La condición en la pintura
La artista visual Denisse Paulsen posee una gran capacidad creadora desde su lenguaje visual, no solo es una excelente pintora sino que aborda con la misma calidad otros soportes y formas que la llevan a canalizar ese río que nace desde su ser imaginativo, que tiene muy definido los actores de sus obras, por lo general son personajes con cierto existencialismo y una mirada frontal, abiertamente dulce, afectada por la melancolía que pareciera decirnos que es una tristeza accidental, paradójicamente, porque es como que algo les ha sucedido en el último segundo en que venían de una fiesta, de una charla amena, y que se ha interrumpido por no sé qué, es como un oxímoron plástico, porque la atmosfera en que se ambientan los personajes, perros, gatos, figuras zoomorfas, pudiendo ser un escenario de la más diversa índole, urbano, recintos cerrados o al aire libre no tienen el espíritu que pareciera embargar a los coloridos seres, esa dicotomía conceptual de las obras de la artista, generan una tensión plástica muy interesante, asociado por cierto a una muy buena técnica, oficiosa en el hacer, con una paleta cromática de mucha altura, hay un sentido del color que fluye limpiamente, pero que también es muy acertado, por la frescura que imprime a los personajes y el escenario en que están representados. Estos dioramas plásticos que llevan la imaginación del espectador a lugares distantes, son de una riqueza que hace florecer el campo mental del observador y eso es una cualidad que se debe resaltar en la obra de Denisse Paulsen que desde la leve melancolía y el cromatismo atmosférico nos logra conectar con las emociones, esas extrañas energías que se han ido apagando con el frío de un mundo gris, descomunal, dolorosamente pragmático.
Ensambles bohemios
El mundo de Germán Arestizábal, porque más allá de su imaginario plasmado principalmente en la técnica gráfica, es ciertamente un mundo, con sus propias reglas, sus formas de humor, pasión, reproches y desamores que se juntan en una alacena y luego se echan en un centrifuga que solo él sabe manejar. El lápiz de color ha sido el instrumento principal utilizado en su trayectoria como artista y con el que ha armado esta batahola de personajes del inconsciente colectivo del cine, jazz, animales y personajes noctámbulos que merodean un lugar incierto ubicado quien sabe dónde. La aplicación de colores sutiles en las figuras y espacios recrean escenas que se interconectan a veces como un relato cortaziano, que se abren y cierran como flashback de una obra vertiginosa. La técnica depurada hasta la perfección, no admite reparos a la hora de la elaboración, si bien la pieza teatral tratada puede rondar el disparate, la conjunción por ejemplo de un lavabo zoomorfo tendrá la delicadeza de una doncella que se hunde en las aguas de un manantial quieto, siempre la maestría estará presente al crear, unir, velar o delinear, los detalles como un principio relevante de toda la obra. En esta muestra Arestizábal, se reinventa colorística y conceptualmente, aplica técnicas mixtas y una iconografía que tiene reminiscencias de obras anteriores en que no deja de estar presente el cine y el jazz. Su relato plástico, se hace más complejo menos literario y con una mayor dosis de ironía, en que nos enfrenta al juego plástico en que se inserta el gato Félix, con iconos como Miles Davis o Marlene Dietrich, golpeando nuestra capacidad lúdica y de remembranza. Los trazos de color son de un grosor que delimita las formas y en otras simplemente las interviene como sugerencias de sombras de tonalidades oscuras que acompañan el reparto iconográfico, limitando la paleta y aumentando los contrastes tonales. Arestizábal es un artista muy singular de la plástica chilena, siempre sorprende y nos devela nuevas historias como un Lewis Carroll del siglo XXI, con su sombrero alone y la rebeldía de un Mercury Coupe, ese que llevó al Olimpo a James Dean y que deja huellas de melodías sincopadas de Charlie Parker.
Color y sonido del llano
Ha transitado por el camino de la instalación y el concepto, esto en los años 70 y 80, preciso aquello, ya que su trabajo iconográfico más conocido está ligado al paisaje, pero menciono la propuesta visual de aquellos años, dado que es un periodo profundamente crítico en la escena social chilena, la dictadura mordía a todos aquellos que tuviesen perfume de ideas progresistas o que no coincidieran con la reglamentación del momento, la que se imponía de manera inconsulta, apoyada mediante la violencia más feroz que se recuerde en la historia de nuestros gobiernos. Por ello realiza series de grabados, fotografías y dibujos, que hacen un llamado silente desde lo recóndito del ser artístico de José Basso a la denuncia, al golpe, al dolor que esperaba traicioneramente, tras el muro del callejón agazapado para hundir su corvo, en el corazón de un creador desesperanzado. Pero esa parte conceptual y minimalista, en los años 90 se ve continuada por un paisaje crepuscular, lleno de un simbolismo metafísico, en el que uno o dos elementos, ya sea una casa, un árbol o un barco, se pierden en la lejanía como si el espectador fuese a una alta velocidad, fijando la vista en el remoto centro de interés que permanece inmóvil, sobre una llanura de color finamente elaborada, haciendo un pasaje de tonalidades que va desde la suave sombra a la cromaticidad lumínica del color en su expresión mayor. La planicie se ve asaltada por la apertura parcial de nubes en el que se filtran supuestos rayos de sol que pegan en el campo abierto o en el recinto que forma el eje central de la composición. La obra de José Basso funde en un solo cuadro escénico, una composición de elementos simples, pero evocativos y una ejecución llevada a la perfección en la aplicación y conjugación del color, lo que redunda en obra de sumo poético que la suave brisa extiende por las ventanas de la costa junto al olor de la hierba y el resplandecer de un sol de media tarde.
Título: "Treinta artistas visuales: escritos de arte y experiencias creativas". Autor: Jorge Berríos Rodríguez. Editorial: Universidad Autónoma de Chile. Extensión: 142 páginas.
* extractos de textos escritos
por jorge berríos rodríguez.
por shogun