Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Servicios
  • Espectáculos
TRIBUNA DEL LECTOR

Neuroderechos y la amenaza tecnológica

E-mail Compartir

Posiblemente, para la mayoría de los chilenos fue una sorpresa el hecho de que en octubre de 2020 el Senado haya aprobado legislar sobre la creación de los denominados neuroderechos. Para la ciudadanía en general, no parece ser del todo claro qué es un neuroderecho y cómo afecta la vida del ciudadano común, esto último un elemento fundamental si entendemos que este es, exactamente, el tipo de decisiones legislativas que regulan nuestro comportamiento como sociedad en un tema específico. Para entender qué es un neuroderecho debemos entender el tipo de escenario que motiva su creación.

En su nivel más fundamental, nuestro cerebro funciona en base a la transmisión de descargas eléctricas desde una neurona a otra (proceso denominado sinapsis). Para crear nuestra experiencia de estar leyendo esta columna, o la de oler el café que tengo en mi taza, el cerebro debe hacer millones de conexiones entre millones de neuronas, esto es, millones de sinapsis. Hasta hace algunos años, los neurocientíficos habían logrado tener algún grado de claridad respecto de cómo ciertos grupos gigantes de neuronas (o enjambres) trabajan en conjunto en áreas específicas del cerebro para producir nuestra actividad consciente. En 2013, el Gobierno de los Estados Unidos aprobó la Brain Initiative, un multimillonario megaproyecto que promete clarificar el camino específico que recorren los impulsos eléctricos en el cerebro para crear estados mentales como los pensamientos y las percepciones, entre otros. El objetivo principal de esta iniciativa (mediante el proyecto llamado Brain Activity Map) es clarificar con una precisión sin precedentes el camino exacto que recorren esos impulsos eléctricos en el cerebro, para así lograr entender qué es lo que ocurre en una serie de enfermedades neurológicas que implicarían, exactamente, algún problema en tales recorridos. De tener un mapa claro del camino que recorre un impulso eléctrico para producir el movimiento voluntario de mis manos, podríamos, por ejemplo, entender mucho mejor qué ocurre con tales proceso en el caso del Parkinson o la parálisis.

En una reciente entrevista, Rafael Yuste (2020) -uno de los principales investigadores asociados a la Brain Initiative y principal propulsor del concepto de neuroderecho- advierte que de poder registrar y grabar con tal nivel de precisión este tipo de información (denominada neurodatos), sería posible "leer mentes". El escenario se vuelve más preocupante si pensamos que el potencial registro y grabación de nuestros neurodatos podría dar el poder a científicos, empresas o gobiernos para, incluso, reprogramar nuestro comportamiento mediante la recodificación de la actividad eléctrica de nuestro cerebro (a esto se la ha denominado hackeo cerebral). Ante la posibilidad del mal uso de las neurotecnologías que se espera se deriven de proyectos como el Brain Activity Map, durante los últimos años se ha sugerido que el desarrollo de todo tipo de neurotecnología debería estar acompañada de un suporte normativo que tuviese como objetivo la protección de la privacidad de los neurodatos, la identidad personal, agencia y equidad de las personas. En palabras simples, a este soporte legal se le ha denominado neuroderechos.

Si bien las aplicaciones médicas han sido la prioridad de este tipo de proyecto, sería ingenuo no pensar que las megacompañías (como Facebook y Microsoft), que han invertido grandes sumas de dinero en estos proyectos, no busquen una forma de retorno de tal inversión mediante la creación de aplicaciones comerciales. Ante este escenario, la amenaza de divulgación, robo o intromisión de nuestros neurodatos se vuelve cada vez más cercana.

Obviamente, para muchos este tipo de escenario podría sonar muy lejano o incluso digno de una película de ciencia ficción como "Minority Report" o "Black Mirror". Obviamente, el acceso a la actividad eléctrica de mi cerebro no es algo que pueda ser realizado por cualquier persona o de manera fácil, ¿pero no ocurría lo mismo con nuestros datos personales antes de la masificación de la digitalización de la vida económica y social en las redes sociales?, ¿no ocurría lo mismo con nuestros datos personales antes que la banca y el retail digitalizaran su gestión?

Por ejemplo, Kernel-Flow es una aplicación que usa tecnología infrarroja para entregar información en tiempo real sobre mi cerebro a todos los consumidores que tengan el artefacto. Esto, claramente, ya parece constituir una forma de transmisión de datos neuronales. Para algunos la masificación de este tipo de aplicación tecnológica tan exclusiva no es realista, pero ¿no dijimos lo mismo de Facebook, Google, los smartphones y las tablets, por ejemplo?

La creación de los neuroderechos surge como una forma de anteponerse a potenciales malos usos de un tipo de dato que contiene información fundamental de lo que somos como personas. La creciente influencia de las neurotecnologías en aspectos cotidianos de nuestra vida podría traer consigo amenazas que este tipo de sustento legal estaría tratando de prever.

Es de esperar que la ciudadanía se siga informando sobre estos temas y que, por otra parte, el Gobierno también impulse la educación tecnológica en nuestro país, para que así los chilenos realmente entiendan el trasfondo de este tipo de iniciativas legislativas y cómo afectan su vida cotidiana.

Pablo López-Silva

Psicólogo, PhD en Filosofía, Universidad de Manchester, Profesor adjunto

Escuela de Psicología universidad de valparaíso