Valparaíso y Santiago miran al mundo
Nuestras regiones tienen infinitas particularidades propias para ofrecer al mundo. Desde hace ya un tiempo que existe una diplomacia regional que empuja a conectar esa riqueza y potencial de todo nuestro Chile con el exterior. Porque en el corazón de la descentralización está alojada la internacionalización de comunas, provincias y regiones como una forma de dialogo y desarrollo a través de lo que se conoce formalmente como para-diplomacia (acción de gobiernos locales en la escena internacional). A nosotros nos gusta hablar de cooperación internacional horizontal.
Hace décadas que se comenzó a discutir de una mirada regional de los TLC, de misiones público-privadas que conectaran directamente su valor exportador, de norte a sur, en mercados externos y de profundizar los lazos de provincias y regiones con hermandades en el extranjero. La cooperación internacional también nos llevó a la generación de convergencias normativas mínimas entre países vecinos. En esto último los comités de frontera e integración binacionales han sido un ejercicio interesante.
Esta perspectiva abraza especial significado si miramos la sinergia que Santiago y Valparaíso nos entregan por su lógica vinculación que sólo ha aumentado en el tiempo. Cada vez son más los santiaguinos y porteños que comparten domicilio familiar y laboral en sus regiones respectivas, fenómeno incrementado en los últimos años por la fluidez vial y el desarrollo de negocios conjuntos. Hoy transitar desde la Región Metropolitana a la Quinta no es un viaje, es un traslado, y a ratos varias veces al día y en direcciones opuestas.
Este fenómeno se ha extendido al turismo, siendo evidente la ampliación del radio de clusters en el sector vitivinícola, donde tomar un Sauvignon Blanc de Casablanca por la mañana y un Cabernet de Maipo por la tarde es un ejercicio lógico, como visitar las casas de Pablo Neruda en el Cerro Florida y Bellavista, con escala en Isla Negra, por supuesto. Para muchos turistas es del mismo modo natural aterrizar en Santiago y tener un abordaje integral con Valparaíso, algunos incluso ni siquiera notan dónde termina una región y cuándo comienza la otra al desplazarse por la carretera entre valles y montañas. Y es que pocos países en el continente pueden ofrecer un espectáculo así de singular y recorrer paisajes tan disimiles e impresionantes como el mar y la cordillera, a sólo un par de horas entre uno y el otro, con un vasto abanico de alternativas en el trayecto y una consistencia climática única.
Por todo eso y mucho más, debemos tener un plan de internacionalización que sume las capacidades complementarias de Valparaíso y Santiago. Una estrategia que nos permita salir juntos al mundo y doblar oportunidades de competitividad y crecimiento. La denominada macro-zona central, con dos puertos que son pilares para nuestra economía como Valparaíso y San Antonio no pueden competir entre sí, sino construir un triángulo virtuoso con Santiago conectando infraestructura, zonas de respaldo, polos de desarrollo, países y océanos. Sí, océanos, porque el gran corredor bioceánico del Atlántico al Pacifico debiera pasar por la Quinta Región y desembocar en Santiago. Ese corredor que también puede acariciar su mejor contrapartida a través de la ruta que se abre por los pasos fronterizos hacia Argentina y que permiten a Valparaíso alimentarse de un comercio terrestre que vea en el puerto su ventana natural de expansión hacia mercados latinoamericanos y globales.
Pero por cierto que nos queda mucho por hacer aún.
Tenemos pendiente fortalecer una oferta cultural conjunta, respetando las propias individualidades, que ponga sobre la mesa un relato birregional de cómo Santiago y Valparaíso son protagonistas de primer reparto en el Chile global y contemporáneo. Así juegan las grandes capitales y ciudades cosmopolitas mundiales y que comparten vecindad territorial, como La Haya y Amsterdam, Ottawa y Quebec o Sidney y Canberra. No hay rivalidad, sino complemento y es impensable visitar una e ignorar la otra.
Asimismo está abierto el intenso debate sobre el nuevo tren entre ambas ciudades y que hoy no puede ser medido exclusivamente con ojos financieros o con la lupa tarifaria, sino tener también una diligencia debida desde el medioambiente, el retorno social y la calidad de vida de los ciudadanos. Un tren que una comunidades en Santiago, Casablanca, Valparaíso o Viña del Mar y que contribuiría a la sustentabilidad de la ruta y a la seguridad en los desplazamientos, como ocurre en países europeos como Suiza, donde los ferrocarriles no compiten con el automóvil. Una oferta paralela distinta y de opción ciudadana donde el Estado asume externalidades y zanja el debate sin caer en la captura de una discusión regulatoria y concesional que debiera trascender al ciclo del gobierno de turno con un abordaje transversal.
Y hay más coincidencias.
Ambas regiones concentran juntas el mayor porcentaje migratorio del país ( cerca de un millón de migrantes ) lo que debiera llevar a pensar en políticas públicas que orienten y disciplinen esta realidad, que llegó para quedarse, hacia el resto de Chile haciendo de Santiago y Valparaíso un perfecto epicentro y laboratorio de programas de acompañamiento del migrante, alentando su regularización e inclusión, con el fin de capitalizar de manera armónica su aporte que también tiene un componente local.
Hay otras iniciativas que con audacia, y acompañadas de buenos modelos de gestión, pueden ser potentes y originales como el empujar una integración digital entre ambas regiones para favorecer comercio, tránsito y acceso a los servicios públicos, con plataformas colaborativas o crear una gran ciclovía interregional que nos permita rodar entre valles, montañas, ciudades y puertos y que también podría llegar a convertirse, por qué no, en parte de la oferta de movilidad interurbana sustentable, especialmente para la gente que se desplaza hacia las comunidades próximas entre cada capital regional. Por último potenciar los espacios académicos y universitarios existentes en Santiago y Valparaíso debiera ser un imperativo para fortalecer nuestra exportación no tradicional de conocimiento y consolidar un hub de investigación, innovación y desarrollo.
Al final del día, Santiago y Valparaíso tienen un futuro indisolublemente unido en su destino y marcado por la historia. Esa misma que nos unió una y otra vez para forjar la República y que hoy nos permite proyectar un Chile con vocación regional. Un Chile que desde Santiago y Valparaíso mira al mundo.
francisco cruz fuenzalida
abogado
claudio orrego larraín
abogado