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El horror de la guerra

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A mi juicio, el gran peligro ha sido que, durante más de cincuenta años, hemos pensado en la guerra como algo lejano, casi imposible, porque olvidamos estos testimonios y los planes de educación fuerzan para que se obvie el estudio de la guerra".

Le advierto, esta no será una columna agradable de leer. La escribí a propósito de la invasión de Rusia a Ucrania, pero trata sobre la guerra en general. En términos de violencia, lo que está sucediendo en este país no es muy distinto a lo que ocurrió con la invasión de Estados Unidos a Vietnam, Alemania a Polonia, Japón a China, Gran Bretaña a África, España a América, aztecas a otros pueblos. Aquellos que nos hemos dedicado al estudio de los conflictos, sabemos que, más allá de las historias épicas de héroes y batallas, se esconde la cara más horrible de la naturaleza humana, aquella que, después de conocerla, de manera ingenua queremos ocultar o imaginar que nunca más va a volver.

En esta línea, uno de los mejores retratos del drama que se esconde detrás de cada enfrentamiento bélico lo ofrece la escritora ucraniana Svetlana Alexiévich, autora, entre obras, de "Los Muchachos del Zinc", que trata sobre la invasión y ocupación de Afganistán por parte de la Unión Soviética durante diez años (1979-1989).

En este trabajo, Alexiévich recoge los testimonios de los soldados, enfermeras, prostitutas, operadores y madres a quienes, de una u otra forma, les tocó sufrir esta guerra que se caracterizó por el arribo de los ataúdes de zinc en los que trasladaban los cadáveres de los soldados caídos en el frente de batalla.

El libro comienza con el relato de la madre de un soldado que, luego de regresar a Afganistán, había tomado un cuchillo de su cocina para matar a otro hombre. Sin decirle nada, el hijo volvió a la casa, lavó el cuchillo y ella lo siguió utilizando hasta que se enteró por las noticias de lo ocurrido. En su testimonio, dijo al juez: "Envidio a esa madre que tiene un hijo que volvió sin piernas... Qué importa que la odie cuando se emborracha. Que odie al mundo entero... Qué importa que arremeta contra ella como un animal. La madre le paga a prostitutas para que no se vuelva loco... Una vez ella misma le hizo el amor porque su hijo pretendía lanzarse desde un décimo piso. Cualquier cosa me parece mejor... Envidio a todas las madres, incluso a las que enterraron a sus hijos. Me sentaría al lado de su tumba y estaría feliz. Le llevaría flores".

Luego de este "obus" con que comienza el trabajo, los dramáticos testimonios se suceden sin dar paz al lector:

- "Caen prisioneros. Les cortan los miembros y luego los ponen torniquetes para que no mueran desangrados. Y así los dejan (...) Ellos buscan la muerte, pero los curan contra su voluntad. Y después del hospital no quieren volver a casa".

- "En una guerra todo es distinto: tu ser, tu naturaleza, tus pensamientos. Aquí he comprendido que el pensamiento humano puede llegar a ser muy cruel".

- "He disparado a quemarropa y he visto como un cráneo humano se hacía pedazos. Y pensé: "Es el primero. Después del combate sólo quedan muertos y heridos".

- "Te haces amigo de un buen tipo y poco después ves sus entrañas esparcidas por las rocas, entonces empiezas a vengar su muerte".

- "Yo no estaba preparado para disparar al hombre, todavía formaba parte de la vida de paz...Yo venía de la paz...Para experimentar el horror tienes que recordarlo, que acostumbrarte a él. En unas dos o tres semanas no queda ni rastro de tu personalidad anterior, solo tu nombre".

La crudeza de los relatos descritos por Alexiévich chocan con esa soberbia de la sociedad occidental de creer que posee un nivel de desarrollo espiritual y moral superior a sus antecesores. A mi juicio, el gran peligro ha sido que, durante más de cincuenta años, hemos pensado en la guerra como algo lejano, casi imposible, porque olvidamos estos testimonios y los planes de educación fuerzan para que se obvie el estudio de la guerra.

Las guerras, nos gusten o no, son parte de nuestra historia y la única forma de combatirlas es enseñando todo lo que esta implica. Finalmente, volviendo al libro de Svetlana Alexiévich, cierro con la cita de Dostoievski: "Una bestia jamás podrá ser tan cruel como lo es el hombre, tan artística y estéticamente cruel". 2

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¿Están las autoridades preparadas

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Recientes trabajos científicos indican que la falla debajo de Chile central, entre La Serena

y San Antonio, tiene suficiente energía acumulada como para generar un gran terremoto tsunamigénico".


para enfrentar el próximo gran sismo?

El 4 de agosto del 2006 los titulares de la mayoría de los periódicos de la región y del país destacaban las espectaculares y catastróficas imágenes exhibidas por un documental estreno de National Geographic, donde un terremoto hipotético de gran magnitud y posterior tsunami destruían a nuestro querido y venerable Valparaíso.

Los edificios de Recreo se venían abajo como dominós, el ascensor Artillería se descarrilaba y rodaba cerro abajo, la vía elevada de Barón se desplomaba tragándose los automóviles que circulaban sobre ella. Como "grand finale" una gigantesca ola entraba por las calles del almendral arrastrando buses de locomoción colectiva y posteriormente subía por el estero Marga-Marga en Viña del Mar.

Como único chileno reconocible en el documental fui fuertemente increpado por algunas autoridades, incluido el alcalde de Valparaíso de la época, respecto a "cómo podía hacer esas cosas" pues asustaban a la gente, creaban pánico injustificado y ponían en peligro el turismo de Valparaíso y Viña del Mar, ya algo deprimido por ese entonces. Entre algunos titulares como "Terror en Valparaíso por catastrófico video", "Cataclismo causó la cruda simulación de megaterremoto" o "Enérgica reacción de autoridades porteñas contra científicos PUCV por amenaza de violento sismo", uno de ellos incluso se preguntaba si la universidad estaba considerando despedirme. ¡Qué decir de la cara con que mi señora me esperaba en casa todos los días posteriores!

La verdad, sin embargo, fue que mi rol en el documental, bastante cargado a los efectos cinematográficos, fue ser entrevistado respecto al trabajo que habíamos publicado recientemente acerca de los predecesores del terremoto de Valdivia de 1960. Junto a los productores del documental visitamos nuestra área de estudio en el sur. Allí, les mostré evidencia de que ese terremoto, el más grande registrado en la historia de la humanidad, había sido generado por la mega falla de subducción que se encuentra debajo de Chile y que, además, no era un evento único, sino que se había repetido cada 300 años. Finalmente, concluía que un terremoto de esas características podía ocurrir en cualquier momento y en cualquier otra parte de Chile debido a que esa mega falla, entre las placas de Nazca y Sudamericana, se extiende desde Arica hasta Aysén; en realidad desde mucho más al norte, desde Colombia hasta Aysén, por más de 7.000 km. Entonces, ya que se trata de la misma falla, digamos de la misma larga trizadura, era esperable que otro terremoto similar ocurriera en cualquier lugar de Chile, especialmente donde no ha ocurrido uno recientemente.

La creatividad de los productores de NatGeo fue probablemente excitada por esa información y decidieron enfocar el documental a responder qué pasaría si un evento similar al de 1960 ocurriera en el mucho más poblado Valparaíso. Como siempre ocurre, la sobrerreacción de las autoridades y de los medios fue aminorando durante la siguiente semana y lógicamente no fui despedido por la universidad; sin embargo, quedé preocupado y triste al reconocer el gran atraso que tenía mi país a la hora de abordar un fenómeno natural, que para nosotros los científicos, es tan evidente como que el sol debe salir todos los días.

Lamentablemente, ese atraso quedó de manifiesto tres años y medio después, el 27 de febrero del 2010, cuando un gran terremoto, magnitud 8.8, rompió 500 km de la mencionada falla, entre San Antonio y Tirúa. Las autoridades no supieron cómo reaccionar, los sistemas de emergencia tampoco, y la sociedad en general fue tomada por sorpresa.

Hoy cuando se cumplen 12 años de esa tragedia, y con otras tremendas experiencias de por medio como el terremoto de Japón del 2011, de Tarapacá del 2014, de Illapel el 2015, e incluso del reciente tsunami generado por una erupción volcánica en Tonga, la voz de los científicos ya no encuentra ese nefasto tipo de reacción. Hoy podemos decir en voz alta y con fuerza que "un gran terremoto puede ocurrir en cualquier parte de Chile y en cualquier momento".

También podemos informar, por ejemplo, que recientes trabajos científicos indican que la falla debajo de Chile central, entre La Serena y San Antonio, es decir el área que quedó como un sándwich entre las rupturas del 2010, por el sur, y del 2015, por el norte, tiene suficiente energía acumulada como para generar un gran terremoto tsunamigénico. Esperemos que esta vez las autoridades sepan cómo utilizar esta información, que reaccionen adecuadamente y que se antepongan a la catástrofe. Ya tenemos suficientes experiencias y conocimiento acumulados en Chile como para no cometer los mismos errores del pasado. 2

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