Año Nuevo en el Mar, de Dighero a Igualt
El reciente fallecimiento del español Mario Igualt cierra un glorioso segundo ciclo del espectáculo pirotécnico más encantador de América Latina. El catalán Mario Igualt asumió el relevo a comienzos de la década de los noventa, cuando la profesionalización del espectáculo y las variables ofrecidas a la industria mundial obligaban a una dedicación completa.
Nos recuerdan Rodrigo Oliver, director ejecutivo de Quinta Visión, y el almirante (R) Miguel Ángel Vergara, con justa razón, que la conmoción por el sensible fallecimiento del empresario español Mario Igualt, sindicado en estas páginas como el creador del Año Nuevo en el Mar moderno, pasa a llevar, involuntaria e innecesariamente, al verdadero fundador de los mismos, que no es otro que el odontólogo Ernesto Dighero Lajaña, quien el 31 de diciembre de 1953 realizó el primer show pirotécnico tras plantearlo a la Liga Marítima de Chile, de la cual era director.
"Hace más de 60 años atrás, el último día del año en Valparaíso se encendían las luces de los barcos pertenecientes a la Armada, así como otros barcos en el puerto de la ciudad. Mi familia, en esa época vivía en Avenida Alemania con unas vistas privilegiadas. Así fue como se le ocurrió a mi padre darle luz para todos los ciudadanos en el cielo en uno de los parajes naturales más lindos de Chile", contó hace algún tiempo su hijo, Ernesto Dighero Espinoza, quien también insistió en que el evento siempre estuvo pensado para toda la gran bahía de Valparaíso y Viña del Mar (Concón aún no volvía a constituirse en comuna por esos días). La primera versión duró solo cuatro minutos y utilizó fuegos artificiales del único productor que existía en Chile: la casa santiaguina "El Cometa".
La propia Liga Marítima recuerda el episodio en su libro de conmemoración de su centenario: "La Liga apoyó decididamente la iniciativa del Dr. Dighero, coordinando con la Armada, para que esa noche ubicara los buques fuera de la poza de abrigo, distribuidos a lo largo de la bahía, con empavesado eléctrico completo que delineara su silueta. La idea era que, justo a la medianoche, los buques apagaran su iluminación e hicieran juego de reflectores, cuyos haces de luz debían cruzar el firmamento entre los fuegos artificiales. Además, se les solicitó la colaboración a las compañías navieras para que sus remolcadores y barcos surtos ese día en Valparaíso hicieran otro tanto. A esto se agregaban los pitos y sirenas de todos los buques".
El catalán Mario Igualt, por su lado, asumió el relevo a comienzos de la década de los noventa, cuando la profesionalización del espectáculo y las distintas variables ofrecidas a la industria mundial obligaban a una dedicación completa para satisfacer las demandas, ya no solo de los alcaldes de Valparaíso y Viña, sino de numerosas comunas en Chile, Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, Asia y, extraordinariamente, como nos comentara en un último encuentro, shows privados en exóticos y millonarios países de Medio Oriente.
Tanto Dighero como Igualt contribuyeron a las ciudades de nuestro borde costero de una manera que quizás jamás vislumbraron. A ellos, un homenaje; y a los señores Oliver y Vergara, agradecimientos por precisar nuestra historia.