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POR FRANCISCO ORREGO

IDEAS & DEBATES Agricultura regional: con la sequía hasta el cuello

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El grave déficit de lluvias -del 75%- que vive la región de Valparaíso, nos tiene con la sequía hasta más arriba del cuello y la amenaza de un racionamiento, en sus principales centros urbanos, está a la vuelta de la esquina. El cambio climático, y la mega sequía que afecta a gran parte de nuestro país, y muy particularmente a nuestra región, nos está alertando, sobre importancia del agua, al ir transformándolo en un recurso cada vez más escaso, que debemos asegurar y proteger de modo urgente.

El agua es vital para la subsistencia y desarrollo humano de nuestros habitantes, como también lo es para el desarrollo de nuestra economía regional, en especial de la agricultura en los valles interiores, y su menor disponibilidad impacta negativamente nuestras vidas en forma diaria. Aparte del fantasma del racionamiento, ¿qué más están haciendo nuestras autoridades, políticos y convencionales para enfrentar esta crisis? Hasta ahora ha faltado visión de Estado, espíritu de grandeza y sentido de urgencia, por una parte, y ha habido un exceso de ideología trasnochada y pachamamica, por el otro.

Hay quienes ilusamente estiman -erradamente- que la solución al problema de la escasez hídrica está en estatizar el agua por la vía de la confiscación o en terminar con los derechos de agua. Tal como lo han explicado destacados profesionales y expertos a través de diversos medios, la primera medida no es necesaria ya que las aguas son bienes nacionales de uso público, es decir, de todos los chilenos, y la segunda terminará con la estabilidad regulatoria que tenemos hoy.

Un buen ejemplo de lo anterior lo reflejan las recientes actuaciones de la Comisión de Medio Ambiente de la Convención Constitucional, donde se aprobó la extinción de la propiedad del agua, poniendo termino al Código de Aguas -ignorando que fue recientemente modificado por el Congreso después de 10 años de tramitación- y los derechos de aprovechamiento vigentes. No hace falta ser experto para saber lo que ello generará: una drástica caída en las inversiones agrícolas y el desamparo e indefensión en que quedarán miles de pequeños y medianos agricultores de nuestro país y región (donde hay más de 85.000 hectáreas de riego y más de 17.000 productores, de los cuales un 80% son pequeños agricultores), a quienes el Estado le confiscará sus derechos de agua, sin indemnización alguna, e iniciará un proceso de distribución de aguas en forma política y arbitraria, para los parientes y amigos y para pagar favores políticos. Del mismo modo, la Convención excluyó a la agricultura como sector prioritario en el uso del agua.

Aún cuando todo sistema de gestión, incluyendo el del agua, puede ser perfeccionado para, entre otras cosas, priorizar el consumo humano y la fiscalización, lo cierto es que la discusión de las políticas públicas y de la Convención parece haberse focalizado en el marco regulatorio y no en medidas tendientes a asegurar su disponibilidad o un uso eficiente del mismo. No habiendo agua, ni el mejor sistema jurídico es capaz de garantizar su consumo a la población ni a actividades agrícolas.

Por ello, más que un problema de diseño institucional, estamos frente a un problema de disponibilidad del recurso. ¿Se imaginan como le habría cambiado la cara al país si una parte de los US$50.000 millones de los retiros de fondos previsionales su hubieran destinado a invertir en infraestructura hídrica? Podríamos haber convertido al país en un vergel, pero la miopía y mezquindad de la clase política ha podido más. Mientras tanto, la agricultura regional deberá seguir gestionando una severa e histórica sequía, hasta morir por deshidratación a causa de la inacción de las autoridades.

Ucrania es la punta del iceberg

POR GONZALO VALDÉS, DIRECTOR EJECUTIVO DEL CENTRO DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE LA UNAB
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La situación en Ucrania es crítica, y en el corto plazo es muy difícil predecir qué pasará. Pero sí sabemos que detrás de la invasión hay cambios geopolíticos que durarán muchos años. El orden mundial está cambiando. Hace 50 años Henry Kissinger visitó China en secreto. Creía que las relaciones entre China y Rusia eran tensas y que incorporar al país asiático al comercio internacional podría -además de beneficiar a ambos países- presionar indirectamente a la Unión Soviética. Tenía razón. Nixon firmó un tratado con Mao, y el crecimiento económico logrado permitió que los soviéticos no pudieran mantener el ritmo de gasto en armamento. Hoy vivimos la situación contraria. China ha continuado creciendo y Estados Unidos ha perdido su posición de líder absoluto.

Rusia es hoy un factor de desbalance a favor de China. El apoyo chino permite que Rusia use su fuerza militar y presione a Estados Unidos en un momento en que su posición de deuda y economía se encuentran debilitadas. El nuevo protagonismo de Rusia no se debe al liderazgo de Vladimir Putin; es la debilidad de Estados Unidos lo que permite que sea estratégico para Rusia imponer su posición por la fuerza. Si Estados Unidos mantuviera su posición hegemónica Ucrania jamás hubiera sido invadida. Veamos por qué. Rusia dice invadir Ucrania porque teme que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) instale misiles nucleares en su frontera y a corta distancia de su capital.

Sin embargo, la OTAN se ha expandido en numerosas olas y ésta es la única en que Rusia invade preventivamente a un país interesado en unirse. En contraste, desde el 2014 se han registrado actividades bélicas rusas de alto impacto: la adhesión de Crimea, el apoyo al régimen Sirio, y el envío de "tropas de paz" a Kazajstán. Estados Unidos ya no tiene la fuerza de los 90 y Rusia lo sabe. Esto es evidente desde el punto de vista chino.

Hoy son "la fábrica del mundo", líderes en tecnologías como el 5G y su PIB llega al 70% del americano con proyecciones de superarlo. El liderazgo chino permite que países como Rusia dependan en menor medida del sistema financiero y económico occidental: la sanción europea que impide a Rusia vender gas natural era predecible y no podemos descartar acuerdos de compraventa con China. El equilibrio de poder cambió y presionar para mantenerlo sólo traerá más tensiones. Por suerte existen alternativas para occidente: Estados Unidos podría avanzar hacia una unión política con países que comparten sus valores (los países de origen anglosajón y hasta la Unión Europea). Lamentablemente, para que estas iniciativas prosperen se requiere que los estadounidenses reconozcan que perdieron su lugar privilegiado; difícil pero no imposible. Ucrania es la punta del iceberg que significa la reorganización del poder en el plano internacional. Esperemos que nuestras autoridades ya hayan definido una estrategia acorde a la magnitud del desafío.