Con el paso de los años la deuda previsional de la Corporación Municipal de Valparaíso (Cormuval) ha aumentado en un 71%. Hay elevadas cifras y, lo más grave, es que hay personas afectadas en sus posibilidades y montos de jubilación al no tener los ingresos previsionales correspondientes.

Al año 2016, la deuda alcanzaba los $36.366 millones, para escalar en los primeros tres meses de 2021 a $62.298 millones, llegando así la elevada variación señalada.

Esta situación afecta directamente a las finanzas locales, ya que el monto indicado deberá ser aportado con recursos de la municipalidad, pues la Cormuval ya no cuenta con los flujos de educación al ser traspasado ese rubro a la nueva modalidad, el Sistema Local de Educación Pública (SLEP).

Por su parte, la municipalidad, debido a la pandemia, también ha disminuido sus ingresos y arrastra un déficit de $7 mil millones, lo que significa que no podría traspasar recursos a la ya disminuida Cormuval.

El presidente de la Comisión de Finanzas de la municipalidad, el concejal Iván Vuskovic, reconoció que la situación es crítica. "Hay gastos que superan los ingresos en más o menos $800 millones de diferencia", revela, y agrega que hay trabajadores que tienen convenio colectivo, como el aseo, y se deben pagar. Punto crítico, pues el aseo es una de las cuestiones fundamentales de la ciudad, con alcances sanitarios y también de seguridad si se considera la reiterada existencia de microbasurales, que son verdaderas bombas de tiempo, cuya explosión provoca esos incendios de conocida gravedad.

Ahora, con la segregación de la educación, la Cormuval verá disminuidos sus ingresos, pero debe continuar manteniendo la salud primaria, sus tres cementerios y la gestión del personal de aseo. Pero no puede olvidar el grave problema de las deudas previsionales que, como se dijo, afecta directamente a la personas.

Confirmando este aspecto, el presidente de la Comisión de Educación, Pedro Solís, revela que la Cormuval tiene deudas con el cuerpo docente que la municipalidad, con su elevado déficit, no podría solventar.

Ante esta delicada situación, el gerente general de Cormuval, Marcelo Garrido, tiene una mirada más optimista y argumenta que "con la desmunicipalización de la educación se reduce el déficit y con la gestión de deuda y planificación de pagos la situación se debiera equilibrar en los próximos años".

Es cierto que el punto de la gestión es fundamental, pero también es clave entrar al tema de los recursos municipales, buscando aumentar los ingresos disminuidos en los últimos meses, estimulando inversiones que los generen y, a la vez, ordenando la casa por dentro, focalizando el gasto administrativo solo en aquello que va en beneficio directo de la ciudad. Obvio, pero ¿habrá voluntad política para acometer esa tarea?

Todo es tan vertiginoso que el siglo XX parece más lejano de lo que realmente es. Estrategias comunicacionales que hasta hace una década parecían funcionales a los propósitos del poder, hoy resultan ineficientes y sin sentido.

Somos testigos de la ruptura con las estructuras vigentes de las democracias liberales propias de la fricción social conocida como interfaz cultural, que ha permitido el surgimiento de actores desde el territorio. ¿Nuevo? No.

Se ha escrito a partir de los noventa sobre territorios, desde las subjetividades propias de los sistemas culturales en transformación, siendo estas realidades las que no estuvieron representadas en el discurso ni en la acción de las instituciones. Si de elecciones se trata, en algún momento los resultados de mayo aparecerían casi como la moraleja de una fábula.

Las encuestas no logran construcciones discursivas en este escenario en que individuos se conectan y tensionan al poder desde hipertextos que representan las prácticas no lineales de nuestro pensamiento.

En el marco de una fragmentación social producto del sistema político y económico -la situación actual no fue espontánea-, ha resultado hoy un boomerang para la institucionalidad porque requiere lograr efectivamente una interacción, cuya carga simbólica, producto de la experiencia negativa de los ciudadanos y ciudadanas, resulta altamente compleja.

La elección de constituyentes da cuenta de esta ruptura. Algunas campañas sin recursos se impusieron, demostrando con votos que existe diversidad cultural con voces divergentes que se instalan desde las regiones del país.

La sociedad red o la cibercultura significa que los asuntos humanos son sistemas complejos culturales en los que convergen tanto símbolos, sujetos y artefactos (celulares) como un todo, con una capacidad de interactuar-metáfora de la interfaz- en tiempos y espacios físicos como virtuales.

Es una red simétrica que ocupa la esfera pública con prácticas de red y tejidos que se conectan sin poder central. Se demostró que las prácticas verticales no resisten más análisis porque no logran sintonía con las comunidades fragmentadas en intereses legítimos.

Es cierto que se desarrollaron campañas digitales que lograron romper las barreras preestablecidas, pero es -al mismo tiempo- un error interpretar que solo basta con plantear ideas a través de las redes sociales. Se trata de narrativas que fueron capaces de construir relatos a través de estéticas audiovisuales, sonoras, fotográficas y textuales. Programas y compromisos discutidos en cabildos que nunca dejaron de funcionar. La narrativa por sí misma no es un relato, la capacidad de crear contenidos que conecten con las experiencias y emociones en la diversidad de las comunidades locales es la clave.