RELOJ DE ARENA Dos hombres y un edificio
Un señor que hizo buenos negocios decidió compartir su fortuna. Pero no con un fácil gesto caritativo, sino que con una acción cultural que se proyecta en el tiempo y está ahí, presente, testimonio y ejemplo.
¡Hacen tanta falta los buenos ejemplos!
Claro está que este no es un tiempo para administrar moralina, sino que para hacer un poco de historia de esta vapuleada ciudad donde pese a las banderas negras y las consignas encontramos conductas que miraban al interés colectivo.
Ahí están Santa María, Van Buren o doña Juana Ross, maestros en compartir de verdad su prosperidad sin la presión de impuestos a los súper ricos. La lista puede ser larga y no debe quedar fuera Santiago Severin.
Se dio cuenta don Santiago que Valparaíso centro de su prosperidad, principios del siglo pasado, tenía arrinconada su biblioteca pública creada, con muy buenas intenciones en 1873.
Era una limitada colección de libros itinerante en busca de estantes prestados en el Liceo o en local de los tribunales de justicia.
Así, destinó 300 mil pesos para la construcción de un edificio digno para esa biblioteca viajera.
La historia de esta iniciativa, su época y sus protagonistas se rescata en un libro de reciente data, La biblioteca pública de Valparaíso Santiago Severin y Roberto Hernández.
El libro aparece con ocasión del centenario del edificio con la participación de Carlos Maillet Aránguiz, Rodrigo Moreno Jeria, Marcela Hurtado Saldías, Jorge Ferrada Herrera, Gonzalo Serrano del Pozo, Fernando Rivas Inostroza, Gonzalo Severin Fuster y Horacio Hernández Anguita, los dos últimos descendientes directos de Severin y Hernández.
Santiago Severin Espina falleció el 17 de marzo de 1920. Tenía 51 años y ya estaba avanzado su proyecto. Lo mató una bronconeumonía en tiempos en que esa enfermedad era fatal sin mágicos antibióticos que pueden frenarla hasta en sus etapas de mayor desarrollo.
La muerte al acecho
La muerte lo había acechado antes, en 1906. Su nombre figuraba en la fatal lista de candidatos a ser ultimados que aparecía en una libreta encontrada entre las especies de Emilio Dubois, el legendario asesino múltiple de Valparaíso capturado el 25 de junio de ese año tras intentar asaltar al dentista Charles Davies en su domicilio de la Plaza Aníbal Pinto.
Dubois fue fusilado en marzo de 1907 y Severin prosperaría en sus negocios y en diversas iniciativas de servicio público. Fue diputado. No le gustó el ambiente parlamentario. Intentó trabajar en la Municipalidad de Valparaíso como regidor pero, cosas de la política, pese a su popularidad y buen nombre no resultó elegido.
Interesante la tentación municipal porteña. Jorge Montt, elegido Presidente de la República para el periodo 1891-96, posteriormente se postuló para la alcaldía de Valparaíso, ocupando el cargo entre 1915 y 1918. Dando vuelta las cosas algunos piensan que esa alcaldía puede ser un peldaño para La Moneda. Pero esa sería otra historia.
El libro es una producción de Ediciones Biblioteca Nacional y aparece como coeditora la Fundación Roberto Hernández, personaje que resultaría ser gran impulsor y continuador de la iniciativa de Severin.
La obra está conformado por ocho artículos de especialistas e investigadores que muestran las personalidades de Severin y Hernández y la ejecución y desarrollo del edificio mismo que en 1998 adquiere la categoría de Monumento Nacional.
Consigna uno de los capítulos de la obra parte del comentario publicado en El Mercurio de Valparaíso con ocasión de la muerte del filántropo el 17 de marzo de 1920:
"En medio del sentimiento más profundo de toda la ciudad, se ha extinguido casi repentinamente, una vida utilísima que era un ejemplo de rectitud, laboriosidad, de energía e inteligente contracción al trabajo y del altruismo mejor entendido".
Por su parte el diario La Unión, relata que "Valparaíso está de duelo. La noticia de la muerte de don Santiago Severin, ocurrida en la madrugada de ayer, ha causado penosísima impresión en todos los ánimos y la ciudad entera se ha sentido agobiada ante el peso de tan nefasta noticia".
Severin había dispuesto un entierro privado pero, dice La Unión, fue "imposible sustraer al cariño social el sepelio". Un largo cortejo llegó hasta Cementerio 1 de Valparaíso al que "asistieron no solo grandes elementos sociales, pues acompañaron los restos del gran filántropo porteño gentes de todas las condiciones".
El mismo diario destaca que "antes de morir el señor Severin tuvo la energía y la entereza suficientes para ocuparse de los asuntos de la Biblioteca, alcanzando a legalizar la donación que tan generosamente había hecho a la ciudad". La cantidad inicial fue insuficiente y el benefactor, sin problemas, la duplicó.
La evocación de esta personalidad porteña da ocasión a uno de sus descendientes para recordar sus orígenes.
Peter Severin Heriksen, nacido en Copenhague, retirado como teniente de la Real Marina Danesa, recala el 29 de septiembre de 1851 en Valparaíso al mando del ballenero "La Presidenta", de su propiedad.
Tras la convulsiones políticas de 1852 el barco es arrendado por el Gobierno de Manuel Montt como prisión para recluir a dirigentes opositores. Carmen Espina, hija de uno de los presos visita a su padre. Severin, el carcelero, se enamora de ella. Romance y luego el matrimonio consagrado en 1853.
El marino se radica en Chile dedicado al negocio naviero. Fallece en 1899 y ha formado una familia en la cual nace Santiago Severin Espina, el futuro benefactor porteño.
Periodista continuador
A esta historia tan propia de Valparaíso, se suma otro personaje, Roberto Hernández Cornejo, periodista, primero director del diario popular El Chileno, abanderado de causas sociales de principios del siglo pasado y luego redactor de La Unión.
Desde las columnas de ese importante diario hoy desaparecido, acompañó a Severin en su campaña por dotar a Valparaíso de una digna biblioteca, tarea compleja tras la muerte del benefactor en 1920.
Hernández, sin perjuicio de su tarea periodística, asume como subdirector de la Biblioteca Severin. Director honorario, antes de su fallecimiento, fue designado, con toda justicia el propio benefactor.
La tarea de Hernández en el periodismo y en la historia de Valparaíso es valiosa, con numerosas obras que dan cuenta de los problemas y el desarrollo de la ciudad.
Tiene envidiable precisión y capacidad de investigación que comparte en libros que son valiosa fuente para la historia social y económica de Valparaíso e incluso del país.
Es incorporado a la Academia Chilena de la Lengua como reconocimiento y también designado miembro honorario de la American Franciscan History de Washington. Edwards Bello lo postula como "cronista oficial de la villa", por cierto de Valparaíso. Fallece en 1966 en su casa de Playa Ancha donde una placa lo recuerda.
Santiago Severin Espina, Roberto Hernández Cornejo y un edificio, hitos de la historia porteña.