Ustedes lo hicieron
La resignificación de espacios para fines culturales, como museos, teatros o galerías, es una práctica cada vez más común en distintas ciudades del mundo y nuestro país no queda exento de esta buena fórmula, aunque no siempre sus resultados sean los más esperados o beneficiosos para la comunidad. Hoy en Chile el mejor ejemplo es el Palacio Pereira, antigua y abandonada residencia aristocrática, hoy devenida en sede de la Convención Constitucional.
También hay ejemplos en nuestra ciudad. Por lo pronto tenemos al exedificio de Correos, hoy sede formal del Ministerio de las Culturas y las Artes, de cuyo aporte prefiero que cada uno opine; la excárcel de la ciudad es hoy el Parque Cultural de Valparaíso, una de las mejores infraestructuras culturales del país fuera de Santiago; la mayoría de los museos de nuestra ciudad fueron residencias particulares. En fin, existe mucha experiencia en ello. En Madrid, capital española llena de excelentes edificaciones, uno de los más significativos ejemplos de este tema es el Museo Reina Sofía, que fuera un antiguo hospital que estuvo a punto de ser demolido. Sí, tal como lo lee. Se pensó en demoler esa maravillosa edificación que alberga hoy en día una extraordinaria colección de arte contemporáneo y recibe a cientos de miles de visitantes cada año, cuyo aporte al paisaje cultural madrileño y del mundo es infinito.
En el segundo piso del museo se encuentra una de las obras de arte más famosas de los ya casi últimos cien años de la humanidad y no exagero con la presentación del "Guernica", (1937) pintado por el gran Pablo Picasso (España 1881 - Francia 1973), que ha sido visto por millones de personas y reproducido, fotografiado y plasmado en cientos de miles de soportes de todo tipo.
La obra es una en clara alusión al violento ataque sufrido por esa villa del País Vasco, durante la Guerra Civil vivida por la península, ataque que contó con el apoyo de la fuerza área italiana y alemana. Es a un embajador alemán justamente a quien Picasso le lanza la frase que titula esta crónica, cuando el diplomático lo felicita por lo logrado por el artista en el cuadro de marras, a lo cual el malagueño responde "fueron ustedes", acerca de los verdaderos autores, refiriéndose a la acción bélica que costó tantas vidas y dejó tantos pesares. Las heridas de la guerra resultan imborrables, en todo tiempo y en todo momento.
Hoy en día vemos con espanto y dolor cómo cientos de miles de afganos huyen despavoridos de su país por la toma del gobierno a manos de las milicias de los talibanes. Más que las aristas políticas y de intervencionismo o de asuntos internacionales, acá lo que vemos es una población aterrada de que sus derechos esenciales sean conculcados. Acá lo que vemos es mujeres desesperadas sabiendo que serán sometidas a una vida que parece sacada de una mala novela de terror, sin respeto a su género, a sus condiciones y capacidades, simplemente sometidas por el hecho de ser mujeres. A estas alturas del mundo, quién puede compartir esta mirada, esta forma de crueldad a la que se quiere justificar con argumentos históricos y tribales. Resulta totalmente condenable esta manera de tratar a las mujeres, en Afganistán o donde sea, de aquello no hay espacio para la duda.
Las noticias desde esa nación son preocupantes, devastadoras en verdad. Las personas aferradas al fuselaje de un avión en movimiento dan cuenta de la desesperación de sentir al acecho la violencia y el martirio, generando la natural angustia y desesperación por escapar de ese dolor que les persigue, que lo advierten, porque además lo han conocido, y por lo mismo la angustia se hacer mayor.
El mundo entero debe condenar toda manera de sometimiento a mujeres, niños y niñas, todo el mundo debe fustigar el uso de la violencia para la instalación de un gobierno, cuales sean sus principios o intereses; todo el mundo debe pedir a una sola voz, exigir más bien el respeto por los derechos esenciales, que tan bien están consignados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que a estas alturas más bien parece un lindo poema que nos gusta repetir más que respetar.
Cada vez que veamos una guerra, un conflicto armado de esos que generalmente, por no decir siempre, carecen de lógica y de sentido común, debemos pensar quiénes lo generaron, qué los mueve a llegar al uso de la fuerza por sobre la razón, qué buscan tras ello; no permitamos nunca ser sindicados como los autores, que nadie nos diga "ustedes fueron", como al embajador germano, nunca. Debemos levantarnos con una fuerza estremecedora para decir no a la violencia, venga de donde venga. Debemos construir una sociedad justa, pero también en paz. Lo uno no se puede ni se sostiene sin lo otro. Nuestro compromiso debe ser con la paz y la razón. De eso se trata vivir y a ellos estamos convocados.
Por rafael torres arredondo,
gestor cultural