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La fábula del crédulo y el truhan

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Ambrose Bierce escribió una vez que la mejor cura para el entusiasmo -un "trastorno juvenil", según su punto de vista-, es una combinación de "dosis pequeñas de arrepentimiento y aplicaciones extremas de experiencia". Algo como lo que le ocurrió en abril de 1983 a los ejecutivos y directivos de la revista alemana Stern, que vieron cómo en solo algunos días lo que pensaban era la exclusiva periodística del siglo se transformaba en una masa nauseabunda de una naturaleza completamente distinta.

Durante los dos años previos, Stern había estado gastando con una fe rayana en la locura millones de marcos en adquirir nada menos que los diarios de Adolf Hitler. Lo que no sabían los directivos es que estaban comprando una burda falsificación que traería a sus vidas y reputaciones una verdadera pesadilla.

El relato de este error mayúsculo (y una de las mayores estafas editoriales de la historia) es recogido con dosis iguales de circunspección y humor por el novelista Robert Harris en "Vender a Hitler", un libro publicado originalmente en 1985 y traducido al español por la editorial Es Pop.

Aunque Harris es un autor de ficción ("Fatherland" y "El poder en la sombra" son algunas de sus obras), "Vender a Hitler" es un reportaje. De hecho, el extenso recuento de una catástrofe que a ratos se sigue con cierta vergüenza ajena.

La narración gira en torno a dos personajes que parecen hechos el uno para el otro y sacados de una mala película de espías. Por un lado, Gerd Heidemann, un fotoperiodista devenido en investigador y obsesionado en partes iguales con el Tercer Reich y con un deseo casi enfermizo de reconocimiento; por el otro, Konrad Kujau, un falsificador de poca monta y mucha personalidad. "Gerd Heidemann había encontrado al fin a su más digno rival: alguien cuyo talento para inventar historias era idéntico a la capacidad del reportero para creérselas", resume Harris sobre la desafortunada amistad.

Es la combinación anterior la que parece estar en el corazón de lo que más tarde se convertiría en catástrofe. Heidemann llevó a sus jefes en Stern el cuento de los diarios del Führer, pero fue recibido de manera desdeñosa por el director y su segundo al mando, quienes veían con preocupación y sospecha el desmedido interés de su reportero por todo lo que oliera a los nazis. Luego vino el paso fatal: a través de un amigo, el periodista se puso en contacto con los ejecutivos de la editorial que controlaba la revista. Estos estuvieron felices de hacerse con la exclusiva y, tras un par de verificaciones hechas a la rápida, acordaron los pagos al proveedor misterioso (un inexistente general de la RDA que mandaría los diarios con riesgo para su propia vida) y decidieron no informar nada a la jefatura periodística de la publicación.

Poco más de dos años después, decenas de libretas pagadas a precio de oro comenzaron a acumularse en una bóveda suiza. En el camino, el precio de cada cuaderno comenzó a inflarse y el reportero Heidemann principió a quedarse con una generosa parte de cada pago, para financiar una vida opulenta que incluía la mantención de un yate que había pertenecido nada menos que a Hermann Göring, el segundo hombre del Tercer Reich.

Robert Harris repasa con pericia forense cada punto en que el desastre se pudo evitar, incluyendo el momento en que Stern negoció los derechos internacionales de publicación de los "diarios" e involucró a Newsweek y The Sunday Times. En cada uno de ellos, una rara mezcla de negligencia, ceguera y autoconvencimiento impidió a los protagonistas apreciar lo evidente: los documentos no solo eran falsos, sino que estaban hechos de manera muy burda.

El momento en que comenzó la publicación de los diarios, el 23 de abril de 1983, marca un descenso al caos para todos los implicados en la aventura, incluyendo a los historiadores y peritos que dieron su aprobación a la veracidad de los documentos. El caso, incluso, tuvo ribetes de polémica internacional: mientras el gobierno de la República Federal Alemana sospechaba de una maniobra soviética para dar aliento a los neonazis, en Moscú se convencían de que la CIA estaba tras un engaño destinado a desviar la atención del despliegue de misiles balísticos que apuntaban a su territorio.

La verdad era mucho más simple y, por lo mismo, difícil de creer.

Robert Harris reconstruye de manera implacable esos días de estupor y vergüenza para los responsables de los "diarios". Desde las peleas en el nivel corporativo hasta las acciones que tomó la justicia alemana y que desembocaron en las detenciones de Kujau y Heidemann, quienes terminaron pagando con la cárcel el fraude.

¿Cómo es posible que tantas personas preparadas y llenas de experiencia se dejaran engañar de esa manera? ¿Qué pasó con los procesos de chequeo mínimos que habrían permitido detectar la estafa? Las razones que explican lo ocurrido parecen ser muchas y complejas, pero el autor de "Vender a Hitler" apunta a una fuerza elemental que muchas veces suele pasarse por alto. "El escándalo de los diarios de Hitler es un monumento a la teoría del principio de la incompetencia como motor de la historia", nos dice casi al final de este libro impecable y profundamente iluminador.

Título: "Vender a Hitler" Autor: Robert Harris Editorial: Es Pop ediciones Extensión: 424 páginas Venta: En librerías y sitios como Buscalibre.cl

por shogun