Soluciones luego del catastro de ambulantes
La invasión de informales en el borde costero revive un tema ante el cual la nueva Municipalidad anuncia un estudio. La represión, tarea ingrata en que nadie quiere ensuciarse las manos, ha sido esporádica. No se persiguen fuentes de abastecimiento de los ambulantes, no hay controles sanitarios ni tributarios.
La ofensiva llega por todos los flancos. Es el comercio ambulante que ya domina el centro histórico de Viña del Mar, calle Valparaíso y Plaza Sucre, y ahora se apodera del borde costero. Hay quejas de los vecinos, de los artesanos establecidos en el sector de avenida San Martín-Muelle Vergara y de la Cámara de Comercio.
La ofensiva arreciará con el avance de la temporada de verano y el deterioro de la ex ciudad bella, hoy de cuidados, se acentuará. Con el objeto de acoger artesanos y comerciantes formales se instalaron allí 44 módulos, que han sido cercados por toldos y carros de ambulantes. "Perdimos el paseo que fue nuestro durante años", denuncia Verónica Poblete, presidenta de la Agrupación de Artesanos y Artistas del Muelle Vergara. Añade que han perdido el 70% de sus ganancias y que cuando intentan alejar a los informales estos "nos han amenazado con todo lo que se pueda imaginar".
No es novedad, estos informales son agresivos y con un violento sentido del derecho de propiedad no aceptan moverse de donde se instalan. Y por esos "derechos" estallan graves riñas hasta con resultados fatales. Se denuncia, además, la venta de productos falsificados y de alcohol.
El presidente de la Cámara de Comercio de Viña del Mar, Rodrigo Rozas, acusa a la administración anterior de una mala planificación. "Cuando se propone a los artesanos sacarlos de la primera línea del borde costero, no se pensó en la cantidad de ambulantes que llegarían al sector", dice. Cifra a los ambulantes en la ciudad en unos dos mil y advierte que "son verdaderas mafias".
Para la presidenta de la Junta de Vecinos Casino, María Adela Baeza, debido a esos ambulantes existe una verdadera "ley de la selva". Agradece a la Municipalidad el anuncio de la realización de un catastro de informales. ¿Y después qué? La alcaldesa Macarena Ripamonti afirma que se trata de una "problemática estructural" y agrega que "la represión ha demostrado ser ineficaz". Es una realidad, pues la represión, tarea ingrata en que nadie quiere ensuciarse las manos, ha sido esporádica y sin profundidad. No se persiguen fuentes de abastecimiento de los ambulantes, no hay controles sanitarios ni tributarios que revelarían irregularidades y peligros que afectan a toda la ciudad. Bienvenido es el anunciado catastro que debe identificar condiciones sociales, económicas y de residencia, para establecer reales carencias y, luego, determinar medidas que no afecten a la ciudad, protegiendo aquellos espacios públicos que son parte del patrimonio turístico como es el borde costero. No se debe olvidar en esta materia la permanente amenaza de la droga. ¿Habrá voluntad política para actuar tras la información que revele ese catastro o será solo un recurso para eludir soluciones?