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LA TRIBUNA DEL LECTOR Valparaíso, un problema de método

POR GONZALO COWLEY, TEXTO ENVIADO PARA EL ENCUENTRO FUTUROS DE VALPARAÍSO CONVOCADO POR LA UV
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¿Cuántos Valparaísos caben en la palabra futuro? o ¿cuántos futuros acepta Valparaíso en su destino? La imagen de una mujer maltratada a la que continuamente le prometen el fin de los apremios es una descripción que tomo prestada de una vieja amiga y que tiene cierta precisión para retratar la ciudad.

Tenemos un problema entre manos y un desafío que puede tener un halo de belleza y de heroísmo, tratándose de lo que se trata. Sin embargo, lo que tenemos realmente es una urgencia que no admite dilaciones o épicas subjetivas, una urgencia que no resiste nuevos diagnósticos sin fondo que comienzan en los albores del 1500, sigue con las reverencias a su geografía y sus plazas, al carácter de sus habitantes, a la magia que despiertan sus miradores y los encantos que despierta su época dorada y la noche porteña, para concluir en nuevos ensayos políticos que no resuelven qué hacer con la palabra futuro.

Por eso es importante definir un ámbito de intervención que ordene la discusión, el diálogo y los objetivos a lograr. Incluir categorías de análisis, asegurar el consenso básico en los conceptos y en los titulares y poner a la ciudad de acuerdo en ello. Fijar un horizonte común que sirva de puente y vínculo entre las diversas posiciones y roles de personas e instituciones que influyen en la ciudad, y que también compiten por su liderazgo, para que a fin de cuentas, transformen esa energía que busca ganar posiciones, en otra que busca cooperar y colaborar en soluciones.

Valparaíso tiene problemas. No hay dos opiniones en ello y la verdad es que es posible pasar años debatiendo cuándo partieron éstos y quién es más culpable (versiones hay para todos los gustos), pero lo definitivo es que esas querellas no terminarán con las dificultades y menos proyectarán a la ciudad hacia la conquista de la palabra futuro.

Y quizás lo que se nos ha escapado de nuestras manos es asegurar un método al que todos concurran con reglas claras y transparentes. Un tipo de diálogo que tenga un piso básico equilibrado y justo con todas las perspectivas y visiones. Propongo, en ese sentido, una conversación a cinco escalas que favorezca organizar la conversación, con las fuerzas vivas incluidas y con el solo requisito de intentar contribuir con buena fe. Cinco escalas territoriales sobre las cuales fundar una agenda común, de mínimos compartidos para avanzar y que ex profeso no tenga pretensiones maximalistas. Una ruta de breves propósitos para obtener pequeños triunfos que cimienten otros que vendrán, porque si algo falta en Valparaíso, son pequeños y valiosos triunfos que le ayuden a recobrar la autoestima y la confianza.

Esas cinco escalas del territorio incluyen el bordemar en su complejidad de maritorio, puerto y vínculo con la ciudad, el plan, el pie de cerro hasta la avenida Alemania, el Valparaíso profundo que lo sigue en su ascenso hasta el borde de cielo, que es su quinta escala. Cada una de ellas presenta desafíos que no son unilaterales o monotemáticos, muy por el contrario, son esencialmente múltiples, involucran a todos los valparaísos en pugna y reclaman liderazgo, altura, consistencia y generosidad para un acuerdo de mínimos básicos que destraben la decadencia y permitan hacer surgir la diversidad, la vitalidad, la innovación y la genialidad precursora de Valparaíso.

El bordemar cuenta con desafíos portuarios ineludibles de ampliación (con cordura en forma y fondo) y de tributos hacia la ciudad, lo cual debe conversar amistosamente con la ciudad turística y patrimonial, pero particularmente con la necesidad de dotar a la ciudad de un gran espacio público, de una gran plaza de encuentro con el mar que de respaldo a un Almendral y barrio Puerto que reclaman condiciones de contexto para asegurar habitabilidad.

Un plan que demanda repoblarse, inmuebles patrimoniales que requieren rehabilitarse y que sus dueños se ocupen de ellos asegurándoles incentivos, con reglas claras para la inversión privada y vocaciones amplias conectadas con la realidad actual de la economía de la educación superior, las universidades y las industrias creativas, y del fomento para la recuperación de un comercio local identitario en sus mercados y en sus calles tradicionales. Y cómo no, exigiendo al poder legislativo una acción decidida con su entorno y comprender que los ingresos de la ciudad tienen que ver con la presentación y gestión de ese plan porteño olvidado y remecido por el comercio informal, el espacio público vandalizado y las jornadas interminables que han precarizado el territorio y han llevado a un lugar de intrascendencia máxima al sitio de patrimonio mundial Unesco, ese que está ahí, al final del camino, abandonado a su suerte por el propio Estado.

Una tercera escala es el valioso pie de cerro hasta la avenida Alemania, densamente poblado y con condiciones inmejorables de desarrollo para generar infraestructura pública, condiciones de accesibilidad para sus habitantes a través de un transporte público (incluidos los ascensores que no son objetos de arte) que asegure acceso y oportunidades para el comercio local y las ofertas culturales que pueden multiplicarse evitando concentraciones exclusivas en un par de cerros y favoreciendo una economía de la diversificación que renueve los atributos porteños.

Un cuarto nivel de urgencia es el Valparaíso profundo que requiere servicios públicos y un Estado nacional, regional y local presente en versión 24x7, subiendo el municipio a la parte alta de la ciudad, no ocasionalmente, sino que de modo permanente proveyendo bienes públicos fundamentales para la dignidad y haciéndose cargo de la ausencia de un piso básico que enfrente planificadamente una pobreza multidimensional que se expresa en acceso y calidad de la vivienda, salud, educación y de las fuentes de trabajo, transporte público, conectividad digital y espacios públicos dignos en los barrios para fomentar comunidad a través del combate a la hipersectorialidad, promoviendo la intersectorialidad.

Por último, una quinta escala en el cielo porteño que lo aborde ambientalmente, desde la prevención de riesgos y catástrofes naturales, con sus cursos de agua, con la generación de accesos para enfrentar las emergencias y también -muy importante- con el cuidado de su geografía de anfiteatro no obstaculizada por torres de edificios que nada tienen que hacer en los cerros de la ciudad.

Valparaíso es posible. Hay caminos de solución y quizás falta concluir y abandonar esas miradas catastrofistas y poner la energía en el futuro, cerrando la etapa de pasarse cuentas y determinar pequeñas metas que permitan a la ciudad recuperarse. Somos muchos y muchas quienes como porteñistas estamos disponibles para contribuir. Los hay en la sociedad civil, en las universidades, en las organizaciones intermedias y de base, en las gremiales, en las distintas visiones políticas, en la cultura, la empresa y entre la ciudadanía comprometida.

Un sueño de un futuro de múltiples colores que nos habla la canción, sería que en una mañana cualquiera, allá en Teatinos 120, los ejecutivos del Ministerio de Hacienda se encuentren en el escritorio con un plan sobre la mesa y digan, ¡por fin!, los porteños se pusieron de acuerdo. ¡Vamos con ellos!

A Valparaíso hay que ponerle un plan de vuelo y comenzar, nuevamente.