Labores del sexo...
En la libreta de familia de mis abuelos se consigna la profesión de mi querida abuela: "Labores del sexo". Hablamos de un documento oficial del año 1902, emitido en Valparaíso, circunscripción El Puerto.
El oficial civil que firma al consignar el oficio de los contrayentes sin duda está cumpliendo disposiciones de la Ley de Matrimonio Civil del 10 de enero de 1884, continuadora y modernizadora del Código de don Andrés Bello que restó a la Iglesia Católica una serie de facultades relativas a la familia y los cementerios, materia que en su tiempo fue objeto de graves conflictos que hoy parecen absurdos.
Pero volviendo a la modernidad de 1902, tenemos que la ley vigente establecía en su artículo 131 que "los cónyuges están obligados a guardarse fé, a socorrerse i ayudarse mutuamente en todas las circunstancias de la vida. El marido debe protección a la mujer i la mujer obediencia al marido". Todo esto, citado textualmente, se estampaba en la contratapa de la citada libreta como saludable recordatorio.
Estas disposiciones tan antiguas como la de socorrerse y ayudarse mutuamente tienen frecuentes vulneraciones que hoy día aparecen al tratarse el retiro de los fondos previsionales que dan oportunidad a ellas para lograr aquellos pagos que ellos han olvidado creando graves problemas a exesposas y, especialmente, a los hijos.
Pero volvamos a esto de "labores del sexo", término que podría resultar pecaminoso al confundirse con otro hoy conocido y reconocido, que es el del "trabajo sexual". Labores aquellas eran mucho más amplias, pues referían al cuidado de los hijos y la mantención del hogar, incluyendo todo tipo de labores domésticas.
Atenuando el término los nuevos documentos matrimoniales y de identidad al consignar la profesión de la mujer indicaban solo "labores", que no significaba tejido o bordado, sino que todo lo conocido por una dueña de casa tradicional.
Pero el solo hecho que un documento legal de 1902 tuviera una línea que debía consignar la profesión de la mujer da cuenta que ellas ya tenían oportunidad de incursionar en el mundo laboral hasta en sus más altos niveles.
Mujeres universitarias
En 1877, Miguel Luis Amunátegui, ministro de Culto, Justicia e Instrucción Pública, firmó el decreto que daba derecho a la mujer a entrar en la Universidad, se entiende la Universidad del Estado, única en esos años. Amunátegui, ministro del Gobierno de Aníbal Pinto, pertenecía al partido Liberal Doctrinario.
El ingreso de la mujer de la universidad fue lento pero seguro y fue la continuación de la incorporación de ellas al mundo laboral en otras tareas, algunas importantes, como la docencia, y otras de segundo plano, como cobradoras de tranvía -de fuerte personalidad para pararles el carro a los frescos- o telegrafistas, con habilidad digital para operar manipuladores que trasmitían mensajes mediante un código de puntos y rayas que inventó el señor Morse.
El arte, en todas sus expresiones, fue siempre un campo abierto a la mujer.
Todo bien, pero faltaban los derechos políticos. Elegir y ser elegidas.
Larga lucha universal con sufridas sufragistas especialmente en la victoriana Gran Bretaña.
Partido cívico femenino
En Chile también estalló la inquietud y en los años 20 del siglo pasado, años de cambio con la llegada de Arturo Alessandri Palma al poder, surge el Partido Cívico Femenino, feminismo precursor. Un nombre olvidado y perdido en el tiempo, pero la lucha sigue y en 1934 las mujeres se ganan el derecho a participar en las elecciones municipales.
Victoria a medias y se va por más. El poder femenino organiza en 1944 el Primer Congreso Nacional de Mujeres, el cual acuerda la formación de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, donde destaca Amanda Labarca, militante radical de gran trayectoria nacional e internacional.
Entretanto, los proyectos sobre el pleno voto de la mujer duermen en el Congreso, alcoba nacional de muchas iniciativas.
En 1946, al inicio del Gobierno del radical Gabriel González Videla, la idea se activa y en 1948 cuenta ya con el apoyo del presidente del Senado, Arturo Alessandri Palma, liberal, y el de la Cámara de Diputados, Juan Antonio Coloma, conservador. En un segundo plano ha estado trabajando la esposa del mandatario, Rosa Markmann, doña Miti, quien establece una oficina en La Moneda, donde se hace un intenso lobby intentando convencer a parlamentarios opuestos o dudosos.
Como siempre los eternos cálculos y dudas. Incluso algunos radicales, correligionarios del Presidente, temían al proyecto argumentando que la Iglesia Católica, vía prédicas o confesionario, pudiese influir en las nuevas electoras.
El proyecto queda en tabla en el Senado y es aprobado. Pasa a la Cámara. Sesión especial. Galerías repletas de mujeres y cientos en las calles gritando consignas. Es el 16 de septiembre de 1948, la Navidad está cerca. Llega el esperado regalo. Aprobado en general y en particular. Únicamente un voto en contra, del diputado liberal por Malleco Manuel Huerta.
La ley fue promulgada el 8 de enero de 1949.
El 4 de septiembre de 1952 es la primera elección presidencial en que votan las mujeres. De un total de 954.131 electores que llegan a las urnas, el 32,3% son mujeres. Carlos Ibáñez del Campo, el triunfador, el "general de la esperanza", se lleva el 43% de los votos femeninos. Casi 70 años que merecen una celebración, civilizada en la medida de la posible…
Se ve ahí el poder femenino en acción, más allá de esas importantes e imprescindibles "labores del sexo" que, desde siempre, con o sin derecho a sufragio, hacen de la mujer un poder fáctico.
por segismundo