitido una entrevista humorística destinada a: "denostar la honra y ofender la labor que realizan cada día miles de hombres y mujeres que integran nuestras FF.AA".

En tanto, la misma institución, en una declaración que ha generado diversas reacciones, señaló: "la manera en que se denosta al Ejército y a sus integrantes no demuestra otra cosa que el ánimo de deslegitimarlo y degradarlo".

En primer lugar, las reacciones oficiales, tanto la del ministro de Defensa como la del mismo Ejército, no han hecho más que aumentar el interés por un programa que, de por sí, tiene muy baja sintonía. Como suele suceder en este tipo de situaciones, generaron el efecto contrapuesto y la reacción solo aumentó el morbo por ver la entrevista ficticia.

Habría que decir, además, que si hay alguien que ha menoscabado la imagen del Ejército de Chile, ha sido un grupo de generales inescrupulosos que, haciendo mal uso de su presupuesto y aprovechándose de la reserva lógica que debe existir en una institución de estas características, gastó los recursos en su propio beneficio, perjudicando al resto de las Fuerzas Armadas y a todo un país.

Asimismo, todas las instituciones y personajes públicos deben asumir que, por el rol que cumplen en la sociedad, están expuestos a ser víctimas de los humoristas. Es parte de su labor aceptar y, por salud mental, obviar este tipo de expresiones. Pretender que el Ejército, como la Iglesia o el presidente de la República, son intocables por la labor que cumplen, resulta desconocer el rol que ha jugado el humor en la historia de la humanidad y de Chile en particular.

Desde Bernardo O´Higgins en adelante, el Ejército, como otras instituciones, han debido soportar ser un blanco predilecto de los humoristas. De hecho, una de las primeras caricaturas republicanas de las que se tenga registro, es la de un asno bautizado como O´Higgins que es montado por San Martín, que también tiene orejas de burro. San Martín con sus orejotas, arriba de O´Higgins guía a un grupo de borregos que representan al pueblo de Chile. La caricatura, atribuida a José Miguel Carrera, nos muestra que, desde el inicio de nuestra República, la crítica política fue de la mano con la sátira, incluso en contra de sus más altas autoridades, como ocurrió, por ejemplo, con el padre de la patria.

Tampoco fue casualidad que la revista Topaze, en su primer número, haya llevado en su portada nada menos que al general Carlos Ibáñez del Campo en agosto de 1931. El general Agusto Pinochet, con todo el riesgo que esto implicaba, tampoco se salvó de la pluma de algunos caricaturistas. En los noventas, en tanto, recuerdo que en las librerías circulaba un libro titulado "Hinteligencia Militar" que tenía solo hojas en blanco.

Y es que ese es el sentido de la satira, como señala Jorge Montealegre en su Historia del Humor Gráfico en Chile: realizar, como se hizo en la polémica entrevista, "una representación crítica, irreverente y burlesca de la realidad".

Finalmente, uno podrá discutir si la famosa "entrevista" fue divertida o no (a mí no me hizo reír), pero dudar del derecho a hacer este tipo de humor me parece fuera de lugar. Junto con esto, las declaraciones tanto del Ejército como del Ministro no hicieron más que publicitar una parodia que, de otra forma, podría haber pasado al olvido. Faltó inteligencia o sobró "hinteligencia". Al fin y al cabo, el principal problema es que somos, como se titula otro de los libros de Montealegre, "Un país de tontos graves". 2

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Una región roja

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La comunicación y la información históricamente han sido el lugar en el que se produce el debate de ideas, pero también son el espacio donde conviven el poder y el contrapoder, produciendo una batalla que define la capacidad de la ciudadanía para explicarse racionalmente las situaciones que vive".

El 20 de diciembre de 1993, Naciones Unidas declaró el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa. En el marco de esta conmemoración, cada año la ONU en conjunto con la UNESCO entregan el Premio Mundial de la Libertad de Prensa UNESCO Guillermo Cano, ceremonia que se realiza cada vez en un país distinto. De hecho, Chile fue el anfitrión en 1994.

27 años después y justo cuando la conmemoración lleva como temática central "la información como un bien común", el estado del derecho a informar y ser informado se encuentra en una situación cuestionable en gran parte del mundo, sobre todo a propósito de la pandemia del COVID-19. Periodistas presos, amedrentados e incluso muertos son parte de la realidad hoy.

Y Chile no es la excepción. Precisamente esta semana se conoció el estudio que anualmente realiza la ONG Reporteros sin fronteras (RSF), el que muestra una fotografía preocupante en gran parte del mundo, en el continente y también en nuestro país.

En el documento, RSF expone que América Latina fue la región donde más se desgastó la libertad de prensa en 2021, específicamente en países como Brasil y El Salvador, que evidencian un grave deterioro de la capacidad de los periodistas para poder realizar su trabajo e informar adecuadamente a la población. Pero este fenómeno es más extendido de lo que podría pensarse. De acuerdo a la ONG, la pandemia ha servido de "acelerador de la censura" y ha justificado "graves dificultades de acceso a la información", lo que ha determinado que en un 73 % de los países del mundo se haya puesto trabas al trabajo periodístico.

En este escenario, Chile muestra una baja de tres lugares en el ranking mundial, situándose en el puesto 54, tanto por la pandemia, como por las dificultades para reportear las manifestaciones derivadas del estallido social. Aunque parezca sacado de una película de 1985, nuestro país lejos de mejorar en este índice, destaca en el ámbito de las "agresiones" a la prensa -ítem que empeora en Latinoamérica en un 15%-, junto a naciones como Haití, México o Colombia. Pese a que nos gusta compararnos con los países OCDE, en materia de libertad de prensa las analogías son distintas: "En Haití (87º, -4) o Chile (54º, -3), cubrir las manifestaciones se ha convertido en una actividad extremadamente peligrosa", advierte Reporteros sin fronteras.

Pero ahí falta agregar que reportear protestas no es lo único peligroso. También lo es investigar al poder. De hecho, en estas últimas semanas hemos visto episodios que llaman la atención en un país que se dice democrático y donde la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, son prerrogativas establecidas en la propia Constitución. Pero hemos visto salir a la luz situaciones preocupantes no solo para la libertad de prensa, sino que -por añadidura- para la salud de nuestra democracia. Periodistas víctimas de espionaje por parte del Ejército, comunicados de prensa en los que el poder Ejecutivo llama la atención por el contenido de ciertos programas de humor e incluso llamados telefónicos desde La Moneda a canales de televisión, para quejarse por la línea editorial de algunos de sus contenidos.

A eso se agregan situaciones de violencia que aquejan a los comunicadores, como el grave atentado sufrido por un equipo de TVN en la Araucanía. Es precisamente ese tipo de episodios los que explican que Chile baje en el ranking de libertad de prensa. Pero también son hechos que determinan que gran parte de Latinoamérica se tiña de anaranjado (como Chile) o rojo en la medición de RSF, que pinta con esos colores los países en los que la libertad de prensa está gravemente amenazada.

La comunicación y la información históricamente han sido el lugar en el que se produce el debate de ideas, pero también son el espacio donde conviven el poder y el contrapoder, produciendo una batalla que define la capacidad de la ciudadanía para explicarse racionalmente las situaciones que vive día a día, y -de esa manera- poder tomar decisiones.

Precisamente por aquello es que -en plena crisis pandémica y social- los medios de comunicación cobran un rol quizás tan fundamental como lo fue en dictadura. Es ahora cuando no se debe caer en el grave error de cercenar la democracia, por la vía de presiones que atentan contra la libertad de informar y de informarse. Prerrogativa que, por cierto, está garantizada incluso en la Declaración Mundial de Derechos Humanos de la ONU. Es ahora cuando debemos evitar que Chile -al igual que gran parte de Latinoamérica- se tiña de rojo. 2

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