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DEBATES & IDEAS

Valparaíso, ¿Quo Vadis?

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Este Diario publicó un sesudo artículo del destacado porteño Gonzalo Ibáñez Santa María, cuya vinculación con la Quinta Región es altamente conocida, la que se funda en antiguos y connotados orígenes familiares. En aquel comenta un texto de Francisco Cruz y Claudio Orrego titulado "Valparaíso y Santiago miran el mundo". Según la interpretación de Ibáñez, estos dos autores, en el fondo, pretenden transformar a Valparaíso en un barrio de Santiago, lo que a todas luces le resulta inaceptable.

Coincido con Gonzalo en que Valparaíso posee su propia personalidad y sus singulares características, por lo que su existencia no puede depender de otra ciudad por muy principal que sea. Coincido también con Ibáñez que es una lástima que importantes industrias y empresas que tenían su sede en este Puerto hayan mudado sus matrices, dejando de paso un dañino efecto en toda la región. Recuerdo con nostalgia mis tiempos de estudiante de Derecho en la UCV cuando las sedes centrales de Hucke, Carozzi, Costa, Cemento Melón y tantas otras estaban en Valparaíso, lo que hacía que la ciudad fuera pujante. En esos tiempos era tan grato caminar por la calle Esmeralda y encontrarse con tiendas bonitas y elegantes como Price, Cori, Page-Smith y muchas más. Hoy pasearse por dicha arteria produce la duda si uno se encuentra en Chile o en una calle bombardeada de Beirut. En gran medida Valparaíso sobrevive gracias a que las compañías navieras todavía no se han mudado a Santiago y al hecho que la Armada mantiene en esta zona parte importante de su actividad. Si el día de mañana la Marina, por razones estratégicas u otras, decidiera irse a Talcahuano, por ejemplo, no resulta aventurado predecir que la vida de la ciudad caería a la UCI.

Asimismo, estoy de acuerdo en los aspectos cíclicos que ha tenido el Puerto, dependiendo de las políticas nacionales de apertura o cierre al comercio internacional. Existe una relación lógica directamente proporcional: a mayor apertura económica y comercial de Chile, mayor actividad portuaria y, por ende, mayor progreso para Valparaíso. Este hecho objetivo y obvio hace llegar a la conclusión que el crecimiento y la prosperidad del Valparaíso dependen de su actividad portuaria, pero cada día se hace menos por darle a ésta el realce que se merece. Si analizamos el caso de Singapur o Wellington en Nueva Zelanda, por ejemplo, el primero es un megapuerto y el segundo un puerto pequeño, pero amplio y tremendamente eficiente. En ambos la actitud y preocupación de las autoridades se han orientado por años básicamente a la actividad portuaria. Ello ha llevado a que el nivel de desarrollo de esas ciudades sea de los más altos del mundo. En el caso de Singapur, después de ser hace algo más de 60 años una pobre caleta pesquera, hoy tiene el ingreso per cápita más alto del mundo, ello debido solo a cómo enfrentó su realidad geográfica y cómo uso ésta en beneficio de la activada portuaria. Los mencionados poseen instalaciones de primera nivel, han incrementado los sitios para recibir mayor cantidad y más grandes naves, y han creado -lo que es fundamental- una base de respaldo territorial susceptible de ampliación para el movimiento de carga, lo que les proporciona la alternativa de continuar creciendo y mejorar su eficiencia.

Valparaíso posee hace casi cien años el mismo molo de abrigo, la misma posa para el movimiento de barcos y el mismo espigón. Se han dragado algunos sitios para recibir barcos de mayor calado, pero nada más. Ahora lo que clama al cielo y que resulta inexplicable para la mente de cualquier persona especialista en desarrollo portuario es el hecho de cómo se tiene por años literalmente botado todo el terreno que va desde la antigua estación Puerto hasta Barón. Ese paño de tierra ha sido un precioso campo para planteamientos distintos entre arquitectos, urbanistas, políticos y autodesignados representantes de la comunidad local, quienes han luchado por imponer su propio tipo de proyecto, donde la prioridad de usarlo como respaldo al puerto no ha tenido la más mínima consideración. En cualquier país del mundo, hace ya años que se habrían construido allí instalaciones para facilitar las actividades naviera, turística y portuaria, lo que habría ayudado a darle a Valparaíso el nivel de desarrollo que le corresponde. A mayor abundamiento baste comparar esa realidad con los esfuerzos que se hacen en Callao a fin de mejorar las instalaciones portuarias y el éxito que han tenido los peruanos en conseguir dicho objetivo. Hay oportunidades en que las naves prefieren dejar en el Callao la carga destinada a Chile y que desde ahí se reembarque a Valparaíso, lo que resulta caro e ineficiente.

Se me dirá que para ampliar Valparaíso y mejorar sus instalaciones portuarias se requiere mucho dinero. Es cierto, pero se olvidan que hay una cantidad importante de puertos a través del mundo que han sido construidos o mejorados por medio de concesiones otorgadas por el Estado. Así, capitales nacionales junto a extranjeros han permitido a aquellos alcanzar el nivel de desarrollo que hoy se necesita y, al mismo tiempo, enfrentar los desafíos que el futuro traerá.

No lloremos aquí sobre la leche derramada. Si queremos que Valparaíso tenga el lugar que se merece, hagamos todos juntos un esfuerzo, especialmente las autoridades, para darle al puerto y a sus instalaciones el nivel que el mundo de hoy demanda. Valparaíso tiene por ubicación y por historia como único medio de crecer y desarrollarse el poner todo su esfuerzo en el sentido señalado e intentar ser de nuevo el mejor y más importante puerto del Pacífico Sur.

Si no hacemos todos juntos dicho esfuerzo, Pancho pasará a ser barrio de otra ciudad no por disposiciones administrativas, sino por la realidad cruda de los porfiados hechos.

por demetrio infante figueroa