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DEBATES & IDEAS

Apuntes a propósito del matrimonio igualitario

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En una columna publicada en este mismo medio, la profesora Karen Trajtemberg, resumiendo, califica de imprudente al Presidente Sebastián Piñera por apoyar el proyecto de ley que extiende la condición de matrimonio a la unión de parejas del mismo sexo, "matrimonio igualitario", porque habría provocado un grave quiebre al interior de la coalición gobernante. Sin embargo, no vacila en agregar: "Lo cierto es que se trata de una iniciativa del todo lógica y necesaria", tanto más cuanto estaría apoyada por cerca del 74% de la población.

"Lógica y necesaria". ¿Será así? Honestamente, no alcanzo a comprender cómo se puede afirmar que ambos tipos de uniones, homosexuales y heterosexuales, son iguales. Tengo perfecta conciencia de que hay personas que nacen con tendencia homosexual y que no es posible eliminárselas. Son personas cuyo cerebro funciona más bien con los rasgos de un sexo, pero dentro de un cuerpo del otro sexo.

Ellas merecen todo nuestro respeto y por ningún motivo se las puede aislar u hostigar en razón de este rasgo que ellas presentan. Es muy natural, por lo demás, que entre ellas se creen lazos de amistad y de afección derivados de esta común condición. Pero, de ahí a creer que, yendo más lejos, puedan entablar entre ellas relaciones sexuales y afectivas similares a las que se dan entre personas de distinto sexo, hay una distancia infranqueable.

La unión de un varón y de una mujer con la finalidad de procrear, de ayudarse mutuamente y de enfrentar toda la vida juntos, que denominamos matrimonio, es irrepetible entre personas del mismo sexo, aunque mantengamos el mismo nombre. El organismo de las personas tiene sus reglas a las que no cabe sino adaptarnos. Por eso, es un engaño que se hace a estas personas al anunciarles que entre ellas -o ellos- podrán contraer matrimonio al modo como lo hacen una mujer y un varón. Un varón, aun siendo homosexual, tiene un organismo de varón y por eso mismo no puede complementarse con otro varón al modo como podría hacerlo con una mujer. Por eso, no es aconsejable llevar este tipo de relaciones a estos extremos. De hecho, pueden llegar a ser hasta detestables cuando en ellas participan quienes incurren en la homosexualidad sin tener ninguna inclinación a ella. Sin embargo, cuando digo todo lo anterior no estoy ni en lo más mínimo preconizando que esas uniones deban ser prohibidas, ni siquiera hostigadas. Ni tampoco, estoy pidiendo el monopolio de un nombre. Cada cual sabe qué decisiones tomar y si, siendo adulto, adopta ésta de convivir con una persona de su mismo sexo, no seré yo quien trate de impedírselo. A lo más, como a las parejas heterosexuales, se les podrá pedir decoro y discreción.

Con todo, pensar que un varón y una mujer son intercambiables a la hora de procrear y formar nuevas personas significa desconocer datos elementales de nuestra naturaleza. Definitivamente, no da lo mismo ser varón o ser mujer. Por eso, la pareja entre ella y él no es reemplazable, cuando se trata de la formación de niños, por parejas sea de varones, sea de mujeres. Intentarlo, como se pretende ahora en Chile, es una forma de ir contra la naturaleza. Tanto como lo es el producir niños, para dar gusto a estas personas en su afán de ser considerados padres o madres, de cualquier manera salvo la normal de unión sexual entre él y ella. Simplemente se termina sacrificando el derecho de esos niños a estar dotados de padre y de madre.

En fin, legalizar la opción de este "matrimonio igualitario" es una forma de manifestar a la juventud que es indiferente mantener relaciones sexuales con personas tanto de un sexo como del otro o, lo que es lo mismo, que no hay riesgo intrínseco en elegir una u otra opción. Es, por esa vía, una forma de inducir a esa juventud a la manipulación de su naturaleza y, en definitiva, a su destrucción.

Es lo que está haciendo el presidente Piñera con su anuncio: dar la partida a una carrera de corrupción de la juventud que va a gravitar pesadamente en el futuro tanto de esos jóvenes como de nuestra patria.

En esa carrera, de la mano de nuestro Presidente, parece que entramos. Y, tal vez, también de la mano de la profesora Trajtemberg.

Sería bueno que aclarara el alcance de sus opiniones.

por gonzalo ibáñez santa maría