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Final abierto

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Si ya ambos candidatos hablaron en primera vuelta hacia su electorado más duro, en la derecha más extrema y en la izquierda más acérrima, en las últimas semanas hemos visto una transformación casi kafkiana con el fin de captar no solo a quienes respaldaron a Franco Parisi, sino también a la ex Concertación".

El final de esta película lo conoceremos preliminarmente en la noche de hoy, aunque sus coletazos podrían durar todavía varias semanas. Acaso años.

Se trata de las elecciones presidenciales más polarizadas de los últimos 30 años, pero además, las más inciertas. Por primera vez, quien pasó a segunda vuelta liderando la votación, José Antonio Kast, lo hizo con menos del 30% de los sufragios y a muy poca distancia de su principal contendor, Gabriel Boric, lo que augura que el fallo puede ser fotográfico.

En ese ambiente, lo que estará en juego hoy es el centro político. Si ya ambos candidatos hablaron en primera vuelta hacia su electorado más duro, en la derecha más extrema y en la izquierda más acérrima, durante las últimas semanas hemos visto una transformación casi kafkiana de los abanderados con el fin de captar no solo a quienes respaldaron al populista Franco Parisi, sino también a la ex Concertación.

Esta lucha por el centro derivó en una mutación digna de virus Covid. No solo a partir del cambio en sus programas de gobierno, que han sido morigerados en sus puntos más controversiales, sino además por la puesta en escena en la que ambos se han convertido en los guaripolas de la moderación. La pregunta es cuán creíble será esta mesura para los votantes y qué sucederá en los próximos cuatro años. ¿Qué Boric o Kast veremos sentado en La Moneda?

En los últimos días de campaña, casi parecía como que habían cambiado a los candidatos. Boric planteándose como un socialdemócrata de tomo y lomo, aprovechando además el apoyo de la expresidenta Michelle Bachelet -con foto incluida-, la misma a la que hace solo unos años calificaba de "monárquica" por su tipo de liderazgo y cuya política tenía "falta de convicciones". Y escondiendo, cual Alf -ese extraterrestre de los '80- a Daniel Jadue, convertido en símbolo de la ultraizquierda no dialogante.

Kast, por su parte, hizo suya la figura de Patricio Aylwin, desconociendo su propia cercanía con la dictadura de Augusto Pinochet e incluso restándose de participar en los funerales de Lucía Hiriart. Así, ha virado su discurso en 180 grados, obviando declaraciones como las que hacía para la campaña anterior, en 2017, cuando reconocía que de los aspirantes a La Moneda en ese momento, era el que "más reconoce y menos complejos tiene" con la dictadura e incluso que defendía "con orgullo" su obra. Todo aquello hoy quedó atrás, cuando en estos últimos días de campaña ha afirmado no ser pinochetista y aseguró que siempre ha condenado las violaciones a los derechos humanos.

Esta semana estuvo marcada por los virajes programáticos y ese movimiento forzado hacia el centro cuya credibilidad puede ser puesta en duda a la luz de los hechos y dichos. Pero también, el último tramo de la campaña tuvo harto de show y de sorpresas. Partiendo por el examen de drogas de Boric, que terminó convirtiéndose en un boomerang y nos tuvo durante varias jornadas viendo el ridículo y poco profundo debate sobre si era válida la prueba de orina o debía ser de pelo, quién lo pagaba y si servía de algo. Para continuar con la muerte de Lucía Hiriart justo el día en que se cerraban las campañas, lo que tuvo a los comandos de ambos postulantes corriendo hasta última hora con el análisis de si había que referirse al tema, cómo hacerlo y cómo evitar -en el caso de Boric- que hubiera desmanes. En cuanto a Kast, evitó a la prensa lo más que pudo para luego intentar desentenderse de su pasado pinochetista.

El republicano, además, recurrió en estos días a la conocida fórmula de campaña ya utilizada por Donald Trump y Jair Bolsonario: profusa en instalar dudas respecto de su contrincante, fueran ciertas o no. E incluso respecto de la institucionalidad, adelantando que -tal como pasó en las últimas elecciones norteamericanas- estos comicios se definirán en el tribunal electoral, sembrando sospechas respecto del sistema, que -al menos hasta ahora- ha funcionado como reloj y ha sido reconocido en todo el mundo.

El desenlace de la película, entonces, comenzaremos a conocerlo hoy, pero podría alargarse durante semanas. E incluso años si consideramos el factor convención constituyente, que ha adelantado que el próximo mandato podría reducirse si así se define en la nueva Constitución. Por lo pronto, si efectivamente -como se cree- el conteo de hoy es voto a voto, puede ser que los resultados sean impugnados y que nos demoremos hasta un mes en conocer a quién nos gobernará durante el siguiente periodo. Puede que esta larga y angustiosa cinta termine, efectivamente, con un final abierto. 2

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Lo que está realmente en juego

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Si los constituyentes desean que todo el esfuerzo realizado derive en un texto que sea motivo de orgullo y que dé garantías para todos durante las próximas décadas, deberán moderar su discurso y comenzar a trabajar pensando en todos los chilenos".

Este domingo se define quién será el próximo presidente de Chile durante los siguientes cuatro años. Con un congreso dividido y las modificaciones que tuvo que hacer cada uno de los candidatos para moderar sus programas, cuesta pensar que nuestro país se vaya a transformar en Chilezuela o en una dictablanda.

El verdadero problema, a mi juicio, lo va a tener la Asamblea Constituyente.

En un primer escenario, si gana Gabriel Boric, la Asamblea se verá fortalecida, se podría envalentonar y radicalizar algunas posturas aprovechando la ventaja electoral. Según Bernardo Fontaine, la Asamblea podría, incluso, impulsar la eliminación del Senado y, con ello, acabar con cualquier freno a los cambios que quieren para Chile: "Claro, el Senado les es más desfavorable y la nueva Constitución podrá hacerlo desaparecer o que todo el Congreso y el Presidente se elijan de nuevo".

Asumiendo que el resultado será estrecho, un triunfo de Boric volverá a ser motivo de sorna de parte de los ganadores que, como hicieron luego del triunfo del Apruebo, encontrarán cuanto tengan a mano para apabullar a los perdedores. Sin embargo, la vuelta de mano la podrían tener aquellos que votaron por Kast cuando tengan que votar de nuevo en el plebiscito de salida. Esa será la oportunidad para cobrar revancha haciendo fracasar el nuevo proyecto constitucional.

Si se da el otro escenario y sale victorioso José Antonio Kast, los esfuerzos de la izquierda se encauzarán para tratar de frenar la "ola fascista" por intermedio de la nueva Constitución. Aunque fue desmentido, la posibilidad de bloquear al presidente a través de una nueva Carta Magna siempre será una tentación demasiado grande como para no aprovecharla, en especial, cuando la sombra del parlamentarismo se cierne como una opción cada vez más apreciada por los constituyentes. El problema, nuevamente, sería el siguiente: una posición extrema de la Asamblea contra Kast favorecería el clima de rechazo que ha habido en torno a este grupo y el nuevo texto. El plebiscito de salida sería una oportunidad para sepultar el proyecto reformista de la izquierda y volver al texto antiguo.

Un dato interesante: el día que haya que votar por el plebiscito de salida para aprobar o rechazar la nueva Constitución podremos saber de verdad qué piensa la mayoría del electorado, considerando que el sufragio será obligatorio y que las multas irán de 0,5 a 3 unidades tributarias mensuales para las personas que, habilitadas para votar, no lo hagan ese día. De nada servirán los bots, los genios de los matinales y los gurús del fin de semana, especulando respecto de lo que piensa la mayoría. Esta se manifestará, después de mucho tiempo, en ese plebiscito y nos dirá de forma clara y transparente qué quiere para Chile.

En definitiva, el actual escenario, aunque incierto para el país, lo que está verdaderamente en juego es el camino que tomará la Asamblea Constituyente y no tanto lo que pueda ocurrir con el nuevo presidente. En esta línea, independiente de quién sea el designado este día para conducir el destino de nuestro país, si los constituyentes desean que todo el esfuerzo realizado derive en un texto que sea motivo de orgullo y que dé garantías para todos durante las próximas décadas, deberán moderar su discurso y comenzar a trabajar pensando en todos los chilenos. En caso contrario, seguiremos en este espiral de odio y violencia que nos ha llevado a tener una de las elecciones más ordinarias e indignas de la historia, marcadas por la falta de juego limpio, visión de futuro y respeto por las tradiciones republicanas que, hasta hace poco, tanto nos orgullecían. 2

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