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LA TRIBUNA DEL LECTOR Carta abierta al Viejo Pascuero

POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL GESTOR CULTURAL
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Durante muchos años, el edificio del actual Ministerio de las Culturas en Valparaíso fue sede de Correos de Chile, y era tradicional ver en estas fechas largas filas de niños llevando su carta al Viejo Pascuero o Santa Claus, como le conocemos.

En ella, cada uno daba cuenta de su comportamiento en el año (generalmente se omitían las cosas malas) y luego venía el petitorio. La lista siempre la encabezaban juguetes, bicicletas, patines y, al final y según la edad, algo de ropa o calzado. Con una fe inmensa y muchos anhelos, cada uno depositaba su carta en el buzón correspondiente, desde donde se dirigirían al Polo Norte, lugar de residencia del Viejito. El 25 de diciembre se conocían los resultados alcanzados por la misiva, que en algunos casos no eran los esperados, pero ello no quitaba la esperanza para el año venidero.

Esa ilusión de niños/as, hoy la necesitamos más que nunca. Qué ganas de volver a escribir una carta de puño y letra, dirigida a un hombre bueno, pidiéndole que me regale cosas que deseo, que anhelo y tener la esperanza de que en Nochebuena pueda recibirlas. Sin dejar de mencionar la nostalgia de volver a entrar una atiborrada oficina postal, previa al mail, WhatsApp y tantos reemplazantes tecnológicos, con la correspondiente ansiedad de saber cuándo habría de recibirla, qué día el cartero se la entregaría y, desde luego, cuánta suerte correría mi listado de peticiones.

Si pudiera mandar esa misiva hoy, partiría por pedirle regalos que pudieran ser compartidos, regalos que nos sirvan a muchos, si no a todos. Pediría paz y tranquilidad, aunque suene maneado, pero cuánto escasean ambas a veces en el diario acontecer. Vivir en paz y tranquilidad sin duda es un derecho, que no siempre se respeta, pero eso es otra cosa, y no por ello no lo vamos a desear y trabajar por lograrlo. Pediría bienestar para todo el que lo necesita, para los trabajadores, que se sientan reconocidos por su labor aportadora, que su esfuerzo y dedicación tengan una merecida recompensa económica y social; pediría bienestar para los migrantes, para esos que sufren el destierro por necesidad por buscar una vida mejor, digna, básica. Pero no en la calle, con niños durmiendo bajo el puente. Eso duele en el alma y exige una inmediata preocupación y ocupación del tema, no puede esperar. Pediría atención para los adultos mayores que sufren el abandono. ¿Habrá algo más triste que ello? No lo creo. Pediría que la inocencia de los niños y niñas no sea arrebatada por nada ni por nadie, que puedan seguir viviendo la niñez como la época más linda de sus vidas.

Le pediría mesura para emitir opiniones, para la argumentación, para la discusión, esa necesaria manera de reflexionar previamente, más en un país que más bien ha transitado en el último tiempo por la intolerancia y la descalificación. Que seamos capaces de entender que al frente puedo tener un adversario, pero no un enemigo.

Le pediría que le trajera una dosis importante de humildad y responsabilidad a nuestros dirigentes. Humildad de entender que fueron elegidos para trabajar por la comunidad y responsabilidad de poner sus mejores esfuerzos y capacidades en ello. Servir y no servirse de lo público, de la fe pública. También agradeceremos puedan comprender que su deber es trabajar por todos los habitantes del país, sin distinciones, sin miramientos de ningún tipo.

No puede estar fuera de esta lista de peticiones la capacidad de entendimiento y acoger a las minorías, a esos y esas que quizás no están tan representados, que más bien están a la orilla del camino, pero que son tan parte de un colectivo llamado país, con los mismos derechos y deberes que el resto.

Imposible en mi listado no poner deseos para mi Valparaíso: pediré bienestar para la ciudad y sus habitantes, respeto y cuidado por sus características extraordinarias, que le han valido ser patrimonio de la humanidad; una mejor manera de convivir entre el cerro y el plan, donde nadie se sienta excluido ni marginado. Finalmente, pediré que se le reconozca como la ciudad pionera y señera para el país, que tanto le ha dado en distintas áreas y que tanto se merece.

Más de algún lector y con justa razón me pensará ingenuo cuanto menos, al escribir esta misiva navideña, pero no me ofende ni me amilana ello. Creo que es muy importante mantener la ingenuidad de los niños y niñas que aún escriben una carta al pascuero, y desear obsequios para quienes uno quiere y nos rodean. En suma, para el prójimo, y eso, solo eso, espera esta carta. A cada uno de ustedes, mis mejores deseos y un venturoso 2022. Todo inicio es una nueva oportunidad.