Sentido común para Chile
Sentido común para Chile fue el eslogan que utilicé durante mi campaña como candidato a la Convención Constitucional. Su significado, según el diccionario de la Real Academia, es el de juzgar las cosas de manera razonable, y a eso aspiro al momento de iniciarse la redacción de nuestra nueva Constitución Política.
Mi pretensión puede parecer algo modesta, pero es la fórmula que he intentado aplicar durante toda mi vida profesional, por ahora -creo- con más éxitos que fracasos.
Juzgar las cosas de manera razonable implica partir de la base que no somos dueños de la verdad y que, para acercarse a ella, siempre será conveniente conocer otras posiciones, discutirlas, evaluarlas y, luego de este proceso, llegar a una conclusión que no será necesariamente la correcta, aunque sin duda estará mucho más cerca de la solución inicialmente considerada.
Evidentemente, esta forma de proceder se complementa con dos supuestos esenciales: por una parte, el acatamiento y defensa de ciertos principios básicos preestablecidos; y, por otra, el compromiso de cumplir los acuerdos que se alcancen.
Llevada a la política, la fórmula es similar. Desde luego, tengo mis convicciones, pero estoy dispuesto a respetar posiciones ajenas en la misma medida en que sea respetada la mía. Todo ello en base a argumentos, en un ambiente que no discrimine, que valorice la diversidad y su premisa indisoluble: la libertad.
Esta forma de entender la política nace, fundamentalmente, de mi experiencia de vida. Con ojos de niño, pude observar la polarización que se produjo en nuestro país a comienzos de los años 70, por una sobreideología que, sumada a una enorme intolerancia, terminó con la pérdida de miles de vidas y la destrucción de nuestra democracia.
Por lo expuesto, quiero aprovechar estos minutos para recordar la importancia del diálogo en la búsqueda de acuerdos como un medio de fortalecimiento de la democracia.
Como es obvio, el diálogo consiste en una discusión que busca llegar a un acuerdo, de modo que el presupuesto necesario para que ese diálogo se genere es la existencia de posturas u opiniones diversas. Ahora bien, si pensando distinto una parte intenta imponer a la otra sus ideas por el solo hecho de contar, circunstancialmente, con mayor fuerza o número de votos, no estaremos en presencia de un diálogo ni de una política sana, porque esta última debe velar por conciliar las diferencias de intereses en una sociedad y apuntar a construir pactos que otorguen certeza y estabilidad.
Entonces, cuando se nos pregunta diálogo, ¿para qué? la respuesta es para la búsqueda del bien común y, dentro de la Convención Constitucional, para concretar ese ideal conocido con el nombre de "la casa de todos".
Para juzgar las cosas de manera razonable se requiere, además, estimular los consensos, lo que no significa cesiones de un lado y otro para llegar a un intermedio, a una mitad de camino en el que nadie quede realmente conforme, sino que donde todos contribuyan al logro del mejor de los acuerdos posibles.
Si queremos una "casa de algunos" la tarea será mucho más sencilla, bastará con que las mayorías transitorias aplasten a las minorías. El problema de aplicar esa tesis está a la vista, dado que cuando esa correlación de fuerzas cambie, se modificará o dejará sin efecto lo previamente impuesto. Ese no es el camino que Chile merece.
Aquí no se trata de contarnos una y otra vez, de levantar la mano o apretar un botón y caer en un agotador conteo interminable durante todo un año. Eso no se llama diálogo ni tampoco democracia, que es bastante más que un simple ejercicio numérico.
Mucho se ha hablado de "cuidar la Convención" y eso es tarea de cada uno de los que estamos acá. Para lograrlo, es indispensable respetar la diversidad de pensamientos que existe entre nosotros. Se requiere escuchar y ser escuchado, no solo como una exigencia dentro de un listado de formalidades, sino que como una oportunidad cierta de persuadir y ser persuadido.
Aplicar sentido común para Chile o juzgar las cosas de manera razonable, se traducirá, en consecuencia, en aportar ideas, defenderlas, confrontarlas con otras en un ambiente de tolerancia y colaboración, con el claro propósito de alcanzar acuerdos que perduren en el tiempo y contribuyan a construir un país en el que todos podamos sentirnos acogidos.
discurso inaugural de
raúl celis montt ante la convención constitucional