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El Marco Polo chileno

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Aprovechando que no había forma de confrontar lo que contaba, Donoso afirmaba que había estado en España, Holanda, Inglaterra, Centro América, México y Estados Unidos, donde viajó 'como atorrante, como andarín y hasta de turista".

Hasta antes de la pandemia, era común que a las oficinas de los diarios llegaran personas a hacer denuncias, informar noticias o contar historias que consideraban dignas de ser publicadas. Antes de las redes sociales, una aparición en el periódico era la única opción de tener cierta figuración pública.

La mayoría de las veces se trataba de denuncias infundadas o inverificables, noticias intrascendentes o largas peroratas que no llegaban a ningún destino. Entonces, el relato interminable terminaba siendo para el periodista peor que una ida al dentista, una pérdida de tiempo y un gasto inútil en cintas de grabación.

No obstante, hace cien años, cuando había que completar las páginas de avisos con crónicas locales, la visita de uno de estos personajes era recibida con los brazos abiertos. El protagonista lograba la figuración que quería, el periodista cumplía con su nota, los avisadores se lucían al costado del relato y los lectores, sin google ni redes sociales, podían echar a volar su imaginación.

Así ocurrió hace exactamente un siglo, cuando un desconocido Luis Alberto Donoso Guajardo llegó a la desaparecida crónica del diario La Unión para dar cuenta de su llegada a Chile, luego de un periplo que no tenía nada que envidiar a las peripecias del británico Phileas Fogg y su ayudante Jean Passepartout, protagonistas de la novela de Julio Verne, "La vuelta al mundo en 80 días".

El periodista comenzaba la crónica asegurando: "Su charla amena nos ha hecho pasar algunas horas transportando a nuestro espíritu a otras tierras, a otros mundos, a diferentes costumbres".

Donoso había nacido en Curicó en 1854 y desde los 15 años se había incorporado a la marina como grumete, dando inicio a una serie de viajes que le permitieron recorrer el planeta: "Sin que sea alarde, creo que en el mundo no habrá individuo alguno que cual yo haya caminado por todos los países del globo terráqueo y que lo haya hecho sin contar con recursos de ningún género, trabajando siempre en todas partes".

Como un personaje de Gionanni Papini, Donoso relataba: "He presenciado erupciones volcánicas. En un lago vi que mientras se hundía una isla aparecía otra; he recorrido sobre ruinas después que los terremotos habían arrasado a las poblaciones. Estuve de cacerías de fieras, allí en la selva, donde habitaban solo los tigres de Bengala y donde se encuentra el soberbio león".

En una época donde los viajes a Europa estaban restringidos para una elite, aseguraba que había atravesado desde Calcuta a Bombay a pie y ahí, a miles de kilómetros de Chile, específicamente en Allahabad, se había encontrado con un chileno, que trabajaba para una empresa de ferrocarriles. Un experiencia similar le había tocado vivir en el puerto de Amberes, luego de un naufragio del que sobrevivió de forma milagrosa. En Bélgica, se sorprendió con el encuentro de otro chileno: "El toparse de improviso con un chileno en tierras extrañas, es tan emocionante que no encuentro palabras para describir. Nos dimos un fuerte abrazo y a ambos nos corrieron las lágrimas por las mejillas, recordando a la patria".

Aprovechando que no había forma de confrontar lo que contaba, Donoso afirmaba que había estado en España, Holanda, Inglaterra, Centro América, México y Estados Unidos, donde hizo viajes de Nueva York hasta Nueva Orleans: "como atorrante, como andarín y hasta de turista". Según él, la mayoría de las veces estos viajes los hacía a pie: "para demostrar que la raza chilena es fuerte y que uno de sus más humildes exponentes era yo". Unos años antes, Nicolás Palacios había escrito "Raza chilena" y sin imaginar las consecuencias que esta corriente ideológica tendría más adelante, personajes como Donoso se vanagloriaban de su raza frente al mundo.

Decía además ser políglota, hablaba, además de español, inglés e italiano. Según él, comprendía el alemán, el griego, sueco, el dialecto del Indostán y algo de chino (tuvo la suerte de no ser expuesto a una prueba como el famoso políglota de Viva el Lunes).

Finalizado el relato, Donoso se marchó del diario señalando que iba a ir a otros periódicos, incluso al teatro, para contar sus supuestos periplos por distintos lares. Nunca sabremos cuánto había de cierto en lo que contaba, si lo había vivido o lo había leído en alguna revista de viajes. Sus historias se sustentaban en la ingenuidad de un público que solo conocía el mundo a través de novelas y crónicas de los diarios. Un siglo de distancia, pero a la vez una brecha sideral con el lector actual, empoderado, informado y desconfiado. Las páginas de los diarios antiguos son una ventana, pero también un descanso frente a una pandemia que no da tregua y un panorama político tan oscuro como incierto. 2

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Encerrarse o morir

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La falla en la comunicación de riesgo colabora también en esta especie de tierra de nadie. Pasó con las autorizaciones para salir de vacaciones y ahora con el permiso de movilidad, en circunstancias en que la pandemia aún no estaba controlada y dieron una señal de normalidad peligrosa".

"Creemos que las cuarentenas no están generando los efectos buscados, es decir, contener o disminuir el número de contagios (...) y, al mismo tiempo, ha sido una medida que ha impedido que miles de emprendedores puedan salir adelante", afirmó la directiva de la UDI en una declaración pública esta semana, luego de que el Ejecutivo decidiera enviar a toda la Región Metropolitana a cuarentena, dadas las negativas cifras de contagios por Covid-19 -que hasta el viernes alcanzaban más de siete mil casos diarios- y el colapso de las UCI tanto en la capital como en el resto del país.

Con esas palabras, además, el gremialismo dio muestras -una vez más- de la molestia con el Presidente Sebastián Piñera, en este caso, porque a su juicio se debería comenzar a ser más laxo con las medidas restrictivas, de manera de permitir el reimpulso de la economía. De hecho, el mismo timonel de la UDI, Javier Macaya, puso más presión y -en una especie de chantaje hacia el Presidente- advirtió que "estamos seriamente considerando rechazar la extensión del estado de excepción, porque nos parece que los chilenos no pueden seguir encerrados", en referencia a la iniciativa que el Mandatario deberá enviar antes del 30 de junio al Congreso para poder ampliar el estado de catástrofe por otro periodo más.

La molestia de la UDI tiene algo de lógica. Efectivamente, las cuarentenas tuvieron mayores efectos durante la primera ola de la crisis sanitaria -el 2020- y ya hace un tiempo variados expertos han cuestionado su efectividad actual. Los mismos especialistas han advertido que las razones para que las medidas restrictivas no estén funcionando tienen que ver con la denominada fatiga pandémica, la falta de educación sanitaria, la alta movilidad de los ciudadanos y la cantidad de personas en situación vulnerable, así como con la crisis económica y las dificultades para que las empresas, de todos los tamaños, pero sobre todo las más pequeñas, puedan sobrevivir.

Y todo lo anterior tiene mucho de sentido común. La gente efectivamente está cansada y no está dispuesta a cumplir las cuarentenas de buenas a primeras. A eso se agrega la falta de fiscalización, lo que permite que los chilenos se sigan moviendo pese a las restricciones, no solo por razones laborales muchas veces, sino también para hacer encuentros sociales, fiestas clandestinas, etc.

Además, la falla en la comunicación de riesgo colabora también en esta especie de tierra de nadie. Pasó con las autorizaciones para salir de vacaciones en el verano y ahora con el permiso de movilidad, para quienes están vacunados. Ambas medidas fueron lanzadas con bombos y platillos en circunstancias en que la pandemia aún no estaba controlada y dieron una señal de normalidad peligrosa, que hizo que los ciudadanos dejaran de extremar los cuidados y, por consiguiente, aumentaran los contagios. Todo en pos de la economía.

Así, nuestra región no ha estado ajena a esta dicotomía entre libertad y crisis sanitaria. Mientras comunas como San Antonio se mantienen en fase 1, otras como Valparaíso y Viña del Mar ven con terror -casi con la música de Psicosis de fondo- cada vez que la subsecretaria Paula Daza comienza con el relato de los cambios en el plan "Paso a paso", cada lunes y jueves, a sabiendas que en cualquier minuto el semáforo puede marcar rojo. Los números son peligrosos: hasta este viernes, había más de cinco mil casos activos en la zona.

Aun cuando aquello no parece tener sintonía con el comportamiento de muchos ciudadanos, sí tiene cierta lógica con lo que se muestra en las encuestas. De hecho, la Cadem de esta semana visibiliza que los chilenos siguen preocupados por contagiarse el virus y el Colegio Médico, además, cual llanero solitario -alejado ya de la mesa Covid - sigue insistiendo en que estamos en un momento complejo. Su secretario nacional, José Miguel Bernucci advirtió en estos días que el aumento de camas críticas ya es insostenible.

Entonces, no se entiende el chantaje de la UDI al Presidente Piñera. Primero porque se trata de una postura que se esperaría de la oposición, no del oficialismo. Pero, además, porque no hay una situación propositiva por detrás (insistir en el uso de mascarillas y el distanciamiento social, como lo planteó Macaya parece un chiste). Si las cuarentenas y toques de queda no son ya la respuesta a esta especie de maldición que nos cayó encima hace más de un año, ¿cuál sería la solución? A menos que el gremialismo tenga una carta bajo la manga que aún no da a conocer, en la práctica, la dicotomía sigue siendo encerrarse o morir. 2

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